Ni “El coloso de Rodas” (Il colosso di Rodi, 1961) ni su colaboración en “Sodoma y Gomorra” (Sodom and Gomorrah, 1962) que acabó firmando junto a Robert Aldrich, le dejaron satisfecho del todo. Pero en “El coloso de Rodas”, propiamente su primer film como realizador en solitario, demostró a todos que, con pocos medios, su imaginación sacaba provecho de todo y los resultados eran más que satisfactorios.***
Biografía no autorizada por el protagonista, y que presentó demanda contra el escritor Patrick McGilligan, finalmente el libro vio la luz tras un acuerdo extrajudicial. No es una biografía complaciente, en absoluto, sino un intento de retratar a uno de los mayores iconos de la historia del cine.
Incluyendo el epílogo, son 698 páginas que desgranan toda una vida (cuando McGilligan termina el libro, Clint Eastwood acaba de cumplir los ochenta años). Y la sensación es que, finalmente, también el autor del libro, pese a la compleja personalidad del personaje, pese a sus claroscuros, pese a sus críticas y censuras a su manera de actuar en algunos asuntos, le admira.
Hay un concienzudo trabajo de investigación para explicarnos los orígenes de la familia Eastwood, a veces demasiado exhaustivo, pero loable sin duda, y que demuestra que han buceado en cientos de archivos y de registros, es increíble la cantidad de datos que aún se guardan de sus bisabuelos, abuelos y padres. Luego, por supuesto, toda la vida de Clint Eastwood paso a paso no sólo recorre sus años de actor de reparto, su falta de entusiasmo inicial (me sorprende haber descubierto que era un joven que desconocía por completo el cine de John Ford, por ejemplo, y que no era muy cinéfilo; incluso que no le ponía demasiada ilusión a sus primeros trabajos porque ni siquiera tenía claro que iba a dedicarse a esta profesión),
su posterior incursión en la televisión, especialmente en la serie Rawhide, cómo entra a formar parte del spaghetti-western y a convertirse, por un golpe de fortuna, en una estrella deslumbrante que comenzaba a arrasar en las taquillas. Y así hasta llegar al día de hoy, convertido en el hombre más rico de Hollywood, repasando una a una sus películas como actor y director.
Paralelamente, McGilligan nos va desnudando al hombre. Personalmente es la parte que menos me interesa del libro, aunque supongo que hay a mucha gente a la que le gustará saber que tiene un montón de hijos con diferentes mujeres, que ha sido un hombre constantemente infiel a sus parejas y que ha terminado por crear a muchos enemigos que no le perdonan ciertas cosas. En este último aspecto, sí me ha desvelado una parte de su personalidad que no imaginaba, y es la del actor y productor que cuando descubría un error o una falta, intencionada o no, en alguien de confianza o de su entorno lo hundía inmisericordemente. De hecho, en algún caso se encargó de que ya no volvieran a encontrar trabajo en la industria del cine. Algo que también sucedió con algún buen realizador con el que trabajó, como Philip Kaufman (director de films tan sugerentes como “La insoportable levedad del ser” (The unbearable lightness of being, 1988) o “Henry & June”, 1990) que iba a dirigir a Eastwood en “El fuera de la ley” (The outlaw Josey Wales, 1976).
El incidente con Kaufman que le apartó de esta película y que terminaría dirigiendo el propio actor, se conoce como “El incidente de la lata de cerveza”:
“Kaufman, Bruce Surtees y Fritz Manes habían ido a ver una dunas alcalinas para la escena en que Josey Wales –el personaje que interpretaba Clint- aparece cabalgando por la arena con una bandera blanca atada al rifle. Después de un día duro, pararon y, mientras se tomaban una cerveza, Kaufman miró alrededor y dijo que era el lugar perfecto para el tono evocador que estaba buscando. Se acabó la cerveza, hundido la lata en la arena y dijo: <Estoy marcando el lugar>. El momento del día, la hora mágica del anochecer, sería perfecto también. Sería entonces cuando captaría la magia que veía en su mente.
Avancemos unas semanas, hasta un día en que el rodaje terminó pronto y Clint ya estaba nervioso. Kaufman se acercó a él, retorciéndose las manos, para preguntarle si podían rodar la escena en que Josey cabalga entre las dunas de arena. <¿Quieres rodar esa mierda? –preguntó Clint-. Vamos>. Kaufman reunió dos camionetas, un camión con cámaras y un remolque para los caballos…
Recorrieron kilómetros y kilómetros, y más kilómetros. Clint no paraba de mascullar: <¿Adónde coño vamos?>. Kaufman, cada vez más desanimado, no lo sabía. Por fin anunció que sabía exactamente dónde estaban gracias a una montaña que se veía a lo lejos. <¡Esperad aquí!¡Vuelvo en seguida!¡Estoy seguro de que es ahí!>. El director saltó del vehículo y echó a andar por las dunas en busca de la escurridiza lata de cerveza.
