Hace pocos días fallecía Robert Redford. Hoy salta la noticia de la muerte de Claudia Cardinale. Es como si la belleza se fuera extinguiendo en este mundo sucio, feo y cruel en el que nos movemos a día de hoy. Nuestros iconos cinematográficos hacen mutis por el foro sin aspavientos, silenciosamente, sin levantar polvo. Grandes hasta para marcharse.
Quienes siguen mi blog saben de mi querencia y debilidad por la obra maestra de Sergio Leone: Hasta que llegó su hora (C´era una volta il west, 1968), y en esta película Claudia Cardinale brillaba con una luz especial. Henry Fonda, Charles Bronson y Jason Robards caían rendidos a sus pies, por pura lógica. Su interpretación en esta misma cinta imantaba al espectador.
Trabajó con los más grandes directores: Leone, Visconti, Brooks, Zurlini o Fellini, por citar algunos, y con los mejores actores y actrices de su generación. No voy a nombrar sus películas, porque en todos los artículos que se están publicando ya lo hacen hasta en exceso, pero sí quería rendirle un pequeño homenaje de despedida con estas breves líneas.
Cuando fui niño y adolescente, recuerdo que hablábamos de CC y no de Claudia Cardinale. Igual que BB era Brigitte Bardot. Ahora imagino a CC en la última escena de Hasta que llegó hora sacando agua del pozo para ofrecérsela a los sufridos trabajadores que tienden la línea férrea en medio del desierto… Y de fondo, la inolvidable banda sonora de Morricone. Puro cine. CC lo era.