“Sebastián de Covarrubias, el autor del estupendo diccionario Tesoro de la lengua castellana o española (1611), muestra el estado de opinión de su siglo cuando define palabras como:
Morabito (“grandes bellacos hipocritones, exercitados en diversos linages de pecados”)
Monfíes (“deprendieron nuestra lengua, pudiendo armar traiciones <…> ladinos <…> hombre ahuyentado y retraído o bandolero”)
Sarracenos (“robadores o salteadores”)
Turco (“gente baxa y de malas costumbres, que vivían de robar y maltratar a los demás”)»
Miguel Ángel Moreta-Lara recoge este mínimo extracto del diccionario de Covarrubias para ilustrar, junto a otros buenos ejemplos, el capítulo titulado <El arte de injuriar. Apuntes de lexicografía> que forma parte de su interesantísimo libro titulado La imagen del moro y otros ensayos marruecos.
Me he llevado una buena sorpresa con este libro porque demuestra que, a lo largo del tiempo, esa imagen del moro y el uso de los términos despectivos, insultantes e infames han servido desde muy diversos lugares e instancias para demonizar a quienes tienen un origen determinado. He hecho grandes descubrimientos en sus páginas, y Moreta-Lara ha sabido escoger muy bien los campos en los que desarrolla cada uno de sus capítulos, nada convencionales y muy enriquecedores. Más en estos días que corren.
Su primer capítulo, <La imagen del moro en la Literatura de la guerra civil española>, es ya de por sí un magnífico escaparate para estudiar el uso de una terminología denigrante y xenófoba, arrojando luz sobre su uso en uno y otro bando, lo que resulta muy aleccionador. Por un lado, la reacción de la zona republicana ante la “amenaza del moro” que acompaña a las tropas sublevadas y a quienes temían por su supuesta violencia exacerbada y demoníaca y, por otra, la de los nacionales que, aun cuando utilizaron a los marroquíes para engrosar sus filas y atemorizar a la población, no ocultaron sin embargo su desprecio por quienes no eran, pese a todo, más que <moros>.
Escribe Miguel Ángel Moreta-Lara:
“…Así pues, ¿cómo es ese personaje del moro en la literatura de esta guerra? ¿A quién alude cuando se le describe? ¿Analiza al enemigo, en este caso un soldado marroquí? Veremos que no: asistiremos a la emersión de una entidad más imaginaria que real, que remitirá antes al sujeto que pinta que al objeto pintado, a una puesta en escena que venía de muy atrás. En estas páginas será inevitable hacer incursiones a otras épocas, puesto que la escenografía mental es previa a la cronología de la guerra civil. Es reveladora, a este propósito, la forma en que, durante las primeras horas de la sublevación, se apoderó de Sevilla el general Queipo de Llano: <vistiendo a sus soldados con pantalones bombachos y tiznándoles la cara para que parecieran moros, hizo varias salidas en camiones contra los barrios obreros>
(…) A la pluma del mismo autor (Agustín de Foxá) debemos la que es, sin duda, joya del romancero fascista y merecedora ella sola de un análisis pormenorizado. La pieza referida, panoplia de clichés, archivo de la caricatura, summa de la retórica imaginaria de la alteridad disminuida y escaparate de la bobería (la flor morena de África, buen moro, platerillo, español de piel morena), es el <Romance del Abdelazis>:
No llores, Abdelazis;
no llores, que vas a España.
Que el fusil te lo da Franco
y en el fusil, su palabra;
y está el jardín del Profeta
al otro lado del agua.
(…)
¿Harás el té en las trincheras,
Abdelazis, por España?
(…)
Sé que caerás una noche,
y Alá sabe en qué batalla.
(…)
Pero sé que está tu sangre
defendiendo a mis campanas,
mis libros de El Escorial
y mis custodias labradas.
Que al otro lado del monte
los hombres sin Dios te aguardan,
con tanques de oro judío
y cien banderas de Asia.
Más adelante tendremos que citar el <Romance del mulo Mola> del poeta republicano José Bergamín, espejo del de Foxá. Ambas son estupendas composiciones, no tanto por sus ideologías respectivas -que lo son, et pour cause-, sino porque totalizan un muestrario de imágenes literarias, religiosas y escatológicas. La diferencia está en el tono: enaltecedor uno, violentamente imprecatorio otro. (…) …un poeta de la categoría de José Bergamín se permitió echar una paletada en la construcción de un estereotipo que -cosas de la guerra- ya corría como la pólvora, para descrédito de las <tropas mulatas>, como él mismo escribió en su <Romance del mulo Mola>:
Ya están pidiendo madrinas
las tropas de las mejalas.
La Media Luna ya tiene
protección de las beatas.
¡Cómo curan sus heridas,
cómo el moro les regala
sangrientos ramos de flores
llenos de orejas cortadas.”
En fin, uno y otro bando usando al marroquí, al moro, como arma arrojadiza. Uno usándolo en su beneficio, para años después tratarlo con la punta del pie. Otro utilizándolo para remover las entrañas y convertirlo en enemigo mortal.
Pero Miguel Ángel Moreta-Lara, al que por fin conocí hace pocos días en un emocionante encuentro virtual de escritores que hemos vivido nuestra infancia en Marruecos (él nació en Rincón, Tetuán, y pasó su niñez en Villa Cisneros), no se detiene solo en esta confrontación para hurgar en esa visión vergonzosa hacia el moro de la que no se desprende del todo nuestra sociedad, y así, en otros capítulos de su libro, nos desvela la utilización que se hizo de la imagen del moro por autores tan diversos como González Ruano o la condesa d´Aulnoy, con pinceladas realmente curiosas; o cómo se empleó en el cuplé marroquista (reconozco mi absoluto desconocimiento al respecto), capítulo éste muy ilustrativo; su uso en la literatura del siglo XVII o, por no ser exhaustivo, en los dos capítulos que emplea para demostrarnos su uso como insulto o vituperio. Es en uno de estos dos últimos, ya mencionado, donde Moreta-Lara recopila una larga relación del arte de injuriar desde la lexicografía. Me permito reproducir solo una mínima parte del listado del uso peyorativo del español hacia el musulmán, al magrebí, al moro:
USO PEYORATIVO: moraca, moraco, moranco, morángano, morazo, moracho, morito, moromierda, moromusa, moromuza, moromurcio, morube, morucho… y sigue.
El libro se cierra con unas páginas dedicadas a la <Marrocofobia y marrocofilia en la narrativa europea> y unos capítulos que analiza la existencia o no de una narrativa marroquí en español, muy interesante, y un análisis más que enjundioso de las obras de nuestros comunes amigos Mohamed Lahchiri y Ahmed el Gamoun.
Acabo este sucinto comentario del libro de Moreta-Lara copiando unas breves palabras más:
“…el patrioterismo más filisteo y la sicalipsis más desaforada no podían faltar en la canción de tema africanista. <Legionarias del amor> (Álvaro Retana para Chelito) aúna salacidad, belicismo, sexismo y crueldad; estas chicas madrileñas y guapas deciden formar una legión:
Para ver si conseguimos
A los moros dominar
Y cortarles la cabeza
O algo que les duela más.»