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EL PESO DEL AMOR, relato del escritor larachense MOHAMED AKALAY

   Del escritor larachense y amigo Mohamed Akalay, ya he publicado en este blog otro relato que, como éste, se recoge en su libro «Entre Tánger y Larache» (Sial / Casa de África, 2006). Aquí nos sumerge en el tema de la desesperada huída en patera a la que se han visto y se ven obligadas miles de personas, y a las injusticias a las que se enfrentan algunas mujeres en situaciones extremas.

Sergio Barce, mayo 2011

   <El paso de la vida es como las olas del mar. Vienen, una después de la otra y, cuando quieres darte cuenta, la que has visto hace un momento, ha desaparecido; todas se repiten y ninguna es como la anterior. Lo mismo con la vida, una persona se va y tienes a otra al lado; cuando quieres darte cuenta y amarla, o te vas tú o se va esa persona.>

   ¿Qué pasa en el cerebro de la muchacha para pensar de esta manera? La joven piensa en las dificultades que tiene delante. En lo que la espera en un cercano futuro, junto a un enorme número de personas. Hay más mujeres que hombres. No quiere dejar que el recuerdo huya de su lado; en él se reconforta. Quiere traer al presente la facilidad que otrora hubo en su vida. Quiere detener su tiempo. Quiere olvidar la angustia de intentar entrar en España clandestinamente. ¿Qué culpa tiene ella si en el consulado no le han querido dar el visado para viajar como una persona? <Tiene que traer la autorización de su marido> –le dice un empleado-.

   La mujer piensa en el fondo de su alma que su pasado está allí, pero que es inasible.

   Languidece el día cuando mi marido entra; llevo esperando su llegada toda la tarde y parte de la noche.

   -Querida, perdona que haya tardado un poco, pero el trabajo me tenía entretenido…

   -No te preocupes, Mohamed; lo importante es que ya estás aquí. Claro, podías llamar y decir que tardarías. ¡Es que le temo tanto a los accidentes!

   -Intentaré llamarte la próxima vez si tengo que tardar. ¡Prometido!

   ¡Siempre dice lo mismo y nunca lo hace, es un caso! Pero sé que si no lo hace es por olvido, no por otra cosa.

   ¡Soy la más afortunada de las mujeres! Mi marido me ha dado lo más grande que una mujer puede desear. A él aún no le voy a dar la noticia. Esperaré un par de días más para estar segura.

   -¿Sabes? Dan una película muy bonita y quisiera verla. ¿Te apetece ir al cine?

   -¡Claro que sí!

   Soy la más feliz del mundo. Quiero a mi marido y tengo todo lo que una persona puede desear. Amor, buena situación, nuestras familias se respetan, tenemos estupendos amigos… Y por si fuera poco, estoy embarazada; creo que no hay dudas en ello. Mi marido ha tenido la prudencia de cuidar nuestro cariño, de llenarlo de perfumes y de llevarlo a lo más profundo de nuestros corazones. Me ha pedido que deje los estudios para dedicarme a nuestra casa; para que cuando tengamos hijos les consagre toda la vida; que no nos falta de nada porque con su salario podemos vivir holgadamente. Y así lo he hecho. Por él, por su cariño lo he dejado todo. ¿Habré obrado bien al abandonar mi formación?

   El verano pasado, antes de quedarme encinta, estuvimos de viaje y lo pasamos muy bien. Recordarlo me da un temblor que me atraviesa los huesos; fue tan bonito que no lo puedo dejar perdido en el pasado. No paramos un solo momento. Ciudades maravillosas, museos, tiendas para elegir lo más bonito para vestir. Atenciones y cariño. ¡Ah, esos días maravillosos! Mi marido me lo da todo; soy afortunada y agradezco a Dios su generosidad al ofrecerme este compañero. Al regresar a casa su comportamiento se hace más cariñoso, más grande. Soy una privilegiada y no le puedo pedir a la vida nada más.

   -¿Vamos solos o llamamos a Hasan y Turía?

   -Prefiero que estén ellos también; así tengo con quién charlar.

   Y Mohamed los invita y nos citamos en la puerta del cine. Cuando ellos dos, Hasan y Mohamed están absortos viendo la película le digo quedo a Turía que salga conmigo un momento.

   -¿Sabes, Turía? Por fin lo he conseguido; creo que lo he conseguido… Soy muy feliz.

