En 1913, el diplomático español Eduardo de León y Ramos describía, en el Boletín Oficial de la Zona de Influencia de España en Marruecos, según me solía contar y comentar el Embajador y conocido arabista Teodoro Ruiz de Cuevas, los detalles de la celebración de Aid el Seguer en Alcazarquivir y en Larache. Narraciones que no variaba en casi nada a como transcurría dicha festividad durante mi juventud, medio siglo después, ni he constatado que haya variado en las dos ciudades del Lukus, en el siguiente medio siglo.
Pero entonces, ¿por qué nuestras festividades judías, cuyo calendario hebreo es también lunar, no sufren los mismos adelantos anuales que las mahometanas? La razón es que en el calendario hebreo se tiene en cuenta los años bisiestos de los tres tipos de años con que cuenta: Shaná jaserá o año que falta, Shaná kesidrá o año normal y Shaná shelemá o año completo; además de que cada cuatro años se añade un mes al mes de Adar (Adar I y Adar II), mes que con sus 29 días coincide con febrero-marzo. Respecto al calendario religioso una pregunta que me suelen hacer mis amigos cristianos es por qué no coinciden en los mismos días las dos Pascuas. La razón es que, en los primeros siglos, los cristianos hacían coincidir su Pascua con la Pascua judía de conformidad con los Evangelios. Es decir, el día 14 del mes de Nisán, mes que comienza con la Luna Nueva de primavera, y cuyo catorceavo día es la primera Luna Llena después del equinoccio de primavera (uno de los dos momentos en nuestro hemisferio norte cuando los días son iguales en duración que las noches). Como las fechas no coincidían con los días más significativos de la Santa Semana como eran el viernes y el domingo, en el Concilio de Nicea del siglo IV se decidió que la Pascua cristiana se celebraría el primer domingo tras la Luna Llena del equinoccio de primavera. 

Entre los musulmanes, la oración en el jamaa (mezquita) durante el Aid el Kebir es especial, como me explicaba mi amigo y vecino en Rabat el prestigioso Fquih Muley Alí, porque se recitan siete takbir y se hacen dos postraciones o rakaa (para más amplia información sobre la explicación de estos actos y rituales ver el capítulo Mezquitas de mi obra de próxima aparición Viajando por el Magreb Hispánico-Un intercambio de culturas). A la salida del templo iban directamente al domicilio para el acto ritual de degollar el cordero. Recuerdo que al final de la calle Sor Ichara Antiguo, detrás del muro del jardín-huerta de mi domicilio (prolongación de la calle Soldado Sequera, popularmente calle del Coliseo y actualmente Al Mutamid Ben Abbad, que se bifurcaba en Sor Ichara Moderno donde yo vivía frente a los Bomberos, y Sor Ichara Antiguo) ponían un gran caldero con agua hirviendo donde los vecinos introducían las cabezas de los corderos que habían sacrificado para cocerla, pues era lo primero que tradicionalmente se comía. Alrededor correteaban alegremente los chiquillos, ante los temerosos gritos de los padres, pues ese día iban vestidos de nuevo o con sus mejores vestimentas. El animal lo solían trocear en tres partes, una vez separada la cabeza: una para los dueños, una que se regalaba a familiares o amigos, y una para los pobres.
