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Libros de cine: SERGIO LEONE, ALGO QUE VER CON LA MUERTE (2000) de CHRISTOPHER FRAYLING

 

SERGIO LEONE, ALGO QUE VER CON LA MUERTE (Sergio Leone. Something to do with death, 2000) de Christopher Frayling, es, sin ninguna duda, el mejor libro de cine que he leído. Como todo trabajo de un historiador británico, Frayling no sólo se limita a hacer unos comentarios más o menos acertados sobre las películas de Leone, sino que escarba para desenterrar lo más profundo del personaje, al que entrevistó y siguió durante mucho tiempo, hasta mostrarlo en su desnuda carnalidad (y Leone tenía mucha carnalidad). Gracias a este libro, Sergio Leone ya no es ese simple artesano italiano del cine que, por un golpe de fortuna, inventó el llamado spaghetti-western. Después de leer este libro, Sergio Leone se convierte en la figura extraordinaria, creativa y amante del séptimo ate que era, un genio, un visionario, el realizador más imitado en la historia del cine.

 “Cuando Sergio (Leone) ya fue lo suficientemente mayor como para empezar a elegir una carrera, Roberto Roberti estaba convencido, como su padre antes que él, que realizar películas no era una carrera digna de él. En cambio, alentó a su hijo a estudiar leyes…”

Christopher Frayling

Seguimos sus pasos desde niño, y Frayling tiene la virtud de hacernos vivir con el pequeño Leone su vida en los barrios de Roma, y vamos descubriendo sus pequeños y grandes anhelos, cómo se fue introduciendo en el mundo del cine (ya estaba en realidad dentro pues su padre era un famoso director de cine mudo, curiosamente fue quien dirigió el segundo western italiano de la historia, “La vampiro indiana” en 1913, toda una premonición), y cómo, poco a poco, fue aprendiendo de otros grandes realizadores, su divertida experiencia en la mítica “Ladrón de bicicletas” (Ladri di biciclette, 1948) de De Sica, sus posteriores colaboraciones como ayudante de los realizadores americanos que trabajaron en los estudios de Cinecittá de Roma, cómo se fue nutriendo de todos los clásicos americanos, hasta empezar sus pinitos como director…

 “Poco después de terminar “Historia de una monja” (The nun´s story, 1959) de Fred Zinnemann, Leone fue contratado como primer ayudante en una de las segundas unidades que trabajaba en la producción de quince millones de dólares de “Ben-Hur”, de la Metro Glodwyn Mayer y dirigida por William Wyler, que había alquilado todo el complejo de Cinecittá, hasta el último metro…

(…) Tras el éxito internacional de sus westerns, Leone se sintió feliz exagerando su papel en la secuencia de la carrera de cuadrigas. <El director de la segunda unidad (Andrew Marton) –afirmó en 1977- era demasiado viejo para ese tipo de deporte. Así fue como yo terminé dirigiendo la famosa secuencia de choque del film> (…) De hecho, Marton, entonces con 55 años, trabajando en colaboración con Yakima Canutt, parece que se lo tomó en serio y se mostró entusiasmado con el trabajo que realizaba…”

SERGIO LEONE

En efecto, Sergio Leone era el exceso. Su vitalidad lo desbordaba todo, y ese ansia de protagonismo le llevó a exagerarlo todo, como se ve que hizo con su trabajo real en Ben-Hur. Pero luego, cuando comenzó a ser él el responsable de todo como realizador de sus propias películas, ese exceso se hizo celo, y su trabajo es ahora valorado por su meticulosidad, por el cuidado con el que lo planificaba todo, por la dedicación por los pequeños detalles en el atrezzo, en los decorados, que le hacía buscar cada objeto que aparecía en las escenas de sus films hasta lograr los que reproducían exactamente la época en la que se desarrollara la película (ropa, armas, periódicos, carteles, las calles…)

 Ni “El coloso de Rodas” (Il colosso di Rodi, 1961) ni su colaboración en “Sodoma y Gomorra” (Sodom and Gomorrah, 1962) que acabó firmando junto a Robert Aldrich, le dejaron satisfecho del todo. Pero en “El coloso de Rodas”, propiamente su primer film como realizador en solitario, demostró a todos que, con pocos medios, su imaginación sacaba provecho de todo y los resultados eran más que satisfactorios.

