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«MEMBRANZAS DE MI MANCEBES EN LARACHE», POR MERCEDES DEMBO

La poetisa larachense Mercedes Dembo me envía uno de sus encantadores y nostálgicos relatos en jaquetía. Con un humor fresco, hace un pequeño vieja de regreso a sus recuerdos más queridos, un viaje que nos invita a volver a pisar calles, establecimientos y lugares que han marcado tanto su vida como la pequeña historia de Larache. Un relato endiamantado.

Sergio Barce, julio 2014

Mercedes Dembo

Mercedes Dembo

 Membranzas (Memorias) de mi mancebes (juventud)

en Larache

Ma’ase de los churros

Solía pasar largas temporadas en Larache en cazza de mis tías. Me gustaba ir a mercar churros para el ftor (desayuno). Primero entraba a la papelería Damián a mercar unos cromos para mi y una novela de Corin Tellado pa mi prima; mamá las llamaba-: “histoires a l’eau de rose” (cuentos con agua de rosa), de lo que suspiraba mi prima; discués me iba a una churrería que estaba detrás del bar Matías de la caleja Chinguiti, ueno no era ninguna baqqala (tienda) máz bien una churrería ambulante en un rincón de una caleja, al final de esa caleja estaban los almacenes Martinez; ahí laboraba un primo enmuestro.
La señora churrera era una mujer gorda con unas tetas cade que, y eran para mi como un techo, yo era un tapito de cortita y no cudía ver su cara. Ella siempre vestía de preto (negro) con un delantal grande marrón. Cuando me veía se areía y me llamaba -petite brebis frisée- obejita rizada, por la cantidad de bucles que tenía. Me contó que vivió unos años en Marsella durante la guerra civil; su marido estuvo en el frente popular y mandó a la mujer y a los hijos a salvo en Francia, saha (pero) los mal.logrados (canallas) de los franquistas le fusilaron.
A mi me gustaba ver todo el proceso del hazer los churros. En frente de ella había una hoguera con una sartén redonda bien grande llena de azzeite cayente. Me quedaba wuakfeada (de pie) cabe el carrito, ‘ajbeada (sorprendida) de ver como manejaba la churrera dándole ueltas como un tornillo, y salía la masa luwándose (retorciéndose) como si fuera un guzzano, directamente en la sartén. Había que gablearlo (vigilarlo) para que la braza no sea muy cayente y quemé el azzeite. Cuando la masa estaba bien jamreada (dorada) sacaba ese churro el «redondel» como lo llamaban, de la sartén y le ponía sobre papel para empapar l’azzeite; lo cortaba en cashitos (pedazos) como unos 10cm o máz los empolvaba con azucuar. Me los ponía en papel absorbente y volvía a cazza. El golor (olor) era tan endiamantado (bueno) que no cudía resistir la tentación de gostar uno y otro en el camino; cuando llegaba a cazza, mi tía me miraba de reojo con una sonrizita.

LARACHE

LARACHE

Todos estaban sentados en la mezza asperando el ftor (desayuno), el tipad (tetera) de té verde con hierbawuena estaba aprontado (preparado) sobre la mezza con los bazzitos dorados de vidrio, ponía los churros en un plato grande y tamién (también) biscochitos.
A mi me gustaba de vez en cuando chocolate espeso, lo hazzia con kashitos (pedazos) de chocolate que ponía a derretir y un poco de leche.
El día que venian convidados (invitados), tita los serbía en la sala; la sala era muy bonita; tenía cuertas de vidrio caladas, en las paredes colgaban gobelinos auténticos, en los rincones habían jarrones grandes de porcelana china y contra una pared había un bufete de madera muy fina con cuertas de cristal de colores, una maravilla; le tenia repleto de cristalería y más hajitas (cositas) endiamantadas, la mezza grande era tamién de madera muy fina. En esos tiempos de yahasra mi tio tenia muchos chavos (dinero).
Tita traía la senilla (bandeja) redonda de plata que la mercó su marido en un viaje de negocios a Fez; ahí ponia el tipad de plata y los basitos de té del bufet. Tamién traía dulces de muchas clases y letuario las pascuas (menos el pesaj) ponia fijuelas, maronchinos, mazapanes, cabahzales. Se pasaban la tarde hadreando (hablando), melgheándose (bromeando) y arriéndose y ¡a immá! qadeso makleaban (comían) esas mujeres, parecía que tenían flaqueza (hambre). Yo no entraba ahi, nada más saludaba, me daban bezzos como ventozzas, siempre me limpiaba la cara.
La sala era para comer el Sabad, pascuas y bizita, las cuertas quedaban aferrojadas (cerradas) los otros días de la semana.
Al medio día, en la semana me mandaba al bakalito del Susi Brahim que hazía esquina con la caleja Daisuri, a mercar lo menester para los bocadillos; cuando él me ve veía entrar dizía: halaquila la francezita.
-¿Que se le sirve hoy guapa?
-Una peseta de azzeitunas y otra de atún –contestaba.
De allí pasaba a la panadería Alarios que estaba justo al cruzar a mercar panecitos.
Discués de uen ttiempo m’ acostumbri a mercar por peceta todo; mozotros en Soko l’arba mercabamos por kilo, por litro, por cashas (cajas).

