
Acostumbrado a los relatos y novelas de Chukri, o a sus libros dedicados a Jean Genet y a Paul Bowles, a su narrativa corrosiva y nerviosa, embarcarse en la lectura de La seducción del mirlo blanco (Gawayat a-sbubrur al-abyad: nusus tacbribati maa al-qiraa wa al-kitaba, 1997) supone un ejercicio diametralmente diferente. Se trata de un ensayo sobre la literatura, sobre el arte de escribir y narrar y sobre el oficio de escritor. Y todo desde el punto de vista de Chukri, lo que quiere decir que hay partes muy sustanciosas y otras en las que sus pensamientos divagan sin un orden concreto, el orden de su cabeza hiperactiva.
“…Hay ideas que escapan de las palabras y palabras que se derrumban antes de recibir el impacto de los pensamientos que las llenan de contenido. Situaciones y actos que desaparecen antes de que podamos apresarlos e incluirlos en la redoma de las esencias de las palabras…”
Lo que más sorprende del libro de Mohamed Chukri es que, siendo un analfabeto que aprendió a leer con veinte años ya cumplidos, y comenzó a estudiar en Larache poco después para sacarse la primaria, su conocimiento de la literatura universal y de los autores y sus obras es profundo y diverso, y eso es admirable. Se sumerge en este ensayo en obras como El extranjero, de Albert Camus, haciendo un estudio comparativo de las motivaciones del protagonista de su propio relato Violencia en la playa con el Meursault de Camus; entra en Crimen y castigo, de Dostoiewski; y enlaza obras de Sartre, Shakespeare, Naguib Mahfuz, Cervantes, Beaudelaire y André Gide para hablarnos del compromiso de la literatura con los más débiles, y del fracaso y de la supervivencia del escritor. Y no disimula su admiración por la narrativa de otro autor marroquí: Mohamed Zafzaf. Es sin duda, un análisis que puede resultar a veces un tanto disperso, pero ahí está el trazo nervioso y febril de Chukri deseoso de saltar de una idea a otra.
“…El mundo se nos escapa constantemente, y el arte intenta apresar esa huida. Cuando, por medio de la creación, recuperamos ese mundo esquivo, no lo convertimos en una imagen enmarcada que nos quedamos a modo de recuerdo. Su materia se modifica como cualquier metal que se funde para darle una nueva forma, más adaptada a nuestra época presente y futura. Este Zoco Chico, esas gentes que están ahora en la plaza, activas algunas de ellas como hormigas, otras quietas como tortugas inmóviles hasta que las presas estén a su alcance, y todas las cosas que nos rodean… pertenecen a nuestro mundo, que no es lo que era y deviene en lo que no es. Por lo tanto, nuestro mundo es lo que escapó, escapa y escapará de nosotros. Allí hay un joven ante mí, relajado, fumando y soñando, y de pronto ha entrado una muchacha bonita. Se mueve, se activa, él sonríe, ella sonríe, él le ofrece una silla, aparta a un lado sus libros y papeles, ella acepta el interés que le demuestra, él tira su colilla, ya no sueña, llama dos veces al camarero, está ahora ante un proyecto… quizá alcance con ella parte de su sueño, su sueño total o nada en absoluto.”
La verdad es que me muero de ganas de leer este libro.
Gracias por traérmelo a la memoria, amigo Sergio.
Alberto Mrteh (El zoco del escriba)
De nada. Abrazos