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«VOLVER», UN RELATO DE LA ESCRITORA LARACHENSE ALICIA GONZALEZ DIAZ

Me gusta cómo escribe Alicia. Suele hacerlo con una delicadeza casi silenciosa, pero en el relato que me ha enviado, inspirado en parte al ver el video Nubes de Larache, de nuestro también paisano Akram Bouhsina -y que incorporo de nuevo a este blog acompañando ahora a las palabras de Alicia-, logra transmitir algo tan vívido y reconocible que no deja de estremecer nuestra memoria. Somos hijos del desarraigo, explicarlo no resulta fácil, pero creo que hay en estas palabras de Alicia mucho de ese sentimiento que siempre nos ha acompañado. Ha dado en la diana de nuestro corazón. Y, sin duda, aunque explica lo que los españoles que venimos de allí guardamos en nuestra alma, intuyo, por lo que me cuentan los amigos marroquíes larachenses que también han abandonado la ciudad, que lo que ellos arrastran son cicatrices tan parecidas que podrían confundirse con las nuestras.
Sergio Barce, abril 2014

Larache, 1950- Alicia y su hermano Pedro Félix

Larache, 1950- Alicia y su hermano Pedro Félix

¡VOLVER!

Muchas veces, cuando dirijo la mirada hacia atrás, veo las cosas de la infancia y de la primera juventud más concretas y llenas de sentido de lo que las recordara antes, pero extrañas, confundiéndose unas con otras como si en realidad nunca hubieran existido. Sin embargo, hay momentos de aquellos años que no podré olvidar; personas, palabras, días y hechos que permanecen inalterables en mi memoria porque los he incorporado íntimamente a mí. Son las raíces de mi vivir actual.
Parece como si los años se hubieran sucedido muy deprisa. Envejezco. La mano generosa de la vida ha desgranado para mí muchas cosas dignas de ser guardadas en la mente y ahora puedo contemplar mi propia existencia como desde una elevada cumbre, mientras una voz aguda me trae recuerdos que me hacen estremecer.
Larache, una pequeña ciudad del norte de Marruecos, es mi tierra natal. En ella no hay grandeza, ni majestad, pero posee sin duda un significado propio para los que hemos nacido allí. Cuando la evoco, y lo hago con frecuencia, me invade el recuerdo sagrado de un sentimiento de despedida y una nostalgia de las sensaciones de felicidad que acompañaron mis pasos en aquella época, llena de ensueños y delicadas alegrías, más numerosas y mucho más fuertes que las tristezas.
Ha transcurrido mucho tiempo desde que dejé mi pequeña ciudad. He podido seguir avanzando, desde luego, porque el camino ha resultado llano para mí. Pero sus bordes son altos y el suelo parece como si estuviera cubierto de cicatrices… En realidad son solamente el peso de las añoranzas.
Cuando los sueños son milagrosos o promesas, desearía tener la facilidad que tienen los pájaros para extender sus alas y subir al cielo. Entonces, sin dudarlo, mi voz perdida en el viento gritaría: ¡Volver!
Toda mi alma ansiaba, y también lo presentía, que alguna vez regresaría a Larache, pero con la semejanza y monotonía entre sí de los meses y de los años, no sabía con certeza ni cuándo ni cómo. Ahora, un día de este abril, me he considerado muy afortunada al descubrir en el blog de nuestro amigo Sergio Barce, el precioso trabajo realizado por Akram Boushina. Sin duda, un artista que posee un gran sentido de la belleza; belleza de líneas, de contextura, de color, de consonancia… 

LARACHE - Balcón del Atlántico - Foto de Aziz Bouhdoud

LARACHE – Balcón del Atlántico – Foto de Aziz Bouhdoud

El bermellón de una puesta de sol, las noches llenas de jirones de brumas, sin fulgores de estrellas en las profundidades del firmamento, franjas rosadas que anuncian el nuevo día, cendal de nubes proyectando su sombra, y entre ellas el sol suspendido en su soledad inmensa enviando reflejos de oro sobre el mar salvaje, rizado en ondas saladas, atrevidas, subiendo unas sobre otras para romperse después con un largo rumor en la orilla sobre la que vuelan gaviotas. La originalidad rítmica y armónica en la delicada voz del violín de Fionnuala Sherry, sugiere el ensueño de la nostalgia.

No me he detenido en descubrir cosas deterioradas, o las innovaciones, ni tan siquiera en la belleza de los alminares y las umbrosas mezquitas. Me he recreado en todo lo que permanece igual: real, perecedero, y que seguirá ahí sólo Dios sabe cuántos días más: Las candelas de los cielos, las rocas de los acantilados dispuestas en declive formando cascadas, la bóveda celeste donde se dibujan nubes coloreadas, colocadas como continentes y que parecen separadas por verdes y profundos océanos. Y sobre todo el mar; ese mar por el que muchas veces llevo a navegar a mi alma y del que me parece percibir el olor del salitre y oír el rumor de agua.

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PARA VER EL VIDEO DE AKRAM BOUHSINA <NUBES DE LARACHE>, ENTRA EN EL SIGUIENTE ENLACE

https://www.facebook.com/photo.php?v=790472027632687&l=5683883108737866191

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Todo esto, con sus gracias o pequeños misterios que la imaginación evoca mientras la razón se convierte en sueño, forma parte de nosotros y nosotros de todo ello y así me place pensar sin creer en una idea extravagante, que esas innúmeras huellas marcadas con precisión sobre la arena de la playa son, en realidad, nuestras pisadas, las pisadas de los españoles que nacimos en Marruecos y que ni el tiempo ni el flujo y reflujo de las mareas han logrado borrar. Es como si, caminantes de la vida, siguiéramos por los mismos senderos, como si nunca nos hubiéramos marchado, aún después de nuestro particular éxodo en todas direcciones.
“Un pedacito de Larache en Madrid”. Un pedacito de Larache allí donde exista un corazón, aunque ya no sea niño ni joven, con el mismo sello de identidad: ¡Españoles de Marruecos!

Alicia González Díaz

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