 Christopher Frayling, además de aportar en el libro una catarata de información cinematográfica sobre los trabajos de Leone, aporta la visión del historiador, y va mostrando, como en un documental, la evolución de Leone como director y la evolución de Leone como persona. La pluma de Frayling es rica, escribe estupendamente, y eso dota al libro de agilidad, de buen hacer, y mantiene el interés del lector aunque éste no sea un entendido en cine. Es tan hábil, que logra que los sueños de Leone los compartamos y cada tropiezo que sufre, especialmente con los productores, lo suframos con él.

 Llegada la trilogía del dólar, cuando Sergio Leone llega a la cima, el libro nos va desgranando cada rodaje, cada vicisitud de cada una de sus películas, y sus colaboraciones con Ennio Morricone y con Clint Eastwood. Su primer western era un film de bajo presupuesto, y contratar al protagonista, como cuenta Frayling, no fue nada fácil.

El protagonista tenía que ser norteamericano. (…) Leone tenía en mente en principio a Henry Fonda como su Forastero… (…) así que el guión fue enviado a Hollywood, en una versión en inglés; pero el agente de Fonda ni siquiera se molestó en mostrárselo al actor… A continuación Leone pensé en dos actores más jóvenes del tipo fuerte y silencioso que habían dejado su huella como especialistas en “Los siete magníficos” (The magnificent seven, 1960): James Coburn y Charles Bronson. Coburn aceptó interpretar el papel por 25.000 dólares, lo cual era demasiado para los productores. Bronson opinó que el guión era <simplemente de lo peor que he leído nunca> y lo rechazó de plano -<Lo que no entendí, admitió Bronson más tarde, fue que no era el guión lo que importaba. Era la forma en que él iba a dirigirlo lo que constituiría toda la diferencia>. (…)

(…) En aquel punto Claudia Sartori, que trabajaba en la agencia William Morris en Roma, contactó con la Jolly Film… (…) Un actor joven y flaco que aparecía en la serie de televisión de la CBS <Rawhide> podía ser de su interés… Clint Eastwood. (…) Por aquel entonces Eastwood valía 15.000 dólares. Y fue eso lo que convenció a los productores de que era la persona correcta para el papel.”

 Este primer western de Leone rodado en Almería se tituló: “Por un puñado de dólares” (Per un pugno di dollari, 1964). Y fue el comienzo de la leyenda de Leone, Eastwood y Morricone.

Clint Eastwood y Pepe Calvo en Por un puñado de dólares

El rodaje fue impredecible… (…) Durante la preparación de la secuencia donde Joe se arrastra alejándose de la paliza a manos del clan de los Rojo, Eastwood recuerda que <me pasé ocioso toda la mañana aguardando a que director y equipo dejaran de discutir. La conversación era toda en español e italiano y no entendía ni una palabra, pero notaba que se producía una violenta discusión acerca de algo. Esperaba que llegaran a algún acuerdo antes de que pasara toda la mañana sin haber rodado ni un solo plano. Finalmente, Sergio me llamó. Muy bien, Clint, podemos empezar, dijo a través del intérprete. Qué demonios, decidí. Siempre estaban igual. La escena requería un montón de maquillaje porque mi rostro tenía que parecer muy hinchado y magullado a causa de los golpes de toda la pandilla. Salí del maquillaje sintiéndome acalorado e incómodo, y me encaminé al plató. Me sentía literalmente el hombre más solitario de España. El plató estaba desierto. Ni productor, ni director, ni equipo. Sólo las grandes lámparas de arco gravitando como buitres españoles. Al parecer el equipo llevaba dos semanas sin cobrar… Con un ojo cerrado por el maquillaje y toda aquella otra porquería sobre mi rostro, me dije que ya tenía bastante. Les dije que podían encontrarme en el aeropuerto. Afortunadamente Leone me alcanzó antes de que abandonara el hotel. Las cosas fueron un poco mejor después de eso.”

