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LARACHE, VISTA POR TOMÁS GARCÍA FIGUERAS

No hace mucho, compré un ejemplar del libro Larache: datos para su historia en el siglo XVII, de Tomás García Figueras y Carlos Rodríguez Joulia Saint-Cyr, editado en 1973 por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid.

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Es un documento excepcional de 499 páginas dedicadas a Larache, y una fuente singular de datos y hechos históricos. El primer capítulo, titulado <Al-Araish en la Historia> es ya todo un resumen denso e interesante de los hechos que acontecieron en Larache en esa época entre los siglos XV y XVII, y que viene muy bien para complementar los artículos que estamos colgando en este blog sobre la fortaleza de <La Graciosa>, las conquistas y reconquistas de españoles y portugueses, y los continuos ataques y razias que tuvieron a Larache como objetivo.

Y por este motivo traigo aquí ese primer capítulo del libro…

Sergio Barce, junio 2014 

LARACHE:

DATOS PARA SU HISTORIA EN EL SIGLO XVII

AL-ARAISH EN LA HISTORIA

A tres kilómetros de la fenicia y más tarde romana Lixus, sobre la suave pendiente de una colina de crestas pedregosas que avanza en punta hacia el Atlántico, se levanta la ciudad de Larache, plaza destinada a jugar un importante papel en la historia de España y de Marruecos.
Sus orígenes son confusos. Parece ser que fue fundada por la tribu de los Banu Arus quienes le dieron el nombre de Al-Araish, emparrado o jardín de flores, en razón de los numerosos viñedos que la poblaban. La leyenda ha situado en estos parajes el famoso Jardín de las Hespérides, fundamentándose lógicamente en su privilegiada situación. Dominando la orilla izquierda de la desembocadura del río Lucus, sobre un terreno excepcionalmente fértil, al que por entonces rodeaban espesos bosques de alcornoques, encinas, robles, acebuches y lentiscos, su flora rivalizaba en riqueza con su fauna. Junto a la abundancia de cereales, viñedos y chumberas sobresalían los productos de su huerta: naranjos, limoneros y granados. Por sus tierras se multiplicaban las liebres, los conejos, perdices y palomas torcaces, chochas y codornices, mientras que las aguas del Lucus eran ricas en róbalos, lisas, pargos y lenguados, destacando especialmente las anguilas de sus pantanos.
La primera referencia que sobre Al-Araish nos proporcionan las fuentes árabes data del 828. A raíz de la muerte de Idris II el nuevo sultán Muhammad b. El-Idris repartió las diferentes regiones del Imperio entre sus hermanos, adjudicando al llamado Yahya el gobierno de las ciudades de Bosra, Arcila, Larache y de los territorios que se extendían hasta el Uarga.

LARACHE
Durante seis siglos la historia de Al-Araish permaneció en el anonimato salvo alguna breve referencia, tal como la noticia de una incursión cristiana contra la ciudad en 1270. Los atacantes, al parecer andaluces, «en el mes de Moharren del 668 de la Hégira, entraron en la ciudad de Larache, mataron hombres, robaron mujeres y bienes, prendieron fuego a la plaza y volvieron a embarcarse en las naves con rumbo a su país».
Sobre este género de incursiones contra Larache comenzamos a tener noticias frecuentes desde los comienzos del siglo XV, partiendo las mismas del litoral andaluz o bien siendo protagonizadas por los portugueses.
En relación con las expediciones de iniciativa española, Jiménez de la Espada, al transcribirnos un manuscrito anónimo de finales del XV, comenta las constantes correrías de los andaluces al litoral africano, tanto por la parte de levante como por la de poniente. En este sentido nos da noticias de varios capitanes: Juan de Pinar, Bartolomé Verdugo y Juan de Sevilla, residentes en Jerez y Puerto de Santa María. «Estos –nos dice- han salteado y saben todos los ardiles desde Alarache hasta Mar Pequeña».

PEDRO DE ESTOPIÑÁN

PEDRO DE ESTOPIÑÁN

Cita el manuscrito especialmente a un tal Francisco de Estopiñán, vecino de Cádiz, como muy ducho en las correrías norteafricanas, personaje perteneciente a una estirpe que iba a hacerse famosa con Pedro de Estopiñán, conquistador de Melilla en 1497 y con Bartolomé de Estopiñán quien, según veremos más adelante, sería protagonista de una desgraciada razia contra Larache en 1546. Jiménez de la Espada nos habla también de otra expedición de este género, concretamente en 1471, organizada por Pedro de Vera el conquistador de la Gran Canaria. Parece ser que el saqueo de Larache reportó al audaz capitán un gran botín, tanto en géneros como en cautivos.
Fue, no obstante, Portugal quien por su política de conquista en el litoral occidental africano estaba destinado por este tiempo a jugar un papel primordial en relación con la ciudad del Lucus. En 1471, dos años después de la conquista de Ceuta, se organizó una expedición marítima desde dicha plaza contra Larache. Varios capitanes, entre los que figuraba D. Diego Vasques de Portocarreiro, con cierto número de bergantines, fustas y galeotas, cayeron por sorpresa sobre Larache en el mes de julio del citado año, vencieron la resistencia que les ofrecían sus muros, saqueáronla a placer y, finalmente, emprendieron el regreso a Ceuta, no sin antes poner fuego a la ciudad.
La vecindad de los portugueses debió tener atemorizados a los habitantes de Larache, especialmente desde 1471 en que la proximidad se hizo aún mayor con la conquista de Tánger y Arcila por aquéllos. La ciudad del Lucus entró prácticamente en la zona de influencia lusitana, por lo que no es extraño que Larache se despoblara ante el temor de sus habitantes de correr la misma suerte que las dos plazas arriba citadas.

