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FRAGMENTO DE «MENDEL EL DE LOS LIBROS», DE STEFAN ZWEIG

Para quien sigue mi blog sabe que Stefan Zweig es uno de mis autores de referencia. Y su deliciosa novela corta Mendel el de los libros (Buchmendel) una de sus obras de referencia. No hay nada mejor para aislarse de este mundo infecto que las páginas escritas por el maestro Zweig, siempre lúcido y premonitorio. Hay que leer a Zweig.

Fragmento de Mendel el de los libros (de la traducción de Berta Vias Mahou para Acantilado):

 «…cada mañana el señor Standhartner, el propietario, venía en persona hasta su mesa y le saludaba. Por cierto que la mayoría de las veces sin que Jakob Mendel, enfrascado en sus libros, se diera cuenta. Entraba cada mañana a las siete y media en punto, y sólo abandonaba el local cuando se apagaban las luces. Jamás hablaba con los demás parroquianos. No leía periódico alguno. No reparaba en modificación alguna. Y cuando el señor Standhartner le preguntó cortésmente en una ocasión si no leía mejor con la luz eléctrica que antes bajo el pálido y vacilante resplandor de las lámparas de gas, él levantó la vista y, asombrado, contempló las bombillas. Aquel cambio, a pesar del bullicio y del martilleo de una instalación que había durado varios días, le había pasado por completo desapercibido. A través de los dos orificios redondos de las gafas, a través de aquellas lentes resplandecientes y succionantes, únicamente se filtraban en su cerebro los millares de infusorios negros de las letras. Todo lo demás que pudiera ocurrir a su alrededor fluía junto a él como un ruido sordo. En realidad, había pasado más de treinta años, es decir, toda la parte consciente de su vida, leyendo en aquella mesa cuadrada, comparando, calculando, en un estado de somnolencia constante que tan sólo interrumpía para irse a dormir.

Por eso, cuando vi la mesa de mármol de Jakob Mendel, aquella fuente de oráculos, vacía como una losa sepulcral, dormitando en aquella habitación, me sobrevino una especie de terror. Sólo entonces, al cabo de los años, comprendí cuánto es lo que desaparece con semejantes seres humanos…»

     

 

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VASCO NÚÑEZ DE BALBOA Y STEFAN ZWEIG

 

En su magnífico (otro más) libro Momentos estelares de la humanidad. Catorce miniaturas históricas (Sternstunden der Menschheit), del maestro Stefan Zweig, tras los capítulos dedicados a Cicerón y a la conquista de Bizancio, se adentra una vez más en la mar océano. Ya lo disfruté en esa maravilla que es su biografía sobre Magallanes. En esta ocasión, ese tercer capítulo titulado Huida hacia la inmortalidad, lo centra en la figura de Vasco Núñez de Balboa y el descubrimiento del Pacífico.

Como es habitual en Zweig, logra con su pluma hacernos revivir esa aventura, experimentar los sentimientos del protagonista y asombrarnos y emocionarnos con la empresa. Como botón de muestra, estos hermosos párrafos que nos hacen vibrar:

“…El gesto grandioso de Balboa consiste en lo siguiente. Por la noche, justo después del baño de sangre, un indígena le ha indicado una cercana cumbre desde cuya altura se puede contemplar ya el mar, el desconocido Mar del Sur. Enseguida Balboa toma sus medidas. Deja a los heridos y extenuados en la población saqueada y ordena que aquellos que aún son capaces de avanzar, sesenta y siete en total, de los ciento noventa con los que partió de Darién, ascienden esa montaña. Hacia las diez de la mañana están cerca de la cima. Solo queda escalar una pequeña y pelada cumbre. Después, la vista se extenderá en la inmensidad.

En ese momento, Balboa ordena a sus hombres que se detengan. Nadie debe seguirle, pues esa primera vista del océano desconocido no quiere compartirla con ninguno. Quiere ser el único por toda la eternidad, el primer español, el primer europeo, el primer cristiano que, después de haber atravesado ese otro océano enorme de nuestro universo, el Atlántico, haya divisado por fin éste, aún desconocido, el Pacífico. Despacio, con el corazón palpitante, profundamente imbuido del significado del momento, con la bandera en la mano izquierda y la espada en la derecha, una silueta solitaria asciende en medio del orden inmenso. Asciende lentamente, sin prisa, pues la verdadera empresa ya ha sido realizada. Solo un par de pasos más, cada vez menos. Y en efecto, cuando llega a la cumbre, ante él se abre una enorme vista. Tras las montañas en declive, tras las verdes colinas cubiertas de bosque, yace inacabable un gigantesco disco de metal reluciente: el mar, el mar, el nuevo, el desconocido, hasta ahora únicamente soñado y jamás visto, el legendario, el mar buscado en vano desde hace años y años por Colón y por todos sus sucesores, cuyas olas bañan las costas de América, de la India y de China. Vasco Núñez de Balboa mira y mira, ufano y feliz, disfrutando al saber que sus ojos son los primeros de un europeo en los que se refleja el infinito azul de esas aguas.

Vasco Núñez de Balboa contempla largo y tendido en la distancia. Solo después llama a sus camaradas para que compartan su alegría, su orgullo…” 

Leo a Zweig entre libro y libro, como si fuera un gotero que tuviese inyectado a las venas y que abriese cuando necesito una dosis de buena lectura. Momentos estelares de la humanidad, Catorce miniaturas históricas (Sternstunden der Menschheit), está publicado por Acantilado, con traducción de Berta Vías Mahou.

Sergio Barce, junio 2022.

 

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