   -No entiendo qué quieres decir.

   -¡Creo que voy a tener un niño!

   -¡No me digas! Es lo mejor que me han dicho desde hace mucho tiempo. ¡Qué alegría, Nora! ¿Lo sabe ya Mohamed?

   -No se lo he dicho todavía; estoy esperando hasta estar segura…

   -Si no has tenido la regla es que estás encinta; déjate de tonterías.

   -En realidad así es… Pero es que…

   -¿Qué esperas? Tu marido lo estará deseando más que nada. Tienes que decírselo ya.

   Mi amiga me convence para que esa noche le dé la noticia de mi estado a mi querido marido. Cuando lo sabe me abraza tan fuerte que casi me estruja.

   -Ya sabes, todavía no estoy muy segura.

   -De eso no hay la menor duda. Tú tienes en tus entrañas a nuestro niño…

   Su cariño crece; sus atenciones son más afectuosas; sus regalos más frecuentes. Cuando vamos al médico y certifica mi embarazo, su alegría roza la locura; se convierte en el hombre más infantil que había visto. A cada momento imita el llanto de un bebé, y me dice que me levante rápido que <nuestro niño nos necesita>. Ninguno de los dos quiere saber si se trata de hembra o varón; <lo que importa es que tengas un alumbramiento bueno y sin complicaciones, y lo que venga que esté sano y completo; lo demás me da igual; chico o chica es exactamente igual> –me dice, cuando sale a colación de si sería bueno que fuera un niño o una niña-.

   Uno de los días felices es cuando vamos a comprar la cunita; es algo que tengo marcado en el alma, no sé por qué, pero ese día fue algo maravilloso.

   Y llega el día del parto; mi marido no se aparta de mi lado; está sufriendo por lo que sufro; y con ese dolor que solo la mujer conoce, lo quise aún más, agradeciéndole la oportunidad que me brindaba de dar vida a una persona; la gloria más grande de los seres vivos. Es una niña muy hermosa. Ambos le damos nuestro amor más profundo.

   Los meses siguientes compartimos alegría y felicidad junto a la pequeña Zainab. Son días de tranquilidad, amor compartido y sentido de responsabilidad. Y…

   ¿Tenía que ocurrirme a mí? ¿Qué mal hice en la vida para que me ocurra algo tan tremendo? Quisiera no recordar este periodo, mas se me hace imposible.

   La noticia me llega a través de mis padres. Ellos vienen a la casa y me dicen que mi marido ha muerto en un accidente. ¡Un accidente! A lo que más he temido toda mi vida. Desgracia. Mi niña tiene únicamente un año y se ha quedado sin padre. ¿Qué hacer?

   Angustia, impotencia, dolor.

   Y empieza el duro periplo de buscar trabajo; de pedir consejo y apoyo a los que siempre se consideraron amigos. Y florece la verdad. Todos quieren acostarse conmigo. No recuerdo a uno al que me haya dirigido y que no haya demostrado interés por mi cuerpo y mi sexo. Puede que exista alguno por ahí que no sea de esta casta, ¡yo no lo he conocido!

   Todos ven en ti a la que fácilmente pueden obtener. A <la tía que está necesitada de sexo y que no puede rechazarme; total, todas son iguales>. Muy pocos creen que sigues enamorada de ese hombre ya ido; que el sexo ha muerto porque él ya no está. Muy pocos te prestan su ayuda sin pedir a cambio <una buena tarde en…>. ¡Y cada vez quiero más a mi marido!

   El trabajo no aparece por ninguna parte. ¿Qué hacer? La niña necesita una infinidad de cosas que tengo que asegurarle. Los ahorros logrados por Mohamed y yo amenazan con diluirse. Cuando el dinero se acabe, ¿a quién podré acudir?

   Pido un visado y me voy a España; me quedo y busco trabajo. ¿Puedo hacer otra cosa? El visado es temporal, pero no me queda más remedio que engañar a los que dan ese permiso de entrada a España; debo buscar una salida a esta difícil situación lo antes posible.

   En el Consulado me dicen que como no tengo medios para subsistir en España, el visado se me deniega. ¿Qué hacer? Pues como casi todo el mundo; buscar a los que te llevan en barcas hasta la costa española. Esto, antes que entregar el honor de mi marido a estos desalmados. Lucharé por mi hija toda mi vida, y haré de ella una mujer de bien.