 Después llegaron “La muerte tenía un precio” (Per qualche dollaro in piú, 1965) y “El bueno, el feo y el malo” (Il buono, il brutto, il cattivo, 1966), también con Clint Eastwood de protagonista. Y en 1968, su primera obra maestra “Hasta que llegó su hora” (C´era una volta il West, 1968) con sus anhelados Henry Fonda y Charles Bronson, y en 1983 la segunda: “Érase una vez en América” (Once upon a time in America) con Robert de Niro –ya publiqué en este blog un extenso artículo sobre estas dos películas-. Entre medias, Frayling nos cuenta sus avatares con su pequeño fracaso con “Agáchate, maldito” (Giú la testa, 1971), un film estupendo por otro lado, con su también admirado James Coburn.

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Cuando vas leyendo este libro, descubres cosas de Leone: que tenía almacenados en su cabeza los films que iba a rodar, secuencia a secuencia, plano a plano, que su voluntad era férrea y no cedía hasta filmar lo que tenía decidido, y que amaba tanto el cine que lo agotó. Anunció que rodaría una nueva versión de “Lo que el viento se llevó” (Gone with the wind), y en 1968 le enviaron el guión de “El padrino” (The Godfather), pero lo rechazó, de lo que luego se arrepentiría y, cuando trató de recuperarlo, ya estaba en manos de Coppola. También estuvo a punto de dirigir “Mafia” (The brotherhood, 1968) que dirigiría Martin Ritt. Comenzó “Mi nombre es Ninguno” (Il mio nome è Nessuno, 1973), de nuevo con Henry Fonda, que produjo pero que terminó Tonino Valerii. De modo que durante varios años, de 1971 a 1983, se centró en la producción y en la dirección de spots publicitarios, mientras acariciaba otros proyectos, como adaptar “Cien años de soledad” de García Márquez, una adaptación de Céline, y hasta otra de “Don Quijote”. Cuando rueda “Érase una vez en América”, su gran sueño, ése que le llevó diez años hasta ponerlo en pie, Leone acaba literalmente consumido.

Carla Leone recuerda: <Cuando hacía films, sentía todas las emociones que sentiría normalmente una persona – risas, lágrimas, miedo-, sólo que en una forma más intensificada. Y echó a faltar mucho todo esto durante esa década. Mucho. Y cuando finalmente consiguió poner en marcha su gran proyecto, metió en él todo lo que había echado en falta en esos años>. Como se preguntó a sí mismo Leone justo antes de rodar Érase una vez en América: <¿Cuántos años he pasado NO trabajando en este film?>”

Y también descubres en este maravilloso libro el afecto y la admiración de Christopher Frayling por Sergio Leone.

Sus entrevistas, que se habían visto poseídas de una cualidad otoñal incluso desde la terminación de Érase una vez en América, parecían contemplar ahora una despedida. Sus adioses al cine se estaban volviendo más abstractos, elusivos y melancólicos que nunca. <La vieja veta de oro, en el país del cine de California, donde esos tesoros brillaban en su tiempo tan cerca de la superficie, ahora parecen desgraciadamente casi agotada por completo. Unos pocos mineros valerosos insisten en seguir cavando…>

(…) Clint Eastwood, uno de tales mineros, le visitó en el otoño de 1988. Eastwood estaba en Roma para el estreno de <Bird> y Leone le invitó a comer. Los dos hombres se reunieron de nuevo aquella misma tarde para cenar y Leone llegó con su amiga, la directora de cine Lina Wertmüller. Según Eastwood, Sergio estaba de un humor blando y nostálgico. Aunque sabía que estaba muy enfermo, no lo mencionó ni una sola vez. La acidez de los comentarios de Leone sobre <su actor> parecía cosa del pasado. <Nos llevamos mejor que en todas les veces que habíamos trabajado juntos>. Eastwood está convencido de que Leone lo llamó para decirle adiós.”