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No obstante, por incomprensible actitud de los portugueses, esta conquista no llegó a producirse. Lo extraño del hecho se hace aún más evidente cuando en 1489 Juan II de Portugal levanta la fortaleza de La Graciosa, a unos quince kilómetros de Larache sobre la orilla derecha del Lucus, sin parar mientes en las ventajas que para su propósito de amenazar a Alcazarquivir le hubiera reportado la posición privilegiada de Al-Araish. Sobre todo teniendo en cuenta que, por entonces y según apuntábamos más arriba, la plaza estaba abandonada. Confirma esta circunstancia el hecho de que las primeras embarcaciones que fueron a La Graciosa no hallaron la menor resistencia.
Para la ocupación del lugar donde iba a levantarse la nueva posesión lusitana Juan II envió una pequeña avanzadilla con propósitos exploratorios entre fines de febrero y principios de marzo del ya citado año de 1489 la que inició los trabajos de fortificación en el lugar elegido. Posteriormente, durante el mes de junio, arribó el resto de la expedición. El entonces sultán de Fez, Muhammad al-Xaij, temeroso de la peligrosa penetración portuguesa, puso inmediato sitio a la fortaleza y construyó una estacada aguas abajo del Lucus, con el fin de impedir cualquier socorro por parte de los navíos lusitanos. La situación se hizo extremadamente difícil para los conquistadores, hasta el punto de que en septiembre del mismo año, Juan II y Muhammad al-Xaij llegaron a un acuerdo por el que se establecía la evacuación de La Graciosa siempre que no fuera hostilizada la operación por las fuerzas marroquíes.

JUAN II DE PORTUGAL

JUAN II DE PORTUGAL

El episodio de La Graciosa debió influir sobremanera en el destino de Larache. A raíz del abandono de la posición portuguesa, los marroquíes apreciaron en su justa medida el valor militar de la ciudad del Lucus y lo poblaron y muraron, tornándose el padrastro de Arcila. Efectivamente, Mawlay al-Nasir, familiar del rey de Fez, se encargó de amurallar y pertrechar su recinto en 1491, que todavía subsisten, así como edificar un castillo en la boca del río.
En los comienzos del siglo XVI León el Africano nos describe así la situación de la ciudad de Larache:
Lharais es una ciudad edificada por los antiguos africanos sobre el mar Océano, a la entrada del río Lucus, sobre el cuál está asomada una parte de ella y la otra sobre el Océano. Todas sus partes están bien pobladas, tanto que los moros tuvieron a Arcila bajo su señorío con Tánger. Pero después que estas dos ciudades fueron subyugadas por los cristianos, quedó desierta por espacio de veinte años, después, bajo un hijo del rey de Fez que es el presente, deliberó poblarla y fortificarla, lo que hizo, siendo siempre bien guardada a causa de que los habitantes son en continuo temor de los portugueses, y tiene un puerto muy difícil de tomar a quien quiera entrar en la boca del río. Este hizo aún edificar una fortaleza en la cual queda de ordinario un capitán con doscientos arcabuceros y trescientos caballos ligeros. En el recinto de la ciudad hay grandes praderas y lagunas donde se pescan angulas en cantidad y se encuentra caza; más allá del río hay grandes bosques con leones y otros muchos animales. Los habitantes de esta ciudad tienen una antigua costumbre de hacer carbón que envían por mar a Arcila y Tánger…”