   Ahora estoy aquí y espero que el hombre que nos va a llevar a España cumpla con su trabajo lo mejor que pueda para ofrecerme la oportunidad de trabajar. ¿Me respetarán los españoles? ¿Querrán darme trabajo sin pedirme a cambio que me acueste con ellos? ¡Oh, Dios, es lo que más deseo! Estoy dispuesta a todo, a matarme trabajando, pero jamás me volverá a tocar otro hombre. ¡Soy de mi marido para siempre jamás!

   Lo que más me ha dolido es que Hasan también ha querido acostarse conmigo; he sido incapaz de decírselo a su mujer; no he querido generar un problema familiar. Se ha olvidado que mi marido, es su amigo y ha insultado su memoria, que su mujer es amiga mía; se ha olvidado de todo y únicamente quería tener mi cuerpo; pero eso jamás ocurrirá. ¿Así son todos los amigos? ¿Y si se entera su mujer, qué podría hacer?

   La joven mujer se siente cansada. Los ojos quieren cerrarse. Piensa, casi soñando, que jamás buscará nada fuera de ella misma; que siempre irá por el camino que su interior lo indique.

   El hombre que la recibe está perfectamente bien vestido; traje y corbata. Está sonriendo y le tiende amistosamente la mano, como si se conocieran de toda la vida.

   -Bienvenida, Nora. ¿Sabes que te llevamos esperando toda la vida? Tu sitio está desocupado desde que se creó el mundo.

   -Pues ya estoy aquí. Tengo noticias de vuestra espera, pero no podía venir porque tenía una misión que cumplir. Ahora me dedicaré a mi trabajo aquí.

   -Vamos al coche. Así llegaremos antes.

   Nora siente que está volando, que el coche ahora es un avión, y que abajo hay muchos ríos; verdes praderas y muchos animales pastando. Está deseosa de empezar a trabajar, porque mucha gente depende de ella…

   -Hay miles de personas esperando tu llegada; llevan esperando una eternidad. ¡Sálvalos, por favor!

foto de Laurens Nijzink

   De pronto una serie de cuerpos envueltos en viejísimas mantas. Un hombre está intentando quitarles los andrajos; a medida que quita las telas, se da cuenta que ahí no hay ningún cuerpo, que esas sustancias, si algún día estuvieron entre esos tejidos, en ese momento no quedaba restos de ellos. ¿Dónde habrán ido a parar los cadáveres que había entre esas telas?

   -¿Ves, Nora? Si no lo remedias, todos terminaremos así.

   -Haré para que los cuerpos desaparecidos regresen…

   -¡Oiga señora! ¡Despierte! Ha llegado el momento del viaje.

   -¿Viaje?… Ah, sí.

   ¡Solo era un sueño! Pero era tan auténtico que juraría que ese señor existe y que esas telas son de verdad…

   Querido mío, mi suerte ya está echada. Tú sabes que no puedo hacer otra cosa; que si me quedo nunca me respetarán. Y si tus manos ya no pueden tocarme, jamás me entregaré a las de otro hombre. ¡Ayúdame, querido! Nuestra hija lo necesita.

   -Despierte porque ya han avisado que nos preparemos.

   -Muchas gracias, señorita.

   De una habitación, cuya puerta siempre estaba cerrada, sale en ese momento un hombre alto y fornido. Tiene en la mano un impermeable y no parece estar con muchas ganas de hablar con los presentes. Hace un gesto violento y dice <síganme todos>.

   Nora sigue a los <clandestinos>  y se encomienda a Dios y a la memoria de su marido.

   -¡Querido mío, ayúdame para que todo salga bien!

   Toman un camino que lleva a la playa; delante están las barcas de la salvación.

   Recuerdo cuando lo veía todo por televisión, barcas exactamente iguales a estas gentes como nosotros; ¡qué pena me daban! Cuando cientos de pobres jóvenes se aventuraban y muchos eran detenidos. La televisión anunciaba que otros habían desaparecido. Decían eso para no decir que el mar se los había tragado. ¡Pobre gente! ¿Pobre? Pues ahora soy una más de esas que tienen que arriesgar su vida con la intención de hallar soluciones a la angustia de sentirse humilladas; marginadas; ultrajadas por el comportamiento de la gente, por una sociedad incapaz de cumplir con sus obligaciones más elementales.