Esperaron y esperaron, y siguieron esperando. Kaufman no aparecía. Clint preguntó: <¿Qué hora es?>. Después: <¡Mierda, el sol va a ponerse y no habremos rodado la puta escena!>. Saltó del vehículo y dijo a Bruce Surtees que sacara la puta cámara. Ordenó a Manes que fuera a buscar al puto caballo y tuviera el rifle preparado. Dijo a Surtees que iba a alejarse cabalgando y que después se acercaría por las dunas y que solo lo haría una vez, de modo que no tendría que borrar las huellas de los cascos para una segunda toma. <Grita cuando estés preparado y comprueba el encuadre>, ordenó Clint.
Surtees gritó, Clint salió al galope, dio la vuelta y regresó mientras la cámara rodaba. Clint exclamó: <¿Corten!>, tras lo cual lo cargaron todo en los vehículos. A continuación se volvió hacia Manes y le dijo: <Fritz, espera aquí a Kaufman>. Los demás se marcharon.
…Por fin… llegó Kaufman con aspecto desaliñado. Se había quitado el sombrero de vaquero y se rascaba la cabeza mientras caminaba pesadamente hacia ellos. Cuando se acercó a Manes, dijo: “Es muy raro. No encuentro la lata de cerveza>. <Ese es el menor de tus problemas>, le informó Manes. (…) Un par de días después, Kaufman fue despedido.”
También es curioso saber que Clint Eastwood fue el primer productor en firmar acuerdos con marcas (por ejemplo, de vehículos) para que apareciesen en sus películas, o que fuera el primero en Hollywood en tener sitio web y dossier de prensa digital. Su sagacidad como productor tanto para elegir las fechas adecuadas de estreno como para recortar los costes y la duración de los rodajes de sus películas es legendaria.
Si bien la opinión de McGilligan sobre algunas de las películas de Clint Eastwood es bastante discutible, en general acierta en sus análisis, y lo que sí es evidente es que la progresión de Clint Eastwood como realizador es evidente, hasta convertirlo en el maestro que es hoy. Que un director de cine americano se atreva a rodar una película de la segunda guerra mundial vista desde el punto de vista del enemigo y hablada enteramente en japonés “Cartas desde Iwo Jima” (Letters from Iwo Jima, 2006), dice mucho de su arrojo y tenacidad.
“La escena final de <Los puentes de Madison (The Bridges of Madison County, 1995)>, en la que Francesca (Meryl Streep) ve a Kincaid (Clint Eastwood) en la ciudad por última vez, era una pequeña pieza maestra de orfebrería. Se ve a Kincaid en mitad de la calle, a lo lejos, bajo la lluvia. Puede que Clint esté llorando, la posición de la cámara y la escenografía ya han transmitido esa impresión. Francesca y su marido suben al coche y avanzan entre el tráfico, hasta que un semáforo en rojo les obliga a parar detrás de la camioneta de Kincaid.
El semáforo tarda una eternidad en cambiar, mientras Francesca duda antes de tomar la decisión de quedarse y no decir nada. Largo primer plano de la parte posterior de la camioneta, con publicidad indirecta… Y cuando la camioneta de Kincaid tuerce hacia un lado y el marido de Francesca gira hacia el otro, el público también está empapado en lágrimas.”
Desde que “Sin perdón” (Unforgiven, 1992) lo consagrara como director de cine, Clint Eastwood nos ha regalado varias joyas: “Los puentes de Madison” (The Bridges of Madison County, 1995), “Mystic River” (2003), “Million dollar baby” (2004), “Gran Torino” (2008)… Y en este libro biográfico, entretenido y documentado, descubrimos muchas de las claves de por qué rodó todas estas películas.
Sergio Barce, marzo de 2011
CLINT EASTWOOD. Biografía (Clint: The life and legend) (2009) de Patrick McGilligan, ha sido editada por Lumen.
