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LARACHE vista por… PLINIO EL VIEJO (s. I d.C.)

Máscara del dios Oceanus, encontrada en Lixus. Museo de Rabat

Repasando por encima cuanto ya he escrito y reproducido acerca de Larache, parece lógico que también se hable de su mitología y de sus orígenes, reales y literarios.

Tomando tanto “Larache a través de los textos” de Mª Dolores López Enamorado (Consejería de Obras Públicas y Transportes de la Junta de Andalucía, Sevilla, 2.004), como “Larache: Evolución urbana” de Guillermo Duclos y Pedro Campos (Junta de Andalucía. Sevilla, 2001), me permito reproducir parte de la información que ofrecen acerca de los vestigios de la ciudad y de las primeras obras literarias en las que aparece mencionada de una u otra forma.

«Situado al borde de la llanura del Garb, en la costa noroccidental de Marruecos, el territorio donde se asienta la llamada al-´Arâ´is (jardín de las flores) o al´-Arâ´is bani´Arüs (los viñedos de la tribu de Arós) se extiende por la coronación y el declive septentrional de una lata loma que se asoma al océano y cuyo pie lame la desembocadura del río Lucus…

…Los restos arqueológicos de la ciudad de Lixus se hallan junto al río Lucus, sobre unas colinas situadas a unos 3,5 Km. al este de Larache. Denominada Gemes por algunas crónicas portuguesas, las fuentes medievales árabes la denominan T´semis o Xammix, topónimo que aún hoy siguen utilizando los habitantes de la región para referirse a la antigua ciudad.»  (de “Larache, evolución urbana”)

LIXUS

«Según la tradición, hacia el año 1.100 a.C., los fenicios fundan tres ciudades en Occidente: Gades (en la península ibérica, actual Cádiz), Utica (en Túnez) y Liks, Lixos o Likus, en la margen derecha del río Lucus y a unos cuatro kilómetros del mar, en una colina conocida actualmente en la zona con el topónimo de Shemmish.

A esta ciudad fenicia, y más tarde romana, hacen mención las fuentes clásicas: el periplo de Scylax de Caria, del s.VI a.C., se refiere a ella como ciudad fenicia. En la “Historia Natural”, Plinio el Viejo, s.I d.C., sitúa en Lixus el Jardín de las Hespérides, con sus árboles cargados de manzanas de oro. Por otra parte, el Periplo de Hannón, s.V a.C., narra una expedición cartaginesa en la que las naves atravesaron el Mediterráneo de Este a Oeste, pasaron Gibraltar, siguieron la costa africana del actual Marruecos y penetraron en el golfo de Guinea. En él se hace  referencia a los lixitas, habitantes de Lixus.

Dice Plinio el Viejo en su descripción de Lixo en su Historia Natural:

El comienzo de la tierra se llama las Mauritanias, reinos hasta el emperador Gayo, el hijo de Germánico; por la crueldad de aquél fueron divididas en dos provincias. Los griegos dan el nombre de Ampelusia al cabo más lejano del Océano. Más allá de las Columnas de Hércules han desaparecido las poblaciones de Lisa y Cotas, ahora está Tánger, fundada en otro tiempo por Anteo; después el emperador Claudio, al hacerla colonia, la llamó Julia Traducía. Dista de Belo, población de la Bética, treinta mil pasos por la ruta más corta.

PLINIO EL VIEJO

A veinticinco mil pasos de ella en la costa del Océano está la colonia de Augusto Julia Constancia Zulil, separada del poder de los reyes y obligada a pasarse a la jurisdicción de la Bética. A treinta y dos mil pasos de ella está Lixo, convertida en colonia por el emperador Claudio. Los antiguos hablaron de ella con muchísimas leyendas: allí estaba el palacio de Anteo y tuvo lugar su lucha con Hércules, también estaban los Jardines de las Hespérides. Por lo demás, desde el mar se extiende un estuario con un curso muy sinuoso, que ahora se cree que eran las serpientes que estaban a modo de guardia. Encierra dentro de él una isla, que es la única que no inundan las mareas, a pesar de que el espacio circundante es un poco más elevado que ella. También queda allí un altar de Hércules, y, excepto unos acebuches, nada de aquél aurífero bosque del que hablaban.

Por supuesto que no se extrañarían tanto de las tremendas patrañas griegas publicadas acerca de estos lugares y del río Lixo quienes pensaran que nuestros autores, y no hace mucho, han transmitido algunas cosas no menos prodigiosas: que esta ciudad era muy poderosa e incluso mayor que Cartago Magna; que, además, estaba situada  frente a ella y a una distancia casi inmensa de Tánger, y otras cosas que Cornelio Nepote se creyó enseguida.

A cuarenta mil pasos de Lixo en el interior está otra colonia de Augusto, Baba, llamada Julia Campestre…

Pero si la tradición literaria sitúa el nacimiento de Lixus en el siglo XII a.C., los hallazgos arqueológicos no permiten ir más allá del s.VIII a.C. Sabemos que, a partir del s. III a.C. Lixus conoce una prosperidad urbana importante, que se extiende a lo largo de varios siglos. En el 42 d.C., bajo el reinado del emperador Claudio, Lixus se convierte en ciudad romana, siendo la época en la que se construyen varios monumentos públicos y casas privadas ricamente decoradas.

La cabeza del dios Océano antes de su degradación: fotografía tomada por Henri Stern (en 1967?) (archivos fotográficos del Centro Henri Stern, ENS/CNRS, París).

 A finales del s.III y durante el s.IV d.C. se construye una muralla que reduce a la mitad la superficie inicialmente habitada. Ahí comienza una etapa de imparable decadencia.

…A unos 30 kilómetros de Lixus se encuentra el Cromlech de M´Zora, primer vestigio de ocupación humana en lo que sería, muchos siglos después, la región de Larache.

Por lo que respecta a la ciudad de Larache, poco sabemos de ella hasta el s. XIII d.C.. Las escasas referencias que se dan en los textos medievales hacen muy difícil precisar cómo era esa ciudad, a orillas del río Lucus. Los principales historiadores árabes no la mencionan, y tendremos que esperar al s.XV para que el nombre de Larache aparezca en los textos de los autores (historiadores y viajeros) de la época.»

(del prólogo de “Larache a través de los textos” y parte del texto de Plinio reproducido por la profesora María Dolores López Enamorado para su libro)

En fin, Larache, Lixus, Lixo, Lucus, al-´Arâ´is o al´-Arâ´is bani´Arüs, encierra mil historias y mil leyendas, una mitología que ha sobrevivido a lo largo del tiempo. Y hoy, en pleno siglo XXI, las viejas ruinas romanas de Lixus parecen temblar ante el cerco al que están siendo sometidas de nuevo. Ahora no se trata de salvajes hordas enemigas, de cartagineses o de beréberes, se trata de bárbaros venidos de oficinas inmaculadas en las que guardan sus planos que ya no describen estratagemas, emboscadas o luchas cuerpo a cuerpo, en ellos se diseñan carreteras, edificios y restaurantes. La vanguardia ya está allí, a escasos metros del saqueado mosaico del dios Okyanus, con una decena de excavadoras amarillas que ronronean a la espera de la orden de ataque…

Sergio Barce, febrero de 2011

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