   La muchacha siente un vacío total en la mente, siempre que todo va a comenzar, como cuando el mundo se hizo y empezó a rodar. Las olas marinas apenas se mueven.

   ¡Oh, mar! En ti se juntan todas las fuerzas de la naturaleza; ayúdame para que alcance el final de este camino. Dame tu bendición y permíteme que pueda ser una mujer digna de mi marido y de mi hija.

   -Rápido. Subid. Tenemos suerte, el tiempo es bueno y no tendremos problemas de oleaje.

   ¿Es quizás el preludio de un final positivo? La muchacha ignora que en la otra orilla hay gente esperando la llegada de esas barcas; unas pocas personas para ayudar; otras para detenerlas, la mayoría para chuparles la sangre. Nora ignora que en la meta fijada están avistando el horizonte, esperando que aparezcan ella y sus acompañantes, para hacer de su cuerpo un filón de grandes ganancias.

Mohamed Akalay, Sergio Barce & Lorenzo Silva

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«CALLE DEL AGUA. Antología contemporánea de Literatura Hispanomagrebí» (2008) de MANUEL GAHETE, ABDELLATIF LIMAMI, JOSÉ SARRIA, AHMED M. MGARA & AZIZ TAZI

CALLE DEL AGUA

Antología contemporánea de Literatura Hispanomagrebí

(2008)

de Manuel Gahete, Abdellatif Limami, José Sarria,

Ahmed M. Mgara & Aziz Tazi

     El 29 de Octubre de 2008 acudí a la presentación del libro CALLE DEL AGUA en el Instituto Cervantes de Tánger, dentro del marco del Festival de Cine de Tánger, en colaboración con el Instituto Municipal del Libro de Málaga. Debo decir que fue una decisión acertada por la grata sorpresa que supuso la altura y calidad del evento, reflejo, obviamente, del cuidado con el que se ha afrontado la elaboración y edición de esta obra.

Jose Sarria

     Las palabras introductorias de José Sarria allanaron el camino a las posteriores exposiciones en cuanto aclaró uno de los objetivos marcados por esta obra: no pretender sentar cátedra sobre la presencia o no de ciertos autores, sino la de ser una muestra, una selección que, como tal, no puede abarcar a la totalidad de los escritores y creadores magrebíes que escriben en la lengua de Cervantes. Dicho esto, José Sarria, con la prudencia, mesura y equilibrio que le caracteriza, apuntaló aún más los fines de este trabajo prolijo y detallista: llamar la atención sobre el hecho incuestionable de la originalidad y novedad que supone el que exista una literatura hispanomagrebí como tal, es decir, de autores cuyo idioma propio es el árabe pero que vuelcan su creación en el idioma castellano (lo que los autores de esta antología vienen en llamar la “magrebidad” del español), de la propia existencia de esta literatura, única en los países árabes (por tanto, digna de apoyo) y de la proyección futura de la misma. Y, CALLE DEL AGUA, viene a cumplir ampliamente este afán divulgativo.

     El prólogo del libro es obra de Rodolfo Gil Benumeya Grimau y, en su corto pero denso viaje a través de los avatares por los que ha evolucionado la literatura magrebí en expresión española, viene a destacar el hecho de que quienes han venido poniendo las simientes para que se desarrolle este tipo de literatura, única y sorpresiva, han sido precisamente unos cuantos creadores, solitarios, sin duda, pero que creían firmemente en lo que estaban haciendo. Y la mayor parte de ellos provienen de dos ciudades en concreto: de Tetuán y de Larache (lo que, en este caso, me llena de orgullo, por razones obvias).

       Efectivamente, desde las revistas ALMOTAMID en Larache y KETAMA en Tetuán, durante la época del Protectorado, los primeros autores marroquíes que se atrevieron a crear en castellano encontraron allí su primer trampolín para dar a conocer sus poemas, ensayos o traducciones. El profesor Fernando de Ágreda señala al respecto: Dris Diuri nos ofrecía generosamente su colaboración… y decía en unos de los párrafos de su carta escrita el 14 de Junio de 1978: “Debo aclarar que todos mis trabajos – o pequeños libros – están escritos en el Gran Idioma Cervantino y no he podido encontrar ninguna ayuda para su publicación o traducción a otras lenguas…Finalmente desearía hacer una pequeña observación: tal vez sea el único marroquí o somos muy contados los que escribamos en español, pero desgraciadamente no contamos con asistencia en ningún sentido por parte de nadie. Navegamos en mar solitario o en bosque sin luz. Y creo sinceramente que merecemos un poco de atención. (1)