LEÓN EL AFRICANO

LEÓN EL AFRICANO

A lo largo del siglo XVI esta sencilla estampa, primitivamente industriosa, que nos ofrece León el Africano sobre los pobladores de Larache va a evolucionar sensiblemente. La que en los viejos tiempos pudo ser una modesta factoría está llamada a convertirse en un centro comercial importante. Distanciado de la ciudad de Fez en 133 kilómetros, le convertía en su puerto natural. Por otra parte, el hallarse situado casi en la confluencia del Atlántico y el Mediterráneo proporcionaba a Larache un valor estratégico que iba a hacerse evidente en los siglos posteriores, valor que no lograban desvirtuar las condiciones bastantes deficientes de su puerto. La poca profundidad y lo angosto de su barra hacían muy dificultoso la entrada de barcos, especialmente en la bajamar, a menos que aquéllos fueran de poco calado. A los inconvenientes del río y de la barra, había que sumar la agitación constante del mar por aquellos parajes. No obstante, una vez vencidas las dificultades de acceso, el puerto ofrecía un refugio seguro. Cualidad ésta que iba a aprovechar eficazmente en su favor otro de los factores que habrían de influir en el porvenir de Larache: la piratería.
La presencia de los corsarios turcos y berberiscos en el Atlántico comienza a manifestarse desde los comienzos del siglo XVI, débilmente primero para alcanzar desde mediados de este siglo una importancia decisiva. En 1505 Fernando el Católico expidió una Cédula, fechada en Segovia el 10 de junio y dirigida al Corregidor de Jerez de la Frontera, con el objeto de que éste se pusiera de acuerdo con el asistente de Sevilla, Conde de Cifuentes, y organizasen conjuntamente una flota destinada a castigar las naves islámicas que infestaban no sólo el Mediterráneo sino el Atlántico. La Cédula dice así:
Sabido he que en la mar de Poniente entre estos puertos del Andalucía e las Canarias e el Cabo Agüer e las partes de Safi, e Azemur, e Salé, andan ciertos navíos de turcos e de moros que han fecho e facen mucho daño e cada día se fornesce e acrecienta más aquella armada de manera que si con el tiempo, Dios mediante, e con su ayuda, aquello se pudiese remediar sería mucho bien para la contratación de aquellas partes e escusarse an muchos dannos que si no se remedian a causa desto se podrán recibir…”

Ataque corsario (de la web www.galeon.com)

Ataque corsario (de la web http://www.galeon.com)

Larache por esta época comenzaba a convertirse en un refugio eventual de corsarios, completando así la eficacia que para la piratería suponían las importantes bases de La Mamora y Rabat-Salé. La existencia de este incipiente foco tan próximo a la portuguesa Arcila, llevó a don Juan de Meneses, su gobernador, a organizar una expedición de castigo contra Larache en el mes de julio de 1504. La acción iba dirigida concretamente contra una flotilla proveniente de Tetuán, compuesta por una galera y cinco galeotas, que se hallaban en aquella fecha acogidas al puerto del Lucus. Al mando de seis galeras Juan de Meneses atacó al enemigo, no sin encontrar seria resistencia desde el baluarte que protegía el acceso a Larache, y consiguió incendiar la galera tetuaní así como apoderarse de las restantes galeotas. No obstante, las dificultades que ofrecía la barra del puerto a la hora de la retirada dieron lugar a que algunas de las embarcaciones portuguesas hubieran de ser abandonadas después de prenderles fuego sus tripulantes.
El año 1517 señaló para Larache un acontecimiento trascendente. La flota de Barbarroja cruzó el Estrecho y arribó a la costa occidental de Marruecos. Las naves otomanas entraron en el puerto de Larache. Comentando el hecho, David López en su Historia de Arcila expresa lo siguiente: «Desde entonces Larache creció en poder y fue otro Tetuán o Vélez».

Otra fecha importante para la historia de Larache en el siglo que nos ocupa es la de 1546. En dicho año los gaditanos intentaron saquear la ciudad del Lucus, cosa que llevaron a efecto aunque el final de la operación degeneró en auténtica catástrofe para la expedición andaluza. Los historiadores difieren en relación con el número de navíos que tomaron parte en la empresa. No obstante parece ser que éstos alcanzaron el número de 18, a cuyo bordo iban 600 hombres al mando del capitán Bartolomé de Estopiñán. Vencidas las dificultades de entrada en la ciudad gracias al elemento sorpresa, ya que la operación tuvo lugar con las primeras luces del alba, las huestes gaditanas saquearon a placer la villa. Entretenidos al parecer en el acopio de botín, descuidaron su vigilancia dando lugar a una violenta reacción marroquí que acabó con los asaltantes. La matanza de cristianos fue casi completa, figurando entre las víctimas el propio Estopiñán. Muy pocos fueron los que pudieron abordar las naves y regresar a Cádiz, maltrechos y derrotados.
Indudablemente el puerto de Larache a la par que refugio de piratas, fue también importante centro comercial, según apuntábamos anteriormente, y esta importancia iba a hacerse patente a lo largo de todo el siglo XVI. De antiguo la ciudad del Lucus había sostenido relaciones muy diversas, en parte con Portugal, alternadas con los momentos de fricción, pero, sobre todo, fueron los genoveses los principales iniciadores de este género de actividades en Larache.
Los genoveses debieron acudir a Larache muy pronto. En el siglo XII genoveses y pisanos mantuvieron un comercio considerable con Marruecos; sus relaciones se efectuaban principalmente por Ceuta, donde los genoveses tenían contadores importantes y un cónsul general cuya autoridad se ejercía sobre los agentes instalados en Andalucía y en el resto de Berbería. Los venecianos, rivales y enemigos de los genoveses, visitaban Tánger.

