De nuevo traigo las Semblanzas de Sara Fereres de Moryoussef, las últimas, que son tan deliciosas o más que las anteriores. Estas me parecen originales porque me hablan de una época lejana que no conocí y me descubre historias, personajes y anécdotas que sólo conocíamos de oídas. Es, pues, un pequeño delicatessen más con el que nos lleva de regresao a un Larache tan lejano como cercano.
Sergio Barce, julio 2012

calle Mulay Ismail – foto de Javi Lobo
Semblanza de Larache V
Estoy segura de que muchos de vosotros aún recordareis el Teatro España, ese amplio local “decorado” con hileras de butacas de madera, del tiempo de “Mari Castaña”. Eran tan duras como una piedra aunque suficientemente amplias como para poder acomodar a las personas obesas. El precio de las entradas era asequible para las personas de clase media, pero los muchachos de pocos recursos, los moritos y los soldados rasos preferían ver la película desde “general”, más barato. Aquel espacio se encontraba cerca del techo, rodeado de los asientos de “platea” situados a ambos lados de “general”. Por el hecho de ser un teatro, la parte alta dominaba mucho mejor el escenario. Debajo de “platea” se encontraba otra hilera de espacios separados entre sí, con excelentes asientos para los ocupantes. Esta área, tenía un costo ligeramente superior al de las butacas. Cuando se apagaban las luces y comenzaba la proyección de la película de inmediato, desde “general”, llovían toda suerte de cáscaras de pipas, conchas de cacahuete y… peor aún, sendos escupitajos lanzados acertadamente por algunos tipos malintencionados. Las películas que nos ponían a las 11 de la mañana, en Domingo, eran de vaqueros, la mayoría de ellas eran cintas de los años veintitantos. Estaban terriblemente desgastadas, por lo cual se cortaban a cada rato. Tan pronto ocurría esto, el público de “general” demostraba su disgusto atronando la sala con sus ensordecedores pitidos. Batían los bancos de madera, pateaban el suelo e insultaban a los operarios, adjudicándoles la culpa. ¡Pobres! No la tenían.

Para las personas mayores se pasaban películas apropiadas. Todas eran españolas, argentinas y mejicanas. De flamenco, cómicas, “ché”, “manitos”, etc… Como es natural eran habladas en español. Las pasaban en dos sesiones, la una a las 7 y la otra a las 9 de la noche. Para mí, una cría con apenas 8, 9 y l0 años, durante la Guerra Civil tan solo las vaqueras fueron mis preferidas. Me fascinaban Tom Mix, Ken Maynard y “el chato bandido”. Si las pasaban diez veces, pues otras diez veces las veía.

Me encantaba escuchar a Ken Maynard decir “waryuwan” (what do you want) y “hansup” (hands up). Parece mentira, pero sigo recordándolo como si fuera hoy. Durante la época invernal, un personaje popular, Totó, era comerciante ambulante. Se acomodaba frente al Teatro y en un fogón inventado por él se dedicaba a asar castañas. ¡Qué delicia! Comprábamos uno o dos cartuchos de papel llenos de tal ricura. Así, bien calientitos, nos los metíamos en los bolsillos. Así era como nos calentábamos durante la sesión. Por entonces no conocíamos la calefacción central, ni el aire acondicionado. Aún vivíamos en tiempos “de zemán”. Durante la “República” los habitantes de Larache disfrutaban asistiendo a obras de teatro, zarzuelas, operetas y numerosos espectáculos en vivo. Todo esto se presentaba en el Teatro España, antes de que lo convirtieran en Cine. Al comienzo de la Guerra Civil Española ya no fue posible seguir así. Solamente a partir de 1942 ó 1943 Larache comenzó a disfrutar de espectáculos “en vivo”. Para aquella fecha ya se había creado “Los amigos de la música”. Si mal no recuerdo, este salón se encontraba en el colegio “Grupo España”. Ahí nos deleitábamos escuchando a cantantes famosos, hombres y mujeres. Invitaban también a toda suerte de coros y ejecutantes de instrumentos musicales, así como a célebres declamadores. Esto fue para nosotros, los jóvenes, una tabla de salvación. Disfrutamos viendo y escuchando numerosos actos culturales que, hasta entonces, no habíamos conocido. ¡Mi Larache querida de aquellos años inolvidables…!
Caracas 21 Diciembre 2007