      A esta llamada de auxilio que ya hacía el poeta larachense en 1978 es a la que acude CALLE DEL AGUA, como si de un barco de rescate que navegara por el estrecho se tratara. Y es justo que así lo haga, pues es digno de reconocimiento el esfuerzo que supone el hecho de, sin ayuda alguna, sin apoyo institucional, sin la promesa no ya de una segura publicación sino siquiera de ver la luz en medios más asequibles (por ejemplo, la prensa, y hago en concreto esta alusión porque, actualmente, como si se acrecentasen las dificultades, también han desaparecido, para nuestra desgracia, los escasos periódicos o suplementos diarios que se publicaban en español en Marruecos); es decir, sin prácticamente salidas a sus creaciones, estos autores se empecinan en seguir escribiendo en castellano. De ahí que Rodolfo Gil quiera rendir un sutil pero merecido homenaje a esos francotiradores que han abierto el camino a otros soñadores: desde esos autores marroquíes que se lanzaron a escribir en revistas literarias en el Protectorado a la “figura principal” del periodista Said Jedidi quien, también contra corriente, ha sabido liderar y mantener un informativo televisivo en castellano desde  la Televisión Marroquí, algo homérico, y no soy excesivo, tras casi treinta años fajándose contra viento y marea; sin que el prologuista olvide, tampoco, al periódico L´Opinion con su página en español como “semillero principal de mucho intento de creación en lengua española” o a la tristemente desaparecida La Mañana en la que tan extraordinaria labor desarrollara la periodista Khadija Warid; ni deje de mencionar la labor de otros periodistas y profesores de literatura y lengua española como Mohamed Larbi Messari, Mohamed Chakor, Bounou, Ahmed Mgara, Abellatif Limami y Aziz Tazi (estos tres últimos coautores del libro objeto de este artículo), o la labor desarrollada por la Asociación Española de Escritores Marroquíes en Lengua Española (AEMLE) y la Asociación de Hispanistas Marroquíes de Fez. (2)

Said Jedidi

     CALLE DEL AGUA, como vengo diciendo, ha sabido estructurarse de una manera inteligente, fácil y accesible al lector profano que pretenda acercarse a esta literatura tan “sui generis”, pues, de varios plumazos, puede hacerse una idea muy certera de lo que ésta significa y lo que abarca. Tras el prólogo de Rodolfo Gil, ya mencionado, un estudio introductorio por parte de los cinco autores nos sirve para marcar las pautas, orientaciones y casuística de la obra, y hasta justificar esta antología. Estudio introductorio que se desmiembra, a su vez, para situarnos en el marco geográfico referencial, el desarrollo histórico del español en el Magreb, la interesante evolución que va del hispanismo a la “creación” literaria en el propio Magreb, con un posterior desarrollo a través de los autores, y, por último, lo que quizás emerge de todo este trabajo, a saber, la fijación, para algunos audaz, para mí certera, de la “literatura hispanomagrebí (o literatura española escrita en el Magreb) frente a la denominación de <escritores magrebíes de expresión en castellano>” (3).

     Como los autores de esta antología se preocupan de subrayar “el lector va a encontrar una literatura que hace una considerable apuesta por la musicalidad, cobrando el texto un gran sentido educativo a través de la moraleja…, apareciendo en escena imágenes hasta ahora casi inéditas en la literatura española peninsular, junto a elementos literarios… consustanciales a su identidad personal, étnica o racial. Además de un vocabulario que enriquecerá el acervo español…”.

Ahmed Mgara & Abdellatif Limami

     Para rematar la faena, CALLE DEL AGUA, con acierto absoluto, viene a ofrecer al lector la posibilidad de descubrir esta nueva literatura a través de sus narradores y de sus poetas y, en esta dualidad, dedicar un análisis panorámico a cada género (Abdellatif Limami lo hace con la narrativa y Aziz Tazi con la poesía) y luego un análisis específico a los autores seleccionados (Manuel Gahete presenta a los narradores y José Sarria a los poetas), para cerrar la obra con una muy buena selección de textos de los autores estudiados, con lo que tenemos una visión global, en horizontal y en vertical, de ellos y de las obras que están gestando.