Don Aurelio Gómez Paños

Don Aurelio Gómez Paños

Encima del susi (tendero) vivía Don Aurelio el muziko con su famia, todos los hijos eran muzikos. En el mizmo foqi (piso) vivía la familia de Aiash del periodista del “Chivato de Larache”, una de las hijas era amiga mía; abasho vivía la familia de Mercedes Lezerovich y por otra entrada mi tía Simha Ovadia hermana de mi auelo paterno. Era una cazza endiamantada; a la entrada habían cuatro scaleras, el pasillo era largo y ancho todo de azulejos. Me gustaba sentarme en las escaleras, hazia mucho frezco.
Tia Clara vivía en las cazzas de Mose Assayag; en esas cazzas moraban unas cuantas famias judias como los de Oziel, que stan awera en Andorra, Señora Preciada y famias españolas como los Montecatines que tenían una pastelería frente al Cine Ideal. Había un ambiente de hermandad. Al fondo de esa caleja staba el molina de harina.
En frente de las cazzas había un terreno vazío, todo arena, mozotros los niños juwuabamos en el. El verano se ponía ahí el circo español. ¡Como moz farjeabamos (alegrabamos)! con payasos, los trapecistas se colgaban al aire, que spanto. Un tio que tenia un cine, mos traia entradas debalde.
Un verano cuando avoltí a Larache encontrí que habían fraguado un comedor para lo pobres, en el mizmo luwar donde ponían la carpa del circo. Señora Strella Amselem una gran mizbotera (benevolente) era la que bushco los chabos, preparo todo, jatta se ponía delantal y mekneaba (servía) la comida. Recibían acuda (ayuda) financiera y productos alimentarios del Joint Americano, una organizacion judía de benevolencia.
Señora Strella quería mucho a bapá (papá) que era muy amigo de sus hijos Abraham el farmacéutico y Amran el dutor; ella es la que empusho a auelito a mandar a bapá a estudiar a Madrid; bapá y Abraham ambezzaros (estudiaron) juntos en la universidad en Madrid.
Ua esto voz contaré.

Mercedes Dembo Barcesat

LARACHE

LARACHE

 

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LA CASA JUVENIL DE MI PADRE, un relato de la escritora larachense MERCEDES DEMBO

Después de regalarnos varios relatos en jaketía, Mercedes Dembo me envía este pequeño pero hermoso y entrañable relato, tan cándido como directo, tan emotivo como elegante. Muchas veces, lo más sencillo resulta casi perfecto. O quizá es que, como me suele decir un amigo, nos hacemos mayores y uno comienza a valorar mucho más cosas como ésta.

Sergio Barce, julio 2012

Mercedes Dembo

LA CASA JUVENIL DE MI PADRE

por Mercedes Dembo

Mi hija Rut me dice: papá voy a hacer un viaje a Madrid con un grupo, les serviré de intérprete.

Sabes papá como me hablaste tanto de la casa de huéspedes donde te alojabas durante tus estudios,

estuve pensado buscarla cuando llegue a Madrid. Trataré de encontrar a alguien que se acuerda de esos tiempos. Anda dame todos los datos, la dirección, el nombre de la gerente; así cuantos más detalles me des me será más fácil ubicar la casa.

