Leyendo el libro John Ford, de Peter Bogdanovich, vas hallando innumerables anécdotas que reconstruyen poco a poco el peculiar personaje que fue el mítico director de cine. Como mi hijo Pablo, además de director, es en esencia montador, me llamó mucho la atención lo que relataba Robert Parrish, que trabajó precisamente para Ford como montador de algunas de sus películas, sobre ese aspecto técnico y de cómo lo afrontaba el maestro. Le leí a Pablo este párrafo que copio más abajo en concreto, y se partió de risa, aunque vislumbré un pequeño deje de nerviosismo bajo esa carcajada, como diciéndose “cualquiera le montaba una película a Ford…”.
Sergio Barce, enero 2021
“Sabía exactamente lo que quería decir -indica el director Robert Parrish (…)-. Muy pocas veces (John Ford) hacía más de una toma; gastaba muy poca película y, siempre, o bien terminaba antes de la fecha prevista o bien por debajo del presupuesto. De modo que, por lo general, el material que le llegaba al montador casi era lo que terminaba en el montaje final. Después de filmar solía irse a su barco y no volvía hasta que la película estaba montada; eso hizo con <Young Mr. Lincoln> (El joven Lincoln, 1939). Tenía una película maravillosa y estaba tan seguro de haberla hecho bien que se largó sin más. Creo que consideraba a todos los montadores, los músicos y los montadores de sonido como males necesarios. En una película (el último día de rodaje) nos dijo: <Mirad, la película ya está acabada. Sé que vais a tratar de destrozarla, vais a poner demasiada música o la vais a cortar demasiado, o demasiado poco, o lo que sea, pero tratad de no estropeármela porque creo que es una buena película>. Y se marchó a su barco.”