Las últimas páginas, donde asistimos al deterioro paulatino de Leone, sus problemas de corazón, su ilusión truncada por rodar de nuevo con Robert de Niro su colosal “Stalingrado”, rezuma emoción, y por esa razón recomiendo este libro, de cine, sí, pero también de un hombre que luchó por su sueño.

Sergio Barce, julio 2011

Sergio Leone, algo que ver con la muerte, ha sido publicado por T & B Editores.

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Diálogos de películas 6

“Annie Hall” (1977) de Woody Allen

 …y recordé aquel viejo chiste. Aquel del tipo que va al psiquiatra y le dice: doctor, mi hermano está loco; cree que es una gallina. Y el doctor responde: ¿pues por qué no lo mete en un manicomio? Y el tipo le dice: lo haría, pero necesito los huevos. Pues eso es más o menos lo que pienso sobre las relaciones humanas, ¿sabe? Son totalmente irracionales, y locas, y absurdas; pero supongo que continuamos manteniéndolas porque la mayoría necesitamos los huevos…

«Laura» (1944), dirigida por Otto Preminger:

Vincent Price:   ¡Waldo, no vuelvas a insinuar que tengo algo que ver con el asesinato de Laura.
Clifton Webb:   De acuerdo, Shelby, no volveré a insinuarlo: tú has asesinado a Laura.

ALFIE es Michael Caine

ALFIE es Michael Caine

“Alfie”  (1966) de Lewis Gilbert  

  “Alfie” (2004) de Charles Shyer

Yo me adhiero a la filosofia europea de la vida: mis prioridades son el vino, las mujeres y… bueno, eso es todo: vino y mujeres.

ALFIE es Jude Law

ALFIE es Jude Law

***

 “Big Fish”  (2003) de Tim Burton

 Para tu padre había dos mujeres en el mundo. Una de ellas era tu madre. La otra eran el resto.

“Los puentes de Madison” (The Bridges of Madison County, 1995) de Clint Eastwood

 Clint Eastwood:    No quiero necesitarte.
Meryl Streep:    ¿Por qué?
Clint Eastwood:    ¿Por qué? Porque no puedo tenerte.

CLINT EASTWOOD &  MERYL STREEP en Los puentes de Madison

CLINT EASTWOOD & MERYL STREEP en Los puentes de Madison



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Libros de cine: CLINT EASTWOOD. Biografía (Clint: The life and legend) (2009) de PATRICK McGILLIGAN

Biografía no autorizada por el protagonista, y que presentó demanda contra el escritor Patrick McGilligan, finalmente el libro vio la luz tras un acuerdo extrajudicial. No es una biografía complaciente, en absoluto, sino un intento de retratar a uno de los mayores iconos de la historia del cine.

Incluyendo el epílogo, son 698 páginas que desgranan toda una vida (cuando McGilligan termina el libro, Clint Eastwood acaba de cumplir los ochenta años). Y la sensación es que, finalmente, también el autor del libro, pese a la compleja personalidad del personaje, pese a sus claroscuros, pese a sus críticas y censuras a su manera de actuar en algunos asuntos, le admira.

Hay un concienzudo trabajo de investigación para explicarnos los orígenes de la familia Eastwood, a veces demasiado exhaustivo, pero loable sin duda, y que demuestra que han buceado en cientos de archivos y de registros, es increíble la cantidad de datos que aún se guardan de sus bisabuelos, abuelos y padres. Luego, por supuesto, toda la vida de Clint Eastwood paso a paso no sólo recorre sus años de actor de reparto, su falta de entusiasmo inicial (me sorprende haber descubierto que era un joven que desconocía por completo el cine de John Ford, por ejemplo, y que no era muy cinéfilo; incluso que no le ponía demasiada ilusión a sus primeros trabajos porque ni siquiera tenía claro que iba a dedicarse a esta profesión),

CLINT EASTWOOD en 1970

su posterior incursión en la televisión, especialmente en la serie Rawhide, cómo entra a formar parte del spaghetti-western y a convertirse, por un golpe de fortuna, en una estrella deslumbrante que comenzaba a arrasar en las taquillas. Y así hasta llegar al día de hoy, convertido en el hombre más rico de Hollywood, repasando una a una sus películas como actor y director.