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A fines del siglo XV y principios del XVI, los negocios genoveses parecen concentrarse en algunas ciudades de la costa Atlántica, tales como Salé, Arcila y Larache, aunque ya desde 1438 había en Fez comerciantes y banqueros de dicha nacionalidad.
En 1532 un genovés, llamado Tomás Sumerga, era dueño de una pesquería en Larache y traficaba con Fez. Duarte Pacheco Pereira da el nombre de Castillo de los Genoveses  a un fortín situado junto a la desembocadura del Lucus.
Consta también que entre los moradores de Larache existía un núcleo judío cuya principal actividad era la de servir como intermediarios en los tratos comerciales sostenidos por los marroquíes con las naves extranjeras que arribaban al puerto.
También Andalucía sostuvo un tráfico marítimo regular con Larache. Gibraltar por un lado y, sobre todo, Cádiz, mantuvieron con aquél constantes intercambios comerciales, aunque predominando la exportación de los productos españoles sobre el género importado. En 1554 un factor portugués, Sebastián de Vargas, escribía a Juan III de Portugal dándole cuenta de la gran afluencia de embarcaciones gaditanas que llegaban al puerto de Larache, prefiriéndole al de Arcila, hasta el punto de que la ciudad del Lucus había llegado a monopolizar el abastecimiento de Fez. Efectivamente, Cádiz por esta época se había convertido en un importante centro de contratación, tanto de mercaderías europeas como mogrebíes. Horozco nos dice a este respecto: «El mayor trato que de España se tiene en Berbería es en esta ciudad de Cádiz, de adonde salen cada año hasta veinte navíos que en diferentes tiempos van a los reinos de Fez y de Marruecos«.

Hemos de pensar que el tráfico que las naves andaluzas sostenían con Larache debería ser, en cuanto a la índole de las mercancías, muy similar al que en líneas generales se verificaba comúnmente entre España y Marruecos salvo aquellos productos propios de la región del Lucus que pudieran interesar concretamente a los gaditanos. Por entonces el comercio hispano en Berbería se basaba principalmente en la exportación de paños de Castilla, bonetes y zencillos de grana fabricados en Toledo y Córdoba, lencería de la India, Flandes y Francia, azafrán, cochinilla y también trigo y cebada en los años en que la cosecha lo permitía. A cambio se traía a la Península cera (en grandes cantidades) y cueros. Junto a estos dos productos, los más solicitados, figuraba también la importación de azúcar, almendras, alcaparras, añil, dátiles, goma arábiga, miel y sebo. Es lógico que la fértil vega del Lucus, así como su copiosa ganadería, hicieran de Larache una excelente proveedora.

Juntamente con el tráfico estrictamente comercial y abierto a todas las nacionalidades, el litoral occidental de Berbería era testigo de otro, más o menos descarado, en el que el material entrante estaba compuesto por armas o municiones o bien por los metales necesarios para su fabricación. Rivalizaban en este menester Holanda e Inglaterra especialmente, aunque también Francia ejercía en ocasiones el contrabando. Es decir, aquellos países que buscaban, sin reparar en medios, reducir en lo posible el potencial hispánico aunque tal actitud implicara una contraproducente ayuda al Islam, rival máximo de la cristiandad por entonces.
La costa occidental marroquí se había convertido por todo ello en una latente amenaza para las dos naciones más interesadas en la lucha contra el mundo islámico, Portugal y España. La primera de ellas iba a intentar en 1578 una audaz y mal llevada penetración en Marruecos por iniciativa de su rey Don Sebastián. La batalla del Mejazen, de cuyas consecuencias nos ocuparemos más adelante, es sobradamente conocida para extendernos aquí en pormenores.
Por el lado español Felipe II tenía puestas de antiguo sus miradas en el litoral atlántico de Marruecos, estudiando las posibilidades de conseguir en el mismo alguna base similar a las que, hasta la posterior anexión de Portugal, únicamente poseía en la costa mediterránea. Y su atención se dirigió precisamente hacia Larache por considerar que su estratégica situación servía perfectamente a sus intenciones. Los motivos que justificaban sus proyectos así como las gestiones que en tal sentido realizó el monarca español merecen por su importancia capítulo aparte.

TOMÁS GARCÍA FIGUERAS

TOMÁS GARCÍA FIGUERAS

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«APUNTES HISTÓRICOS SOBRE ESPAÑA, PORTUGAL Y MARRUECOS SIGLO XV», POR EL LARACHENSE ANDRÉS ARÉVALO

Tras los artículos colgados en este blog sobre la presencia de Portugal en Larache, y los acontecimientos relativos a La Graciosa, nuestro paisano Andrés Arévalo viene a aportar datos de interés para completar toda esa información, y que paso a reproducir, tal y como me las ha hecho llegar.

Andrés Arévalo Martínez es un larachense de cepa. No puedo evitar el demostrarlo, antes de entrar en su trabajo histórico, con su carnet de socio infantil del equipo de fútbol P.D.Larache, expedido en el año 1946… Nada más y nada menos.