     No puedo dejar de mencionar a los autores seleccionados porque, en definitiva, ellos son los artífices reales que sustentan la antología. Manuel Gahete efectúa el correspondiente análisis crítico de los narradores, que son: Mohamed Chakor, Mohamed Sibari, Mohamed Akalay, León Cohen Mesonero, Said Jedidi, Mohamed Bouissef Rekab, Mohamed Lachiri, Ahmed M. Mgara, Larbi El Harti y Ahmed Daoudi. Mientras que los poetas, analizados de la misma manera por José Sarria, son: Moisés Garzón Serfaty, Mohamed Chakor, Mohamed Sibari, Sara Alaoui, Mohamed Toufali, Mohamed Doggui, Aziz Tazi, Mezouar El Idrissi, Abderrahman El Fathi, Moufid Atimou, Souad A. Abdelouarit y Jalil Tribak.

Manuel Gahete

Aziz Tazi

***

Valiente me parece el hecho de que sus autores, sin reservas, derrochen honestidad y sinceridad y adviertan, desde el comienzo, que nadie busque, aún, una obra excelente, inolvidable, una obra magna o un autor transcendental, pues, esto es lo cierto, estamos ante una literatura en ciernes, en pañales. En la presentación del libro en Tánger, tanto Manuel Gahete, al referirse a los poetas, como Abdellatif Limami, respecto de los narradores, dejaron bien claro que, en una mayoría de ellos, aún no se ha producido una depuración en su escritura… “Por eso, el lector de ciertas obras  de esta escritura de marroquíes en lengua española se siente frustrado cuando establece su primer contacto con sus creaciones: muchas dificultades lingüísticas, carencia de una verdadera estructura novelesca, trama sencilla (simplista a veces), “creadores” transformados en “albañiles” por no decir “peones”. Pero como el fenómeno está en sus premisas, los altibajos son normales y evidentes”. (4)

     Me atrevería a decir, sin ambages, que siendo todo ello cierto, también lo es que ya comienzan a verse los primeros frutos de una “elevación” paulatina en la obra de esta literatura hispanomagrebí, es decir, una concienciación en los propios autores de una mayor exigencia crítica, un mayor esfuerzo por parir obras más trabajadas, de mayor enjundia literaria.

     Sería el caso, por ejemplo, de Mohamed Bouissef Rekab. Narrador agresivo y aguerrido, sufre en sus primeras obras de ese mismo mal que ya mencionan los autores de CALLE DEL AGUA, es decir, la descompensación en la estructura narrativa, trama simple, etc… Sin embargo, una de sus últimas novelas “Aixa, el cielo de Pandora” (5), con un dominio absoluto del castellano, es una novela ambiciosa, que no defrauda en ningún aspecto: narración que bebe del realismo social acunado por Mohamed Chukri, trata todos los temas que obsesionan a los creadores marroquíes (las contradicciones de su sociedad, la interacción entre las tres culturas, la moral…), pluralidad de narradores y puntos de vista, un marco geográfico concreto (en este caso, la ciudad de Larache, y en menor medida Tánger y Tetuán), mezcla de realidad y ficción, la crudeza de la miseria representada en el personaje protagonista, la dignidad, sin embargo, del desheredado, y, como colofón, un cuidado en el lenguaje, con frases de una belleza formal que trascienden el propio texto (“se hallaba rodeada de tristezas detenidas en su vida”).

    Es en esta obra, quizás más que en ninguna otra, donde el uso del castellano sirve al autor para dar rienda suelta a tramas, personajes y creaciones que, en árabe, le estarían vedados. No olvidemos que el árabe, como idioma del Profeta, no puede ser utilizado para contar ciertas historias, para transcribir ciertas expresiones que se considerarían blasfemas. El castellano, en este sentido, sirve al escritor de vía de escape para contar lo que no puede en su idioma original. Por supuesto que, con esta afirmación, no estoy diciendo más que lo que he dicho, pues lo cierto es que los autores magrebíes que utilizan el castellano como arma literaria lo hacen porque lo han decidido libremente, porque es “su idioma creativo”.

