Aunque Carlos Galea es más narrador que poeta, como adelanto, antes de publicar en este blog un artículo sobre su obre narrativa, reproduzco uno de sus poemas dedicado a Larache, su ciudad natal, y en concreto sobre el Zoco Chico. Es un poema sencillo, que pinta el ambiente y la vida que se respiraba en el hermoso zoco cuando Carlos vivía en Larache.
Sergio Barce

EL ZOCO CHICO DE LARACHE
Puerta monumental hispano árabe
de la medina antes amurallada,
se entra por una estrecha calle
repleta de gente muy abigarrada.
Mujeres con “jaique” y cara velada,
hombres con “chilaba” y rojo casquete,
otros con turbante, con ropa europea,
viejos judíos con faja y bonete.
Montañesas de la kabila del Sahel
con sombrero de paja y borlones,
llevan falda rojiblanca a rayas,
y polainas de cuero marrones.
Varones de esta misma kabila
con turbante bordado en amarillo,
“chilaba” corta hasta la rodilla,
gran cartera de cuero con flequillos.

Zoco Chico, foto de Itziar Gorostiaga
Después se llega a un amplio recinto
que termina en el portal de la Alcazaba,
con una arquería a cada lado,
de gastados pedruscos la calzada.
Diminutos comercios bajo los arcos
con el mostrador cubriendo la entrada,
el vendedor sentado encima, sobre
un cojín, y las piernas cruzadas.
Sin necesidad de desplazarse
vende los artículos que tiene al lado:
zapatos, correas, babuchas, caftanes,
jarrones de cobre o latón cincelados.
Bonitas teteras de falsa plata,
azúcar en pilones, té y café,
velas, quinqués, cerillas, mecheros,
especias orientales a granel.

Zoco Chico
Cafeteras doradas y plateadas,
vasos y platos, vestidos bordados,
viejos cuadros y muebles antiguos,
llaves, cadenas, cerrojos y candados.
Fuera de la arquería, en las aceras
que bordean la empedrada calzada,
se instalan numerosos vendedores
de mercancía por ellos elaborada.
El queso fresco sobre una palma,
manteca rancia en pote esmaltado,
la tortilla de harina de garbanzo,
buñuelos de viento ensartados.
Pinchos morunos de carne picada,
los desnudos mejillones cocidos,
las tortitas de harina porosas,
habas con sal y cominos molidos.
¡¡ Yabán Kulubán !!
Vocea alto el vendedor ambulante,
pasea un pastoso caramelo,
fundido sobre una gruesa caña,
y espanta las moscas con su pañuelo.
Sobre mesitas de blancos manteles,
tortas salidas del horno recientes,
invita a comprarlas a los que pasan
su buen olor, que domina el ambiente.
Los campesinos ofrecen sus productos
traídos a lomo de borricos a la ciudad,
los colocan sobre las aceras apilados,
pregonando a gritos su gran calidad.
Son naranjas muy ácidas de piel fina,
pepinos, calabazas, grandes melones,
sandías, verduras de sabor penetrante,
higos chumbos en pequeños montones.
La palmicha (el dátil del palmito)
moras y madroños en cestas de caña,
níscalos y otras setas del pino
recogidos en bosques de la montaña.
En un estrecho callejón adyacente,
que ofrece sombra y frescura,
salitrosos pescadores de costa
exponen en los cestos sus capturas.
Muestran al pasante gran variedad
de pescados: doradas, sargos, lubinas,
ricas angulas de pesca furtiva,
zalemas, lisas, congrios y corvinas.
Se oculta el sol en el horizonte,
se enciende el cielo de nubes rosas,
el canto del almuecín llama al rezo,
los vendedores recogen sus cosas.
de Carlos Galea

CARLOS GALEA
Este poema nos hace darnos cuenta de cuánto nos ofrecía Larache, de cuánto dejamos atrás… y además de lo escrito -que nadie jamás podrá borrar- el sinfin de recuerdos que llevaremos con nosotros hasta la eternidad.
Es un poema para releerlo a menudo y revivir el bullicio, el sabor, el olor y el color de nuestro querido gran Zoco Chico!
Gracias a Carlos …gracias a tí…
Un abrazo
Amigo Sergio,
Modestia aparte, soy tan poeta como narrador, tengo
escritos más de 50 poemas, el que te mandé El Zoco
Chico de Larache no es precisamente el mejor, lo
hice porque es una descripción de nuestro querido
pueblo.
Un abrazo,
Carlos