«ARENA EN LOS OJOS», UN LIBRO DE LAURA CASIELLES

Coincidí con Laura Casielles en la Feria del Libro de Madrid de este año 2024 en la caseta de Librería Balqís. Firmábamos ejemplares de nuestros libros Gonzalo Fernández Parrilla, Laura y yo. Ella lo hacía con su obra Arena en los ojos: Memoria y silencio de la colonización española de Marruecos y el Sáhara Occidental, editado por Libros del K.O.

El caso es que la cara de Laura me sonaba de algo y, en algún instante, ella me preguntó si me acordaba de ella. Le confesé que no. Entonces me recordó que allá, por el 2005 ó 2006, más o menos, me hizo una entrevista en Larache para la agencia Efe. ¡En el café Lixus!, exclamé al recordar aquel momento. Habían transcurrido veinte años. (He recuperado la foto de entonces y es la que acompaña a este post)

Al acabar la jornada, muy intensa, nos dedicamos nuestros libros. Acabo de terminar de leer el suyo. Pero, mientras lo leía, no me pude resistir a enviarle un WhatsApp para confesarle que me estaba encantando, que es un libro magnífico. Y ahora que llego a la última página, ratifico lo que le adelanté a Laura: Arena en los ojos es una obra extraordinaria. No sólo por su firme y trabajada narrativa sino por una labor de investigación y estudio profunda y concienzuda.

En Arena en los ojos Laura Casielles nos conduce como una guía atemporal. Con la excusa de sus viajes a Tánger, a Tetuán, a Larache, a Chauen, a Alhucemas, a Axdir, a Sidi Ifni, a Tarfaya, a Esmara, a El Aaiún y hasta Tinduf… Desde el presente, desde esas visitas que efectúa por estas ciudades y por otras zonas del Marruecos que formaron parte del protectorado español, analiza con agudeza lo que fue la presencia de España en estas tierras, con especial atención a los años del protectorado. De su mano, se destapa todo lo que había de podrido en esas actuaciones colonizadoras que se enfundaban en palabras retóricas o giros legales (protectorado, provincia, territorio…). Nos desbroza lo que fue el inicio titubeante del protectorado español y lo que significó Annual o la República del Rif o personajes como Silvestre, Raisuni, Abdelkrim, Franco o Hassán II.

Basta como botón de muestra estos últimos párrafos del capítulo en el que analiza lo que es el auténtico significado de africanismo:

“…la idea de Alándalus será central en el desarrollo del andalucismo, cuya defensa del esplendor de ese pasado de mestizaje es además un contrapunto de la filiación más europea y más homogénea sobre la que se construye el catalanismo. En El ideal andaluz, el libro fundacional que Blas Infante publica en 1915, ya aparece una identificación entre Alándalus, Andalucía y Marruecos que dura hasta nuestros días.

Pero en el cómo, la historia es triste: los franquistas asesinaron a Blas Infante en los primeros meses de la guerra. Y luego, se apropiaron de sus ideas. La deliberada confusión entre lo andaluz, lo andalusí y hasta lo marroquí iba a ser uno de los puntales del colonialismo español.

Fíjate: ¿cuántas veces, cuando escuchas hablar de Marruecos en un medio de comunicación o un discurso político en España, se hace referencia a la idea de que son países hermanos? Es una retórica que viene desde entonces. La idea de hermandad hispano-árabe se empieza a usar después de la conquista de Tetuán, esa guerra que se pinta como reencuentro. Sirve para hacer imaginar fácilmente la idea de parentesco que se usa como legitimación: España es el hermano mayor que va a ayudar al pequeño a que crezca por la debida senda. Y, a base de repetirse mil veces, hace olvidar que la supuesta ayuda está siendo a palos.

Y que de los palos están sacando rédito algunos.

Las guerras de Marruecos, es sabido, propiciaron el ascenso de una parte del Ejército -la de personajes como Franco, Mola y Sanjurjo- que aspiraba a extender el <espacio vital> de España basándose en ese tipo de teorías. Es con ellos con los que el africanismo adquiere su componente militar. En tanto militarista, el eje de esta corriente sería una moral que, en palabras del franquista Emilio Mola, <tiene por finalidad el engrandecimiento de la Patria por un sistema simple: la guerra>. De ahí su recurrente aparición en cada momento en que era posible diagnosticarle a España una decadencia directamente vinculada a no estar resolviendo las cosas por la vía bélica. En lo teórico, el discurso de estos militares no tenía un gran desarrollo, y tampoco capacidad de alcanzar a amplias capas de la población. Pero, desde 1939, se fusiona con la retórica de la Falange, presentándose como base ideológica tradicional del pensamiento derechista. De la mano de Millán-Astray, otro africanista, llegará también el trenzado con las ideas fascistas.

