Marina López Matres es una amiga desde la infancia. Más que amiga, una hermana. Hace unos años, me hice con una de sus esculturas, le compré «Megafonía espiritual«, que siempre tengo en un lugar especial de mi salón. Sé que me hizo entonces un precio muy especial.
Cuando éramos niños, Manolo, su padre, me decía: qué, ¿te gusta Marina? Aunque si quien estaba era su hermana Martita, me decía con la misma cara de guasa, arrugando el ceño: qué, ¿te gusta Martita? Y yo siempre me ponía como un tomate.

MARINA LOPEZ MATRES