Sara Fereres con su nieta Sara. hija de Raquel
Semblanza de Larache VI
Es asombroso comprobar que, a pesar del tiempo transcurrido, los recuerdos de una época feliz no han perdido su encanto. Como destellos deslumbrantes regresan, una y otra vez, para transportarnos a ese pasado inolvidable. ¿Qué larachense olvidó la época veraniega? Creo que ninguno porque “nuestra playa”, la de la otra banda, era única. Las vacaciones estivales siempre fueron fabulosas. Todos los días los pasábamos en la playa menos el Sábado porque, como judíos, los respetábamos. Bien temprano cargábamos los aperos playeros y nos dirigíamos al embarcadero. Tan pronto llegar, el Chato (“nuestro botero”), estaba listo para recibirnos. Al llegar al embarcadero nos poníamos a brincar a lo loco para entrar al bote, el cual, dando bandazos de un lado a otro, nos ponía a pique de caer al mar. Afortunadamente eso nunca pasó. Me gustaba remar y a pesar de que cuando comencé, andaría por los 10 ó 12 años, el botero me cedía un remo y él con el otro tratábamos de adelantarnos a los otros botes. La competencia era dura pero yo… jamás me arredré, puesto que hasta el día hoy sigo siendo tan terca como una mula. No puedo negar que llegaba a la otra banda, reventada por el cansancio. A pesar de todo era sabroso zambullirte en las “escalerillas” o en los “bloques” del espigón y, así, todo el cuerpo recobraba su vigor. Generalmente toda la familia pasaba casi todo el verano en la playa. Cuando éramos unos críos mis padres nos acompañaban, pero a medida que fuimos creciendo lo hacíamos solos. Mis hermanos Elisa y Memel (Samuel) adoraban la playa, igual que yo.

cogiendo la barca – foto de Itziar Gorostiaga
Las playas venezolanas son de ensueño: las palmeras de diferentes especies crecen por doquier. Ofrecen una sombra muy agradable la cual nos protege de un abrasador sol tropical. Las arenas son extensas y en algunos lugares recuerdan las de mi pueblo marroquí. El mar en calma es de color indefinido muchas veces. Hay días que aparece azul, otros, verdoso. Ya se imaginan, playas tropicales durante los 365 días del año. ¡Mas nunca son como “la otra banda” de mi infancia y juventud.

la otra banda – foto de Javi Lobo
¿Recuerdan las rocas? Ese lugar tan apreciado por los nadadores. No teníamos trampolines, pero no hacían falta. Una buena zambullida desde el roquedal me satisfacía más que cualquier plancha. Cangrejos paseándose entre los adheridos moluscos y enormes rocas decoradas de verde musgo largo, tan suave al tacto como la cabellera de míticas sirenas. Nadar, juguetear en el agua y, a la salida, lanzarte sobre esa arena blanca y esponjosa de la playa de las olas, es hasta hoy un recuerdo imborrable.
El promontorio de Punta Negra era muy agreste. Cerca de él se habían formado unas dunas donde crecían unos cuantos arbustos espinosos, bastante desagradables. Decían que por allá había culebras y otras alimañas. Nunca creí en ese cuento, según parece lo decían para evitar que nos alejásemos demasiado de la playa.
Aún veo la elevada proa del “Pax”, ese barco mercante que encalló a finales del S. XIX (o principios del XX), cerca de la playa de las escalerillas. Cuando la marea bajaba, se formaba una especie de laguna alrededor de sus restos. Fue ahí mismo donde aprendí a nadar. Afortunadamente el recuerdo, no desaparecerá, porque las fotos que conservo seguirán siendo testimonio de aquella era inolvidable.
Caracas 3 Enero 2008

SARA FERERES CON ALGUNOS DE SUS NIETOS
Semblanza de Larache VII
Vamos a complacer a los amantes de mi inolvidable terruño narrando otra semblanza. Se hace más difícil a medida que pasa el tiempo, porque creo haber escrito casi todo lo que recuerdo. Creo que no habrán olvidado que, en nuestra ciudad, habitaron hasta su deceso muchos miembros de la familia De Guisa: Mr. le Duc François y su consorte Mme. la Duchesse Isabelle. Supongo que la mayoría de vosotros saben que esa pareja fue pretendiente al trono de Francia. Como en su país de origen el gobierno era de ideología republicana, solicitaron al rey de España Don Alfonso XIII que les permitieran instalarse en cualquier territorio sujeto a dominio español. Es probable que se instalaran en Larache debido a que dicha ciudad estaba situada en Marruecos.

