Hace días dedicaba un artículo al escritor larachense Dris Diuri, hoy lo hago sobre Mohamed Mamoun Taha, al que todos conocemos como “Momata”.
Como Dris Diuri y Mohamed Sibari, él es uno de los autores que fueron incorporados a la cuidada selección de escritores marroquíes que hicieran Sergio Macías y Mohamed Chakor en su libro “Literatura marroquí en lengua castellana”, publicado en la Colección Reencuentro, de Ediciones Magalia (Madrid, 1996).
De todos los autores mencionados en el libro, a Dris Diuri se le incluyó entre los creadores de los años 40 y 50, mientras que a Momata se le adscribió a la generación de los 60, junto a Abdelkader Uariachi, Mohamed Chakor, Abderrahman Cherif-Chergui, Dris M. Mehdati y Mohamed Laarbi Messari.
Chakor y Macías dicen sobre Mohamed Mamoun Taha, entre otras cosas, lo siguiente:
Nació en Ksar el Kebir (Alcazarquivir), pero a temprana edad se traslada a orillas del Atlántico, para residir en el hermoso pueblo de Asilah. Con su dominio del castellano viaja a España para estudiar arquitectura, obteniendo su título de arquitecto en la Universidad Politécnica de Madrid.
En esta profesión le corresponde dirigir los Servicios de Obras de las Municipalidades de Asilah, Ksar-el-Kebir, Chefchaouen y Larache. En la actualidad vive en esta última ciudad dedicado a las labores de arquitecto privado y a la poesía.
Su poesía contiene un ritmo lírico musical, se nota una clara influencia de los clásicos españoles. Al autor le agrada describir situaciones, estados anímicos y paisajes. En algunos pasajes aparece el transcurso de sus años con un cansancio y una visión de muerte:
Muchos años después,
ya envejecido y cansado,
heme otra vez,
en mi Asilah querida,
como vuelve al hogar
el vagabundo arrepentido.
También encontramos en ella la soledad, como en su poema <Una mesa en la penumbra>, o la compasión y el dolor, cuando hasta la naturaleza se compadece de él. Pero la esperanza está presente en el alma del autor, y se la entrega a los que sufren como una promesa de futura alegría, en su poema <Promesas de 1992>.
Por otra parte, el autor no se escapa de la problemática actual, incluso toma compromiso ante una situación bélica y entrega su solidaridad y mensaje en “Bagdad no se rinde”.
Aparecen versos que reflejan el desencanto por la amistad, como si ésta sólo fuese aparente, y el autor no creyera en ella. En lo que se refiere al amor, éste es cantado en sus diferentes facetas con mucha pasión. Y el aspecto religioso lo vemos en el siguiente canto:
PLEGARIA
¡Oh!, Clemente y Misericordioso,
Señor de la Tierra y de los Cielos
y norte de mis esperanzas y anhelos.
Tú, a quien siempre ruego e imploro
la salud, la Gloria y el perdón.
Perdona mis olvidos y errores,
perdona mis infinitos pecados
y colma mi corazón de tus amores…
Guíame, Señor, por tu recto sendero
y hazme morir libre del pecado,
tal y como Tú me has creado…
Mohamed Laabi, en su precioso libro “Voces de Larache”, dice sobre Momata:
<Los dos libros que nos dejó Momata (“Lágrimas de pluma” y “Susurros”) reflejan toda una vida escrita en verso. En ellos se plasma la evolución cronológica de la misma vida del poeta que dedicó una serie de poemas a su entorno. Y por supuesto están presentes las cuatro ciudades que le marcaron, sobre todo la última: Larache.
“Y de Larache, donde quiero morir”
que es el último verso del poema titulado “Mis cuatro ciudades”>.