1946-09-01 Carnet Socio AAM del PD Larache h 1 y 4 de 4

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1946-09-01 Carnet Socio de AAM del PD Larache h 2 y 3 de 3

Y sobre los acontecimientos históricos del siglo XV que nos han traído hasta aquí, dice así Andrés:

Estimado Sergio:

Quiero hacer unas puntualizaciones con relación a los hechos acaecidos en Marruecos desde que a finales del siglo XV España y Portugal, después de la Bula Papal “Ineffabilis”, se pusieran de acuerdo para repartirse los reinos de Trémecen y Fez, y como en este último Portugal avanza (y retrocede) durante el siglo XVI acabando su aventura marroquí en la Batalla de los Tres Reyes o de Alcazarquivir.

¿Por qué estas acciones habían movido mi inquietud, ya que por mi formación académica disto mucho de la Historia Política? La razón principal fueron los artículos que pusiste en tu blog los días 3 y 6 de febrero de este año 2014: “La Ocupación de Larache por los Portugueses (s.XV)” y “Larache, Portugal y el Fuerte de La Graciosa” respectivamente; y más concretamente un comentario recibido de un paisano nuestro, el doctor José Edery, que afirmaba varias cosas: 1º que Larache nunca había sido ocupado por los portugueses ni por nadie; 2º que el final de la dicha Batalla de Alcazarquivir había inducido a un muy particular festejo del pueblo judío; y 3º la influencia decisiva que tuvo “la Caballería de Larache” en la derrota de Portugal en la citada Batalla.

Respetando absolutamente lo que manifestaba el doctor Edery, he de decir que en mis años de estancia en Larache, yo chico (10-16 años de edad) al ver tantas fortificaciones antiguas, algunas en ruina manifiesta, con muchos cañones pedreros por todos los lados, bastantes usados como “mobiliario urbano”, al preguntar que qué era todo eso, siempre te contestaban que “de antiguo” primero Portugal, y después España, habían ocupado Larache.
Además del estudio en bachillerato del Antiguo Testamento donde el pueblo judío es el gran protagonista (en mi Colegio de Larache tenía compañeros que también asistían a estas clases), mi curiosidad y simpatía me hicieron seguir enterándome de las vicisitudes que este pueblo tuvo no solo en España, si no también en los otros lugares a lo largo de la historia. En el caso concreto que tratamos, fue para mi una sorpresa que, en la financiación del rey D. Sebastián a África, hubo una fuerte contribución (no de motu propio) de los judíos portugueses. Relacionándolo con lo expuesto anteriormente sobre la ocupación de Larache, pero más por motivos emocionales propios que ya he manifestado, es por lo que he tratado, modesta y objetivamente, de enterarme a través de documentos como fueron sucediendo estos hechos.

Al tratar de partir para “mis estudios” de los tiempos de la ya dicha Bula, 1495, encontraba que Portugal tenía unos “derechos adquiridos” más antiguos, y que de hecho condicionaban los repartos de los reinos norteafricanos: el de Fez para Portugal y el de Trémecen a España, derechos que sinceramente confieso que ignoraba. ¡Tenía que ir pues más atrás para hilvanar los hechos!
Puesto en esta tarea, creo que he finalizado su primera parte, correspondiente a los hechos relacionados más relevantes durante el siglo XV; en breve prepararé desde mis ya tomadas notas, la segunda parte correspondiente a los hechos sucedidos en el siglo XVI, fundamentalmente lo que le sucedió a Portugal en sus plazas del reino de Fez, cuales fueron los impulso del rey Sebastián para la organización y el llevar a cabo la expedición que le llevó a la rota, y del apoyo que tuvo Portugal, cuando hizo falta, desde sus muy parientes los Reyes de España.

Explicados mis planes y sus motivos, adjunto hago mi primer envío: “EL SIGLO XV EN ESPAÑA Y PORTUGAL”, que espero sea de interés para todos.

EL SIGLO XV EN ESPAÑA Y PORTUGAL
ACUERDOS Y DESACUERDOS ENTRE AMBOS REINOS PARA LOS DOMINIOS DE LOS PAISES NORTEAFRICANOS E ISLAS CANARIAS A TRAVÉS DE LOS DOCUMENTOS
ANTECEDENTES REMOTOS.

PRIMERA MITAD DEL SIGLO XV:

El Tratado de Medina del Campo de 1431 estableció la paz entre los reinos de Castilla y Portugal. Su firma, entre Juan II de Castilla y Juan I de Portugal se llevó a cabo en Almeirim en el mes de enero de 1432.(1)

Dicha paz “…despertó tanto entusiasmo que los <altos infantes> como los llamó Camoês, es decir, los hijos de don Joâo enviaron a Juan II de Castilla un mensaje: irían con sus hombres a la guerra de Granada cuando se lo pidiesen…”.”Tres garantías se hallaban expresadas: primera, que los trazados fronterizos (peninsulares) eran definitivos…; segunda, que Castilla se comprometía a no perturbar las navegaciones portuguesas por el Atlántico; tercera…” (2)

Sin embargo, pronto se suscitaron cuestiones que ponían en peligro el status quo que habían establecido con el acuerdo de Almeirim.