Paralelamente, McGilligan nos va desnudando al hombre. Personalmente es la parte que menos me interesa del libro, aunque supongo que hay a mucha gente a la que le gustará saber que tiene un montón de hijos con diferentes mujeres, que ha sido un hombre constantemente infiel a sus parejas y que ha terminado por crear a muchos enemigos que no le perdonan ciertas cosas. En este último aspecto, sí me ha desvelado una parte de su personalidad que no imaginaba, y es la del actor y productor que cuando descubría un error o una falta, intencionada o no, en alguien de confianza o de su entorno lo hundía inmisericordemente. De hecho, en algún caso se encargó de que ya no volvieran a encontrar trabajo en la industria del cine. Algo que también sucedió con algún buen realizador con el que trabajó, como Philip Kaufman (director de films tan sugerentes como “La insoportable levedad del ser” (The unbearable lightness of being, 1988)  o “Henry & June”, 1990) que iba a dirigir a Eastwood en “El fuera de la ley” (The outlaw Josey Wales, 1976).

El incidente con Kaufman que le apartó de esta película y que terminaría dirigiendo el propio actor, se conoce como “El incidente de la lata de cerveza”:

Kaufman, Bruce Surtees y Fritz Manes habían ido a ver una dunas alcalinas para la escena en que Josey Wales –el personaje que interpretaba Clint- aparece cabalgando por la arena con una bandera blanca atada al rifle. Después de un día duro, pararon y, mientras se tomaban una cerveza, Kaufman miró alrededor y dijo que era el lugar perfecto para el tono evocador que estaba buscando. Se acabó la cerveza, hundido la lata en la arena y dijo: <Estoy marcando el lugar>. El momento del día, la hora mágica del anochecer, sería perfecto también. Sería entonces cuando captaría la magia que veía en su mente.

Avancemos unas semanas, hasta un día en que el rodaje terminó pronto y Clint ya estaba nervioso. Kaufman se acercó a él, retorciéndose las manos, para preguntarle si podían rodar la escena en que Josey cabalga entre las dunas de arena. <¿Quieres rodar esa mierda? –preguntó Clint-. Vamos>. Kaufman reunió dos camionetas, un camión con cámaras y un remolque para los caballos…

Recorrieron kilómetros y kilómetros, y más kilómetros. Clint no paraba de mascullar: <¿Adónde coño vamos?>. Kaufman, cada vez más desanimado, no lo sabía. Por fin anunció que sabía exactamente dónde estaban gracias a una montaña que se veía a lo lejos. <¡Esperad aquí!¡Vuelvo en seguida!¡Estoy seguro de que es ahí!>. El director saltó del vehículo y echó a andar por las dunas en busca de la escurridiza lata de cerveza.

Esperaron y esperaron, y siguieron esperando. Kaufman no aparecía. Clint preguntó: <¿Qué hora es?>. Después: <¡Mierda, el sol va a ponerse y no habremos rodado la puta escena!>. Saltó del vehículo y dijo a Bruce Surtees que sacara la puta cámara. Ordenó a Manes que fuera a buscar al puto caballo y tuviera el rifle preparado. Dijo a Surtees que iba a alejarse cabalgando y que después se acercaría por las dunas y que solo lo haría una vez, de modo que no tendría que borrar las huellas de los cascos para una segunda toma. <Grita cuando estés preparado y comprueba el encuadre>, ordenó Clint.

Surtees gritó, Clint salió al galope, dio la vuelta y regresó mientras la cámara rodaba. Clint exclamó: <¿Corten!>, tras lo cual lo cargaron todo en los vehículos. A continuación se volvió hacia Manes y le dijo: <Fritz, espera aquí a Kaufman>. Los demás se marcharon.

