Estoy leyendo Conversaciones con Woody Allen (Conversations with Woody Allen) de Eric Lax, publicado por Lumen y con traducción del inglés de Ángeles Leiva. Un libro muy bien editado, interesante y divertido. Y me encuentro con la siguiente anécdota que le relata el genial Woody Allen al entrevistador en abril de 2005 y que no me resisto a reproducir:
«…Eric Lax: ¿Sigue escribiendo a mano?
Woody Allen: Sigo escribiendo como siempre, a mano y luego con la máquina de escribir de toda la vida. Lo escribo a máquina porque nadie entiende mi letra. Luego lo repaso otra vez y como la mayoría de las veces lo destrozo tengo que volver a mecanografiarlo. Me quejo de tener que escribir a máquina, pero en el fondo no me importa tanto. Me pongo música y aprovecho para escuchar mis discos de Jelly Roll Morton.
A mis dos hijas les encanta jugar con la máquina de escribir. Siempre me preguntan: <¿Podemos escribir? ¿Podemos escribir?>. El otro día me estaba acordando de cuando la compré por cuarenta dólares; tenía dieciséis años y ahora tengo casi setenta, y ahí están mis hijas, enredando con la máquina de escribir; una Olympia manual portátil. No tiene ni un solo rasguño. Está reluciente como el primer día.
(Durante sus primeros años como escritor, Woody no sabía cambiar la cinta de la máquina de escribir, así que invitaba a cenar a alguien que sí sabía y durante la velada decía como quien no quiere la cosa: <Ah, por cierto, ¿podrías echarme una mano con esto?>.)»
Esta anécdota me ha recordado que mi forma de colgar un cuadro siempre ha sido preparando una cena para mi hermano.
Es un placer leerte.
Alberto Mrteh (El zoco del escriba)
Pues sí que es curiosa tu forma de colgar un cuadro…