Una de las más importantes era la del veto que Portugal ponía de hecho en 1450 al derecho de navegación de los marinos andaluces por las costas atlánticas de África; otra importante era el dominio de las islas Canarias, en las que Castilla durante períodos del siglo XIV anterior ya había estado presente.

La realidad era que Portugal desde principios del siglo XV había comenzado a expansionarse por el norte de África, conquistando Ceuta en 1415; después, durante la primera mitad de dicho siglo, había encontrado la ruta atlántica que bordeando el continente, la llevaba a las costas del golfo de Guinea. Y ahí, en dichos territorios africanos las ganancias eran fáciles por su abundancia en oro, la Mina, y con el tráfico de esclavos negros, tratando Portugal de poseer ambos comercios en el más absoluto de los secretos y en mantenerle así en exclusiva para su propio beneficio. (3)

Por tanto ya se puede comprender el gran interés que tendría Portugal para dominar todos los puntos estratégicos de la costa africana (Larache entre otros) que corren desde el estrecho de Gibraltar al dicho golfo de Guinea, y en donde naturalmente estaban también las propias islas Canarias (4), y al mismo tiempo, la atracción que dichas riquezas ejercían sobre aventureros de los otros reinos peninsulares e italianos, principalmente andaluces y genoveses.

Hay que decir que ya “…en 1402 se (había) inicia(do) propiamente la conquista (de las islas Canarias) con la expedición a Lanzarote de los normandos Jean de Bethencourt y Gadifer de la Salle ….(siendo) Bethencourt vasallo del rey de Castilla …” (5). El siguiente paso fue la conquista para Castilla de las islas menos pobladas: Fuerteventura, La Gomera, y El Hierro.

JEAN DE BETHENCOURT

JEAN DE BETHENCOURT

TERCER CUARTO DE DICHO SIGLO XV:

Vemos pues que a mediados del siglo XV surgían profundos problemas entre Castilla y Portugal, debido a que ambos tenían ambiciones para expandirse por el Atlántico.

Como era costumbre en dichos tiempos, el reclamante acudía al arbitraje del Papa el cuál, emitiendo en 1454 la Bula “Romanus Pontifex”, concedia al rey Alfonso de Portugal “…la posibilidad de conquistar tierras en manos de musulmanes o paganos, amenazando con excomunión a quienes obstaculicen estas conquistas…” y en 1456 la Bula “Inter Caetera” confirmaba la Bula anterior, y ampliaba sus alcances a favor de Portugal “…de todas las nuevas tierras…. mas allá del cabo Bojador, incluyendo todo el centro y sur de África…” (6)

Pero ya en Castilla se veía con intranquilidad el problema sucesorio de su rey Enrique IV llamado en la historia “el Impotente”.

ENRIQUE IV EL IMPOTENTE

ENRIQUE IV EL IMPOTENTE

En realidad los problemas en Castilla fueron múltiples y seguidos: “Pequeña Guerra Civil” entre los nobles (1464-1868) para fijar el heredero del aún rey vivo entre su hija Juana de Castilla (apodada La Beltraneja) y sus propios hermanos (del Rey): primero hasta su muerte, Alfonso, y después, Isabel; con el enlace de esta Isabel de Castilla con su primo Fernando de Aragón (ambos Trastámaras) en 1469 triunfa el bando aragonés, el cuál comienza a ser atacado por los partidarios de la unión de Castilla con Portugal; y ya a la muerte de Enrique IV esta rivalidad llega a ser una verdadera Guerra Civil de Sucesión (7), y que va desde 1475 a 1479, entre los partidarios de Isabel y Fernando por un lado, y los de Juana la Beltraneja con su marido el rey de Portugal Alfonso V por el otro, disputándose así el reino de Castilla. (8)

Este último conflicto entre Castilla y Portugal también se extendió asimismo al océano Atlántico, donde las flotas castellanas y portuguesa apresaban los buque enemigos que encontraban, bombardeaban ciudades costeras (así Castilla lo hizo con las ciudades sureñas portuguesas y las ya ocupadas del norte de África), disputaban el dominio de las estratégicas islas Canarias, y ambicionaban las riquezas de oro de la Mina y de los esclavos de las costas de Guinea. Aunque en la isla de Gran Canaria se aguantó a la armada portuguesa, esta venció a la castellana en la decisiva batalla naval de Guinea. (9)

Príncipe Juan de Portugal

Príncipe Juan de Portugal

Esta guerra concluyó en 1479 con la firma del “Tratado de Alcácovas” del que hablaremos después.