…Por fin… llegó Kaufman con aspecto desaliñado. Se había quitado el sombrero de vaquero y se rascaba la cabeza mientras caminaba pesadamente hacia ellos. Cuando se acercó a Manes, dijo: “Es muy raro. No encuentro la lata de cerveza>. <Ese es el menor de tus problemas>, le informó Manes. (…) Un par de días después, Kaufman fue despedido.

También es curioso saber que Clint Eastwood fue el primer productor en firmar acuerdos con marcas (por ejemplo, de vehículos) para que apareciesen en sus películas, o que fuera el primero en Hollywood en tener sitio web y dossier de prensa digital. Su sagacidad como productor tanto para elegir las fechas adecuadas de estreno como para recortar los costes y la duración de los rodajes de sus películas es legendaria.

Si bien la opinión de McGilligan sobre algunas de las películas de Clint Eastwood es bastante discutible, en general acierta en sus análisis, y lo que sí es evidente es que la progresión de Clint Eastwood como realizador es evidente, hasta convertirlo en el maestro que es hoy. Que un director de cine americano se atreva a rodar una película de la segunda guerra mundial vista desde el punto de vista del enemigo y hablada enteramente en japonés “Cartas desde Iwo Jima” (Letters from Iwo Jima, 2006), dice mucho de su arrojo y tenacidad.

La escena final de <Los puentes de Madison (The Bridges of Madison County, 1995)>, en la que Francesca (Meryl Streep) ve a Kincaid (Clint Eastwood) en la ciudad por última vez, era una pequeña pieza maestra de orfebrería. Se ve a Kincaid en mitad de la calle, a lo lejos, bajo la lluvia. Puede que Clint esté llorando, la posición de la cámara y la escenografía ya han transmitido esa impresión. Francesca y su marido suben al coche y avanzan entre el tráfico, hasta que un semáforo en rojo les obliga a parar detrás de la camioneta de Kincaid.

El semáforo tarda una eternidad en cambiar, mientras Francesca duda antes de tomar la decisión de quedarse y no decir nada. Largo primer plano de la parte posterior de la camioneta, con publicidad indirecta… Y cuando la camioneta de Kincaid tuerce hacia un lado y el marido de Francesca gira hacia el otro, el público también está empapado en lágrimas.

Desde que “Sin perdón” (Unforgiven, 1992) lo consagrara como director de cine, Clint Eastwood nos ha regalado varias joyas: “Los puentes de Madison (The Bridges of Madison County, 1995), “Mystic River” (2003), “Million dollar baby” (2004), “Gran Torino” (2008)… Y en este libro biográfico, entretenido y documentado, descubrimos muchas de las claves de por qué rodó todas estas películas.

Sergio Barce, marzo de 2011

 

 

 

 

CLINT EASTWOOD. Biografía (Clint: The life and legend) (2009) de Patrick McGilligan, ha sido editada por Lumen.

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«MÁS ALLÁ DE LA VIDA» (Hereafter, 2010) de CLINT EASTWOOD

Se estrena la nueva película dirigida por Clint Eastwood, el último clásico, como le gusta definirle a la crítica. Siendo, como es, una película que se mueve dentro de los límites establecidos por “Para siempre” (Always, 1989) de Steven Spielberg y “El sexto sentido” (The sixth sense, 1999) de Shyamalan, no es extraño que uno de sus productores sea el propio Spielberg.

Clint Eastwood en el rodaje de HEREAFTER

Pero dejando a un lado esta anécdota, lo cierto es que he ido a verla porque sencillamente es otra de Eastwood. Yo he crecido con él (con el actor y con el realizador), igual que lo he hecho con James Bond, Woody Allen o Martin Scorsese. Cada película de ellos, es un pequeño rito para mí, como una cita ineludible que fijamos para cada año y, generalmente, no me suelen fallar, con independencia de que el resultado sea bueno o menos bueno. Lo cierto es que son como de la familia, “good fellas”.