     Otro ejemplo de esta evolución positiva sería el de Mohamed Akalay, evolución fácil de advertir desde “Entre dos mundos” (6) del año 2003 a los relatos que recopila en “Entre Tánger y Larache” (7) de 2006. Mientras que en su primera novela también aflora esa falta de pulso narrativo, una estructura simplista, narrador errático, en su siguiente libro hallamos relatos de gran factura literaria, entre los que destaca «Luz de vida», un cuento redondo, bien construido, sobre el sentido de la vida y la ilusión por disfrutar de nuestra existencia sea cual sea nuestra edad, con el que Akalay, además, ganó el Premio Eduardo Mendoza de Relato Breve. Y tanto «Alcoba y amor»  como, sobre todo, «El peso de la vida» constituyen dos pequeñas joyas.

Sergio Barce, Mohamed Akalay, Abdellatif Limami, Said Jedidi, Mohamed Sibari y Abderrahman El Fathi

Sergio Barce, Mohamed Akalay, Abdellatif Limami, Said Jedidi, Mohamed Sibari y Abderrahman El Fathi

     En la poesía se hallan claros valores en alza. El hecho de que, en muchos casos, estos creadores sean profesores universitarios de literatura o lengua española les hace dominar mucho mejor el idioma y crear, en ese aspecto, con una mayor soltura. Aunque Manuel Gahete también indicó en la presentación del libro que falta aún mucho camino por andar para poder hablar con propiedad de una poesía hispanomagrebí que descolle, lo cierto es que los poetas presentes en ese acto, Abderrahman El Fathi y Moufid Atimou, con la lectura de varios de sus poemas, demostraron que, a poco que evolucione sus respectivas obras, se van a convertir en voces a tener en cuenta y, en concreto, dentro del panorama de la poesía hispanomagrebí, quizás en dos de las más importantes. Aunque, como bien dice Aziz Tazi “…la verdadera y certera expresión poética se logra, en la poesía magrebí escrita en español, de una manera satisfactoria en algunos casos y de un modo exquisito en otros pocos” (8)

     Quizás deba pedir disculpas por esta digresión imprevista, pero el abanico de posibilidades que se abre cuando se analiza el fenómeno de la literatura hispanomagrebí hace inevitable el tomar alguno de sus afluentes o remontar el río a contracorriente para puntualizar algún punto o subrayar alguna opinión anterior.

      Lo importante, en definitiva, es el hecho en sí de que CALLE DEL AGUA, como resultado del loable esfuerzo de sus cinco autores, sirva para dar a conocer, como así lo logra, a estos narradores y poetas magrebíes que luchan por no zozobrar en este maremágnum de la globalización pero que, en su singularidad, en su tenacidad por defender la libertad del creador para elegir su idioma de expresión artística, siguen manteniéndose a flote y, cada vez, con más seguridad y brío.

     La selección de textos de CALLE DEL AGUA termina con varios poemas de Moufid Atimou, y me parece acertado cerrar este artículo con los últimos versos del titulado “Las envejecidas caras”:

 …

Me acuerdo de estas envejecidas caras,

Cuando andaban firmes como montes,

Que andan curvados y tristes,

Temiendo tropezar en granos,

Sin poder levantarse nunca más. (9)

     Los escritores hispanomagrebíes, por el contrario, parecen avanzar erguidos, sin temor a tropezar, levantándose una y otra vez, pese a los imponderables.

 Sergio Barce

(1) “Dris Diuri y la revista Al-Motamid (Trina Mercader). Una aventura utópica” artículo de Fernando de Ágreda publicado en La Gaceta Informativa de Larache nº 5, Noviembre de 2006.

(2) Prólogo de “Calle del agua” de Rodolfo Gil. Páginas 13 y ss.

(3) “Calle del Agua”. Páginas 21 y ss.

(4) Abdellatif Limami. Página 52 de “Calle del agua”.

(5) “Aixa, el cielo de Pandora” de Mohamed Bouissef Rekab. Quórum Editores, Colección Algarabía. Cádiz, 2007.

(6) “Entre dos mundos” de Mohamed Akalay. Ed.AEMLE, Tánger, 2003.

(7) “Entre Tánger y Larache” de Mohamed Akalay. Sial Ediciones. Madrid, 2006.

(8) Aziz Tazi. Páginas 85-86 de “Calle del agua”.

(9) “Las envejecidas caras” (Inédito, verano 2007). “Calle del agua”. Página 241

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