“Pasé todo el día deambulando por las calles, que me tragaban y vomitaban alternativamente. Todas las mujeres que veía me excitaban violentamente. Entré en un water público y me masturbé pensando en uno de los culos que más me impresionaron. Por la noche descubrí que podía dormir en el mercado de Fondak Chayra. Sólo cobraban una peseta y podías tumbarte donde quisieras. Un gran establo estaba cubierto por un tejado de cemento. Arriba dormían los hombres, abajo los animales. Había de todo: café, restaurante, tiendas, pequeñas habitaciones, putas, fruterías. Parecía una pequeña ciudad. Me encontré con un borracho mientras subía la escalera. Dijo, tendiendo la mano hacia mi cara, como queriéndome acariciar:
-¿A dónde vas, guapo?
Aparté violentamente su mano. Subí los escalones de dos en dos, con miedo; soltó una carcajada:
-¡Me pegas, eh! ¡Qué arisco! –Llevaba en la mano una botella de vino-. Espérame, voy por vino y vuelvo enseguida, no te vayas.
Se fue riendo. Yo subía con miedo. Siguió diciendo:
-Esta noche serás mío. ¡Enseguida vuelvo! No te dejaré escapar. Esta noche serás mío.
Decenas de personas estaban tendidas o sentadas. Muchos dormían, otros bebían, fumaban kif, charlaban y cantaban. Un borracho estrechaba a un muchacho, besándole en la mejilla. Alguien le dijo:
-Ahora no, déjale tranquilo. Después harás con él lo que quieras, ¡qué pesado eres! Parece como si nunca hubieras visto a un chico.
No dormiré aquí, en este burdel. Prefiero dormir en el cementerio.” (El pan desnudo)

