“…Cuando el taxi se detuvo frente al hotel Gabriel bajó de un salto y, a pesar de las protestas del Sr. Bartell D´Arcy, pagó al conductor. Le dio un chelín de propina. El hombre lo saludó y dijo:
-Que tenga un próspero año, señor.
-Igual para usted.
Ella se apoyó en su brazo para bajar del coche y dio las buenas noches a los demás desde el bordillo. Se apoyaba ligeramente, tan ligeramente como unas horas antes durante el baile. Él se había sentido feliz y orgulloso entonces, feliz de que fuese suya, orgulloso de su gracia. Ahora, con tantos recuerdos candentes, este primer roce de su cuerpo, musical, perfumado, extraño, despertó en él un agudo impulso de lujuria. Amparado por su silencio, apretó su brazo contra su costado. Sintió que escapaban de sus vidas y deberes, de su casa, de sus amigos, para correr juntos, salvajes y radiantes, hacia un lugar desconocido.
Un anciano daba cabezadas en el sillón de orejas del vestíbulo. Se despertó. Encendió una vela en el despacho e iluminó el camino escaleras arriba. Ellos lo siguieron en silencio. Ella mantenía la cabeza baja y la espalda algo inclinada. Él pensaba en acercarse a ella y agarrarla por las caderas: temblaba de deseo, y solo la presión de sus uñas contra las palmas de sus manos mantenía a raya el impulso de su cuerpo. El portero se detuvo para apagar la vela, que goteaba. Ellos se detuvieron también. En el silencio, Gabriel escuchó el sonido de la cera fundida contra la bandeja y el latido de su corazón contra sus costillas…”
Ya hace unos años cuando leí a Stefan Zweig «El mundo de ayer» me conmovió enormemente. Hoy me conmueve todo lo que dices, Sergio, y no puedo estar más de acuerdo contigo.
Es inadmisible todo lo que ocurre a nuestro alrededor, todo está yendo demasiado lejos y tenemos el mal muy cerca de nosotros. Muy cerca, delante de nuestros ojos.
Lo dices bien: Putin es un trasunto de Hitler… y ahora amenazando a Suecia y Finlandia. No puedo dar crédito a este sinsentido!!!
Tengo amigos ucranianos que están sufriendo este cruel ataque. Los hijos en España y los padres en Kiev teniendo que escapar y esconderse en cuanto suenan las sirenas. Volvemos a lo que jamás hubiésemos querido ni pensar. Siento intensa rabia ante estos dictadores y una profunda tristeza por todo el mal que van esparciendo a su paso.
Gracias, Sergio, por explicarnos tan bien tus sentimientos que son los míos, los de muchos otros.
Y gracias también por compartir esos preciosos párrafos de Joyce, sí realmente preciosos.
Un beso
Gracias, Joana. Es tiempo de defender lo que uno cree. No queda otra.
Estoy leyendo a Theodor Kallifatides «Otra vida por vivir», un libro con meditación profunda sobre la escritura. Es tan bello como breve.
Las siguientes líneas de Kallifatides me llevan a esta entrada tuya, Sergio, y también me hacen recordar a cuando leí El mundo de ayer.
«Sentí alivio y me senté frente a mi ordenador a escribir. Pero no me llegaba ni una palabra. Me rascaba la mancha del olvido, y pensaba que crecía por momentos.
Por fortuna encontré cierto consuelo en la lectura de El mundo de ayer de Zweig. Fue su último libro. Después, se suicidó en Brasil junto con su esposa, muchos años menor que él, en 1942. Por la sencilla razón de que el mundo de ayer, el mundo que era el suyo, había desaparecido y no volvería más. Hitler lo había destruido irremediablemente.
El mundo de ayer es un libro excelso, escrito con un ritmo que recuerda las olas de un mar tranquilo…»
Un beso
Si, Joana, un libro maravilloso el de Zweig y al que mencioné en su momento. Bss
Excelente Sergio este escrito sobre la guerra contra Ucrania.
Que Dios mire el sufrimiento que esta guerra esta ocasionando y ponga remedio, porque por los políticos lo dudo.
Gracias, Raquel. Besos