Se estrena la nueva película dirigida por Clint Eastwood, el último clásico, como le gusta definirle a la crítica. Siendo, como es, una película que se mueve dentro de los límites establecidos por “Para siempre” (Always, 1989) de Steven Spielberg y “El sexto sentido” (The sixth sense, 1999) de Shyamalan, no es extraño que uno de sus productores sea el propio Spielberg.
Pero dejando a un lado esta anécdota, lo cierto es que he ido a verla porque sencillamente es otra de Eastwood. Yo he crecido con él (con el actor y con el realizador), igual que lo he hecho con James Bond, Woody Allen o Martin Scorsese. Cada película de ellos, es un pequeño rito para mí, como una cita ineludible que fijamos para cada año y, generalmente, no me suelen fallar, con independencia de que el resultado sea bueno o menos bueno. Lo cierto es que son como de la familia, “good fellas”.
Me acercaba a esta audacia de Eastwood con cautela. ¿Cómo se habría enfrentado a una historia de género fantástico, por así llamarla? ¿Sería capaz de abordar un tema extraño a su filmografía con la maestría que ha demostrado tantas otras veces? (Por sólo citar algunas de sus películas más memorables como realizador, ahí están “Bird” (1988), “Sin Perdón” (Ungorgiven, 1992), “Un mundo perfecto” (A perfect world, 1993), “Los puentes de Madison” (The bridges of Madison County, 1995), “Medianoche en el jardín del bien y del mal” (Midnight in the garden of Good and Evil, 1997), “Mystic river” (2003), “Million dollar baby” (2004), “Cartas desde Iwo Jima” (Letters from Iwo Jima, 2006) o “Gran Torino” (2008)… qué lista increíble, y sólo son las que se me han ocurrido a vuelo pluma).
El resultado en esta ocasión, sin embargo, se acerca más a su cine intermedio (en el que estarían títulos como “Primavera en otoño” (Breezy, 1973), “El aventurero de medianoche” (Honkytonk man, 1983), “Cazador blanco, corazón negro” (White hunter, black Herat, 1989), “Banderas de nuestros padres” (Flags of our fathers, 2006) o “Invictus” (2009)), es decir, ese tipo de películas en las que la impronta del Clint Eastwood director está presente (iluminación oscura y escenas envueltas en sombras –Tom Stern es su director de fotografía desde «Mystic River«-, música minimalista al piano –compuesta por el propio Clint, con un sonido casi familiar, una melodía parecida a otras cintas-, encuadres desenfocados para dar la sensación de inmediatez, ritmo lento) pero en las que sin embargo falta el aliento último para hacerlas grandes.
En este caso, además, la historia se muestra excesivamente deshilvanada. Hay evidentes huellas del cine que se está desarrollando últimamente por otros directores actuales como Paul Haggis (guionista de “Million dollar baby”) en films como “Crash” (2004) o “En el valle de Elah” (In the Valley of Elah, 2007), González Iñárritu con “Babel” (2006), que es el film de referencia en este sentido, o por Rodrigo García “Cosas que diría con solo mirarla” (Things you can tell just by looking at her, 1999) o “Nueve vidas” (Nine lives, 2005), es decir, el film caleidoscópico en el que se presentan varias historias a la vez aparentemente inconexas e incluso imposibles de relacionar pero que, poco a poco, terminan entrelazando la vida de los coprotagonistas para cerrar un círculo existencial inevitable e interdependiente.
Sin embargo, Eastwood fracasa en este empeño y la película, que arranca espectacularmente con la escena del tsunami, muy bien filmada, naufraga y nos deja con la sensación de que sólo es un film más, comercial, aburrido a ratos, en el que el espectador anhela un acontecimiento que nunca llega. El final, además, es demasiado condescendiente y edulcorado.
Un agradable descubrimiento es la actriz Cécile de France, que está magnífica, pero eso es decir muy poco de una película. Estas son las cosas de Clint Eastwood, capaz de dirigir obras maestras (he mencionado al menos seis o siete) o de rodar auténticos despropósitos (“El principiante” (The Rookie, 1990), por ejemplo), que en el caso de “Hereafter” (prefiero el título inglés al ñoño con el que lo han bautizado en España) se queda en el limbo, como algunos de los personajes de la propia película…
Otros magníficos films de Clint Eastwood como director son “Escalofrío en la noche” (Play Misty for me, 1973), “El fuera de la ley” (The outlaw Josey Wales, 1976), “El jinete pálido” (Pale rider, 1985), “Poder absoluto” (Absolute power, 1997) o “Ejecución inminente” (Trae crime, 1999). Ahí es nada.