Para esos militares, las guerras de Marruecos habían sido una escuela. Y lo que habían aprendido en ella era a tener el odio al otro por bandera y a no dejar enemigo vivo. Habían aprendido resentimiento y venganza. Y que matar y traicionar granjeaba medallas y puestos. Habían aprendido a poner el <por cojones> sobre la mesa. Una de mis anécdotas africanistas favoritas es la cuando Primo de Rivera, que coqueteaba con la idea de abandonar Marruecos, visitó el campamento de Ben Tieb, en el Rif, al frente del cual estaba Franco. Allí se encontró con que le ofrecían una comida basada en huevos, para dejarle claro qué es lo que consideraban que no tenía: me fascina imaginar cómo pasaban por esa mesa huevos cocidos, huevos fritos, tortillas, entre miradas de legionario desprecio. Habían aprendido a ser quienes eran en un entorno marcado por una masculinidad a la vez violenta y ambigua que despreciaba todo lo que fuera distinto de sí misma.

Y, mientras, se habían montado un tinglado bien sólido: puestos militares y civiles, una tropa a sueldo que no conocía más jefes que ellos, y toda la tranquilidad para conspirar lejos del control del Gobierno de Madrid y bajo jurisdicción fundamentalmente militar.

<Mis años en África viven en mí con indecible fuerza. Allí nació la posibilidad del rescate de la España grande. Allí se fundó el ideal que hoy nos redime>, diría Franco en 1938. Cuentan los cronistas incluso que su mujer solía bromear con que el principal defecto del dictador era <su amor por África>. Cierto o no, en esa anécdota se resume buena parte del vínculo que unió al franquismo con el protectorado marroquí; una relación de guerra, bajo un discurso de amor.

De eso, aunque con todo el -complejo y contradictorio- pasado a cuestas, es de lo que hablamos cuando hablamos de africanismo.”

Sé que este libro levantará ampollas en algunos sectores casposos, pero está tan excelentemente enhebrado, tan bien escrito, expone ideas tan claras y contundentes que es difícil la réplica. Me gusta su punto de vista por valiente y por arriesgado, pero también por sincero y revelador.

Hay mucho material en estas páginas para disfrutar de lo que nos cuenta: cómo mirar a ese pasado con ojo crítico y con la sinceridad como bandera. Es fascinante la manera como Laura Casielles describe cada una de las ciudades por las que pasa o reside por un tiempo, cómo encuentra esos detalles que le hacen reflexionar sobre ese pasado en el que escarba. Atrapa esa manera suya de darle la vuelta al calcetín de la historia para mostrar los descosidos.

La guerra de Tetuán, el desastre de Annual, el rebelde Rif, la guerra civil y la represión en el protectorado, el Tánger internacional, el Tetuán feliz, la posguerra, los negocios y la corrupción, los cementerios, los olvidados soldados que sirvieron a Franco, los escritores marroquíes en lengua española, la llegada de la independencia, la guerra de Ifini, la política educativa, el Sáhara y la mujer saharaui, las fidelidades y las traiciones, las componendas, los falsos discursos… Y los detalles que la autora describe con arete minimalista de lo que sucede ahora en las calles de Marruecos. Ella se fija en mil pequeñas cosas.

Algunos capítulos los he subrayado casi por completo. Con Laura he repasado toda nuestra historia en Marruecos y la de Marruecos en esos años y he aprendido más a través de su mirada; y, a veces, leyéndola, he llegado a pensar que, quienes somos de allí, tal vez hemos idealizado algunas cosas y que quizá hemos querido engañarnos inconscientemente para no sentirnos extranjeros y extraños.

Creo que Arena en los ojos es de esos libros que, como ocurre con Al sur de Tánger, de González Parrilla, o con Un cierto Tánger, de Fernando Castillo, por nombrar un par más, nos sirven para profundizar y descubrir lo que no hemos sabido ver con nitidez o no hemos hallado nosotros.

Arena en los ojos ya ha pasado a formar parte de mis libros imprescindibles sobre Marruecos. Y lo será para muchos otros, incha alláh, porque lo merece.

Sergio Barce, 29 de junio de 2024

     

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Laura Casielles y Sergio Barce en el Café Lixus – Larache
Laura Casielles y Sergio Barce – Feria del Libro de Madrid 2024
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2 pensamientos en “«ARENA EN LOS OJOS», UN LIBRO DE LAURA CASIELLES

  1. josep herrero dice:

    Gracias por la recomendacion. Acabo d comprarlo. Saludos

    Josep Herrero

    Jo

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