Isabel de Orleáns
Así fue que se radicaron en ella cuando construyeron el Palacio Ducal que existe hasta el día de hoy, el cual, con el paso del tiempo, fue convertido en Hotel. Precisamente ahí fue donde nos alojamos mi esposo Saadiá (Z´L.), mi hijo Alberto y vuestra servidora, cuando en l985 visitamos Larache por última vez. Ya no queda ningún familiar nuestro porque todos ellos emigraron hacia otras tierras. Los descendientes de los Duques habitaban en Rabat, aunque siempre regresaban a nuestra ciudad para pasar la temporada veraniega con sus padres y abuelos. El Conde de París su hijo no los visitaba con tanta frecuencia, pero las princesas y un hermoso nietito, nacido después del fallecimiento del Duque, nunca dejaron de visitar a la Duquesa. Un recuerdo que no he podido olvidar se relaciona con aquel lindo bebé. Durante el verano, cuando salía de casa para ir de paseo, o algunas veces de compras, por el camino me encontraba con una niñera que conducía el cochecito del nene. La criatura era un encanto: gordita y de cabello rubio como un sol rutilante. Le recuerdo como un bebé gracioso de iluminada sonrisa en su arrebolada carita. Algunas veces se encontraba dormido. ¡Se veía tan dulce! Parecía un angelito.

Duques de Guisa
No deseo cansarles con el “cuento” de la familia ducal porque supongo que no es importante para todos. No quiero omitir algo muy pueril pero que me llamaba la atención. Todos los Domingos, “nuestra” Duquesa llegaba a la Iglesia para asistir a misa. Aparecía sentada en el “Simca”, un diminuto coche (creo que era de color verde) conducido por su chofer, el mismo señor que, a caballo, acompañaba a las nietas cuando éstas se dirigían a la Hípica para practicar la equitación. Tal día, cuando salía de casa, me detenía cerca de donde estaba la Iglesia para ver como la Duquesa trataba de salir del vehículo sin doblarse en cuatro porque su estatura era muy elevada aunque su contextura enjuta. Me daba la impresión de que podía quebrarse si no se agachaba suficientemente. Es una tontería, pero el recuerdo no se ha borrado.
El Conde de París y sus hermanas visitaron a su madre viuda muy pocas veces. No obstante conservo una fotografía de cuando mi tío Elías Fereres (Z´L), el Director de la escuela “L´Alliance Israélite Univrerselle” de Larache, fue condecorado con la medalla “Les Palmes Académiques”; no recuerdo por cuantos años ejerció como profesor y más tarde como Director de dicho colegio francés. Fue el mismo Conde la persona que le impuso la condecoración. Eso sería a mediados de los años l960, porque poco después, mi tío y su familia, emigraron a Francia.
No se imaginan cuantos son los recuerdos que aún subsisten, a pesar del transcurso del tiempo. Durante ocho años trabajé en la firma “Solomon S. Fereres”, representante de la Cia. “Saccone & Speed Ltd.”. La oficina se hallaba situada en la “Calle Duquesa de Guisa” enfrente del famoso aserradero de D. Antonio Balaguer. Pegado a nosotros se encontraba el taller de un experto marmolista, cuyo trabajo era tallar lápidas para los difuntos. Muchas veces “me veo” hoy frente a su taller, admirando de cerca su destreza cuando dedicaba su tiempo a labrar con delicadeza el duro mármol. Cerca de aquel taller estaba situada la oficina del Sr. Ferrero, el abogado de la empresa que regentaba mi tío. Encima de estos locales vivía el Sr. Guagnino, Cónsul de Italia en Larache. Más allá del ala izquierda de nuestra oficina, teníamos un bar (el de Luisa) y un poco más lejos, en la misma acera, el taller de ebanistería del muy apreciado amigo, Don Joaquín De la Vega. Me parece estar reviviendo aquella época… ¡Fue, tan grata…!
Bueno por hoy ¡Sanseacabó! Quizás he repetido algo de lo que ya leísteis antes. Si es así, disculpen por favor, a veces mi dichosa memoria suele enredarse un poco. Por eso muchas veces, olvido lo que ya escribí. No releo las semblanzas previas. Me fastidia hacerlo.
Sara Fereres de Moryoussef. Caracas Enero 2008

Larache – foto de Itziar Gorostiaga