Mientras, Portugal se había ido asentando paulatinamente en las poblaciones atlánticas del norte de África: Alcazar-Seguer en 1458, Anfa (Casablanca) en 1469, y Tanger, Arcila, (y Larache ver después) en 1471 merced a un Tratado de Paz firmado el 24 de agosto de 1471 entre el ya citado rey de Portugal Alfonso V y el rey de Fez Muhammad al-Sayj al Wattasi. (10)

Tratado de alcacovas - imagen de la época

 

EL ÚLTIMO CUARTO DEL SIGLO XV:

Este Tratado de Alcácovas llevó la paz a los reinos de la península ibérica, pero secuela del Pacto de Almeirim, prácticamente dejó en las manos de Portugal, de momento (11), toda la vertiente atlántica africana incluidas sus islas excepto las Canarias que se quedaban reservadas para Castilla. (12)

Y esta, teniendo solo que resolver la conquista del reino nazarí de Granada, “…la victoria (global) alcanzada sobre Portugal, las paces con los países vecinos, el aseguramiento de la tranquilidad en todo el ámbito de Castilla y León, la sólida unión de las Coronas de Castilla y Aragón, el crecimiento de sus recursos materiales y la fusión de los espíritus, hermanados y ansiosos de grandes obras, trascendían mas allá de las fronteras, aumentando el prestigio de los Reyes, que habían alcanzado en sus tiempos la honda transformación de sus Estados.

En los dos años que siguieron a la paz con Portugal ya se acusaba el poderío de la Monarquía castellano aragonesa fuera de la península: La conquista de las Islas Canarias (Gran Canaria en 1480) …era parte de los primeros brotes de una política de expansión de alto estilo.” (13)

Mientras, Portugal, seguía expansionándose por sus dominios africanos yendo en el sur explotando sus mercados y abriendo nuevas rutas a la navegación, mientras en el norte tenía sus ideas de ir a la conquista del reino de Fez, con un inicio como el de la fortificación de las ciudades ya conquistadas y el de ir (¿1487?) (14) contra Alcazarquivir (como camino hacia Fez) con la construcción del fuerte La Graciosa, a orillas del río Lucus y a corta distancia de Larache, ciudad en la que desemboca al océano el citado río. (15)

Mapa de Larache

Mapa de Larache

Reconquistado por Aragón a Francia las provincias del Rosellón y la Cerdeña, rendido a Castilla el reino Nazarí de Granada, el impulso de los reinos hispanos hacia las conquistas exteriores se acentuó al máximo: Castilla en 1492 ya había acabado prácticamente de conquistar las islas Canarias y había descubierto un nuevo continente al oeste del océano atlántico mientras Aragón se imponía en los países del Mediterráneo, en pugna en Italia con Francia, y con el poder otomano que también trataba de expansionarse por el mismo mar.

Un hecho histórico trascendente que en ambos países sucedió fue el de la “expulsión de los judíos”; en España unos 200.000 “no conversos” salieron a raíz del “Edicto de Expulsión de los Judíos Públicos” firmado por los Reyes Católicos en Santa Fe el 31 de marzo de 1492, asentándose muchos en Portugal, algunos a Navarra, otros al mediodía de Francia y otros pasaron a África; mientras, en Portugal el rey Don Manuel hacía lo mismo en diciembre de 1496. (16)

Edicto de Granada de Expulsión de los judíos

Edicto de Granada de Expulsión de los judíos

Por tanto, Castilla y Aragón ya consolidada la unión desde el matrimonio de sus reyes Isabel I y Fernando V “tanto monta, monta tanto”, elevan sus pretensiones sobre los países norteafricanos y que por lo que aquí llevamos dicho, ello va a suponer otro choque frontal más con los intereses portugueses.

(17) “…Marchó (en 1493), pues, Garcilaso (de la Vega, padre del poeta de dicho nombre) a Roma (como embajador), iniciando con el Papa Alejandro VI (Borgia) unas negociaciones en nombre de los Reyes Católicos para exponerle…  el proseguir la guerra contra los infieles en el norte de África… Mostró Alejandro VI gran alegría por… la proposición…, pero los Embajadores de Portugal objetaron que la conquista del reino de Fez, o sea todo lo que hoy llamamos Marruecos, había sido (ya) concedida anteriormente a los reyes de Portugal por la Silla Apostólica (ver en 1454 la Bula “Romanus Pontifex”).

Era por entonces uno de los miembros más salientes y destacados del Colegio Cardenalicio Don Bernardino de Carvajal, Obispo de Cartagena… Opúsose el Cardenal Carvajal enérgicamente a la pretensión del Embajador portugués, manifestando que en tiempo de los reyes godos los reinos de Fez y Trémecen (entonces se llamaron Mauritania Tingitana y Mauritania Cesariense) pertenecieron a la Corona de España por mucho tiempo, correspondiendo a los Reyes Católicos como descendientes de Pelayo y de los reyes godos. Por lo tanto, ningún Papa podía haber dado a los Reyes de Portugal -decía el Cardenal- tierras que de derecho pertenecían ya de antemano a la Corona de España, tanto más cuanto estas tierras habían sido feudatarias de Castilla hasta que Alfonso X (el Sabio), contra la opinión… condonó ese feudo. Añadía don Bernardino de Carvajal que las plazas de Ceuta, Tánger y Arcila, que estaban en poder del Rey de Portugal, debían de devolverse a España …”