-Mijita eso era antes de la guerra civil, ha pasado demasiado tiempo… ya estarán muertos. 

-Tú estás en vida papi quizás haya alguien que recuerde esa época; me dijiste que tenían un hijo y una hija aproximadamente de tu edad. Voy a traer el bolso con las fotos tuyas de estudiante y escoger algunas para llevármelas.

-¡Ay reina! cuando tienes algo en la cabeza no lo sueltas, pero me gusta mucho tu idea. Y sabes pensándolo bien le voy a preguntar a Mair Matitia y a Abraham Benkesus que estábamos juntos en esa pensión, quién sabe recordarán otros detalles. A Abraham le daba por hacer fotos de todo lo que veía.

Raquel trae ansí (así) me quedes tu la bolsa de las fotos, escogeremos algunas.

Rut sacó una foto y me dijo enseguida papá: ¡mira esta foto de mamá! ¡qué guapa era!

¡Quéé ! y por qué crees que me enamoré de ella, aquí tenía quince años y yo veinticinco.

Sabes, tu abuela Ester -en buen olam (mundo) esté- no quería que viniera a enamorarla, decía que era muy joven todavía pero yo era muy terco. Todos los días por la tarde venía y me quedaba recostado en la puerta de entraba hasta que tu abuela me decía entra Samuel no te quedes ansí parado; ven tomate un vaso de té unas tortitas cayentes (calientes).

¡Qué manos tenia tu abuela para la pastelería!, era una maestra así como tu madre.

-Bueno papá tengo que irme al trabajo. Ten todo listo para mi ya sabes que viajo dentro de una semana.

Llegó el momento de viajar volando, Rut tenia todo listo y una carpeta llena de fotos antiguas. Mis primos la esperaban en el aeropuerto de Barajas y la llevaron a su casa.

Al día siguiente Rut empezó con sus investigaciones; al principio  parecía que no iba encontrar nada, durante varios días estuvo recorriendo el barrio de la casa de huéspedes, buscando la dirección que le había dado. ¡Pobrecita como tendría los pies! Ella me decía que era como si la tierra hubiera tragado la casa. Claro que después de tantos años habrán construido otra cosa, pisos o algún tipo de negocios. Por fin encontró a un señor mayor que se acordaba pero no era exactamente la dirección, sino que dicha dirección estaba calle trasera. ¡Uf, que despistado era! -dijo-

Año 1934 – de pie a la derecha Edery, mi papá, enfrente sentado Moselito Altit, sentado con el gorro y la taza en frente creo que es Isaac Amselem, los otros no recuerdo – foto tomada en Peñalber Nº 7 – almuerzo moruno

Aquí está tal como me lo contó mi hija Rut. Me quedé largos momentos mirando la fachada de la casa; era casi como me la habías descrito, no parecía que la habían encalado desde tus tiempos.  Tomé varias fotos. Me emocioné mucho y casi no iba a entrar pero en ese momento salió un muchacho y le pregunté; me dijo que su abuelo es el que sabría y me hizo entrar. El señor Fernando tendría unos noventa años estaba sentado en la mecedora con una manta alrededor de su cuerpo enjuto. Me presenté y le expliqué lo que buscaba. El pobre se emocionó tanto que le saltaron las lágrimas, me cogió la mano y la apretó contra su pecho.

¡Claro que se acordaba! Cómo no se iba acordar de Samuel que los hacia reír tanto y que llenaba a su vieja de besitos; decía que le recordaba a su madre. Me dijo que parecía mucho a mi padre. Se acordó de cada uno de los estudiantes de la pandilla de papá y de todos larachenses, me contó varias anécdotas algunas muy traviesas. Pero era muy estudioso y fue una pena que no llegó a terminar su carrera; los tiempos eran duros y sobre todo si uno tenía simpatías por la República. Enseguida me mostró algunas fotos que no conocía y le pedí permiso de copiarlas. Su nieto nos hizo una foto. Pasamos unas horas memorables; él recordando y yo bebiendo cada una de sus palabras.

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