Me acercaba a esta audacia de Eastwood con cautela. ¿Cómo se habría enfrentado a una historia de género fantástico, por así llamarla? ¿Sería capaz de abordar un tema extraño a su filmografía con la maestría que ha demostrado tantas otras veces? (Por sólo citar algunas de sus películas más memorables como realizador, ahí están “Bird” (1988), “Sin Perdón” (Ungorgiven, 1992), “Un mundo perfecto” (A perfect world, 1993),  “Los puentes de Madison” (The bridges of Madison County, 1995), “Medianoche en el jardín del bien y del mal” (Midnight in the garden of Good and Evil, 1997), “Mystic river” (2003), “Million dollar baby” (2004), “Cartas desde Iwo Jima” (Letters from Iwo Jima, 2006) o “Gran Torino” (2008)… qué lista increíble, y sólo son las que se me han ocurrido a vuelo pluma).

Morgan Freeman y Clint Eastwood en «Sin perdón»

El resultado en esta ocasión, sin embargo, se acerca más a su cine intermedio (en el que estarían títulos como “Primavera en otoño” (Breezy, 1973), “El aventurero de medianoche” (Honkytonk man, 1983), “Cazador blanco, corazón negro” (White hunter, black Herat, 1989), “Banderas de nuestros padres” (Flags of our fathers, 2006) o “Invictus” (2009)), es decir, ese tipo de películas en las que la impronta del Clint Eastwood director está presente (iluminación oscura y escenas envueltas en sombras –Tom Stern es su director de fotografía desde «Mystic River«-, música minimalista al piano –compuesta por el propio Clint, con un sonido casi familiar, una melodía parecida a otras cintas-, encuadres desenfocados para dar la sensación de inmediatez, ritmo lento) pero en las que sin embargo falta el aliento último para hacerlas grandes.

En este caso, además, la historia se muestra excesivamente deshilvanada. Hay evidentes huellas del cine que se está desarrollando últimamente por otros directores actuales como Paul Haggis (guionista de “Million dollar baby”)  en films como “Crash” (2004) o “En el valle de Elah” (In the Valley of Elah, 2007), González Iñárritu con “Babel” (2006), que es el film de referencia en este sentido, o por Rodrigo García “Cosas que diría con solo mirarla” (Things you can tell just by looking at her, 1999) o “Nueve vidas” (Nine lives, 2005), es decir, el film caleidoscópico en el que se presentan varias historias a la vez aparentemente inconexas e incluso imposibles de relacionar pero que, poco a poco, terminan entrelazando la vida de los coprotagonistas para cerrar un círculo existencial inevitable e interdependiente.

Matt Damon, en HEREAFTER (Más allá de la vida)

Sin embargo, Eastwood fracasa en este empeño y la película, que arranca espectacularmente con la escena del tsunami, muy bien filmada, naufraga y  nos deja con la sensación de que sólo es un film más, comercial, aburrido a ratos, en el que el espectador anhela un acontecimiento que nunca llega. El final, además, es demasiado condescendiente y edulcorado.

Cécile de France

Un agradable descubrimiento es la actriz Cécile de France, que está magnífica, pero eso es decir muy poco de una película. Estas son las cosas de Clint Eastwood, capaz de dirigir obras maestras (he mencionado al menos seis o siete) o de rodar auténticos despropósitos (“El principiante” (The Rookie, 1990), por ejemplo), que en el caso de “Hereafter” (prefiero el título inglés al ñoño con el que lo han bautizado en España) se queda en el limbo, como algunos de los personajes de la propia película…

Otros magníficos films de Clint Eastwood como director son “Escalofrío en la noche” (Play Misty for me, 1973), “El fuera de la ley” (The outlaw Josey Wales, 1976), “El jinete pálido” (Pale rider, 1985), “Poder absoluto” (Absolute power, 1997) o “Ejecución inminente” (Trae crime, 1999). Ahí es nada.

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