BERNARDINO DE CARVAJAL

BERNARDINO DE CARVAJAL

(18) “El Papa Alejandro VI, oídos los razonamientos de una y otra parte, decidió acceder a lo que pedía Fernando el Católico, concediéndole la investidura de las tierras del norte de África para conquistarlas con justo título; pero al mismo tiempo, a fin de evitar las posibles diferencias con Portugal, estableció que esta concesión se haría sin perjuicio de los derechos que tuviesen otros Príncipes cristianos… Esta Bula “Ineffabilis” del 13 de febrero de 1495 afirma el derecho de los Reyes Católicos y de sus sucesores en Castilla y Aragón para conquistar África con todos sus reinos y señorios …”

La Bula “Ineffabilis” seguía manteniendo pues, por sus ambigüedades, las fricciones seculares entre España y Portugal, naciones que a su vez sufrían a piratas y corsarios establecidos en los reinos norteafricanos que acosaban a las navegaciones e incluso hacían incursiones en sus propias tierras firmes, a pesar de las razzias de castigo que realizaban ambos reinos cristianos.

Como ya habíamos visto que hasta ahora, las conquistas norteafricanas habían sido adjudicadas a Portugal (19) “ …parecía que la bula de Alejandro demostraba el propósito de Fernando V (el Católico) de violar dichos tratados. Para aclarar este punto vino de Lisboa una embajada (a la Corte Castellana-Aragonesa) compuesta por don Ruy de Sosa, su hijo don Juan de Sosa y Arias de Almada, llegándose rápidamente a un acuerdo por el que España reconocía nuevamente a Portugal el derecho de conquistar el reino de Fez, mientras los Reyes Católicos conservaban el derecho a conquistar el reino de Trémecen, en el que quedaban incluidos los puertos de Melilla y Cazaza (en el nor-oriente del reino de Fez; ¿se trasladaba así la frontera oriental de dicho reino desde la rivera del río Muluya a la del Kert?)…”

Reino de Marruecos

Asimismo una comisión de ambos países estudió si el espaldón continental de las islas Canarias era del reino de Fez, quedando de acuerdo que dicha franja que va del Cabo Nun al Cabo Bojador fuera adjudicada a Castilla. (20)

Otro era el grave y continuo problema que mantenían todos los reinos hispánicos con los ataques de los moros; a Portugal sobre sus plazas ocupadas en el reino de Fez (Ceuta, Tánger…) (21), y a España porque al haber pasado al norte de África los moros expulsados de Andalucía constituía un grave peligro para la seguridad de sus costas, y en general de toda la navegación en el Mediterráneo occidental. (22)

Estaba pues en el ánimo de los Reyes Católicos el cortar la sangría que los moros corsarios estaban prodigando en sus reinos el llevarles a la paz y tranquilidad prolongando sus “guerras contra el infiel” a las tierras africanas. Así, España no tardó en ocupar Melilla en 1497 (23) mientras presionaba a la corte de Lisboa que cumpliera sus compromisos de conquista del reino de Fez, y más concretamente, Tetuán, y otras plazas mediterráneas. (24)

“Temían los moros, no sin fundamento, que la conquista de Melilla fuera tan solo un primer paso para penetrar tierra adentro, por lo que el Rey de Fez mandó venir y reunir en los alrededores un considerable ejército y fortificó y guarneció a Cazaza, Tezota, Motabel, y Alcalá, lugares próximos, con objeto de que Melilla viniera a estar como cercada, teniendo lugar con frecuencia pequeños encuentros individuales entre moros y cristianos.” (25)

Mientras, en el lado occidental del reino del reino de Fez, se acababa el gozo de la tranquilidad en las plazas ocupadas por los portugueses debido al Tratado de Paz ya indicado con agresiones de los naturales a las mismas; curioso es el caso de Larache que en dicho período no hubo por parte de Portugal una ocupación plena como fue el caso de Arcila o Tánger (26),ya que el rey de Portugal “cedió” el dominio de la plaza a un caballero suyo, y aunque no se llegó a ocuparla totalmente, es lógico sospechar que alguna fuerza debería haber por haberse llevado a cabo la aventura ya comentada de La Graciosa. (27)

Mapa de Larache

Mapa de Larache

Ahora bien y a finales de este siglo XV, Portugal se estaba preparando para la conquista de más poblaciones costeras atlánticas, e incluso otras tierra adentro del reino de Fez.

Se cierra lo sucedido en este siglo XV viendo que reina ya la paz entre España y Portugal, preparándose y apoyándose ambos países, cada uno por su lado, a las conquistas de las plazas de los reinos de Trémecen y Fez respectivamente, ante las resistencias cada vez más tenaces de sus propios habitantes. (28)

Por Andrés Arévalo Martínez

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