
<De forma metódica, como solía hacerlo todo, el doctor Schwöhrer se aprestó a la tarea de descorchar la botella de champaña. Lo hizo cuidando de atenuar al máximo la explosión festiva. Sirvió luego las tres copas y, con gesto maquinal debido a la costumbre, metió el corcho a presión en el cuello de la botella. Luego llevó las tres copas hasta la cabecera del moribundo. Olga soltó momentáneamente la mano de Chéjov (una mano, escribiría más tarde, que le quemaba las dedos). Colocó otra almohada bajo su nuca. Luego le puso la fría copa de champaña contra la palma, y se aseguró de que sus dedos se cerraran en torno al pie de la copa. Los tres intercambiaron miradas: Chéjov, Olga, el doctor Schwöhrer. No hicieron chocar las copas. No hubo brindis. ¿En honor de qué diablos iban a brindar? ¿De la muerte? Chéjov hizo acopio de las fuerzas que le quedaban y dijo: Hacía tanto tiempo que no bebía champaña… Se llevó la copa a los labios y bebió. Uno o dos minutos después Olga le retiró la copa vacía de la mano y la dejó encima de la mesilla de noche. Chéjov se dio la vuelta en la cama y se quedó tendido de lado. Cerró los ojos y suspiró. Un minuto después dejó de respirar>.
Sí recuerdo que hace unos meses nos hablabas de él y de su poesía MIEDO «…Miedo a que el día acabe con un toque de infelicidad…»
Con CATEDRAL me quedé con ganas de leer más de él… ahora ya tengo mi próximo Carver siguiendo tu recomendación!
Gracias, Sergio.
En la prensa de hoy leía un artículo sobre el Día de las Librerías. Una velada que a más de uno hubiera seducido, escuchar los relatos de Carver (también de Borges y otros) en Madrid, en un rincón creado hace tres años, un rincón para el cuento, un rincón llamado … «Las Tres Rosas Amarilas».
Un beso
sin el artículo!!
«Tres Rosas Amarrillas»
-ha sido un lapsus-