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ADIÓS, QUERIDO SIBARI

El Hachmi Yebari acaba de llamarme desde Larache para darme la fatal noticia, inesperada, de la muerte de Mohamed Sibari. Luego he hablado con Ange, y entre sollozos me ha dicho que antes de ayer habían estado charlando y que le notó una voz diferente. Tal vez él intuía algo.

No sé cuántas veces he contado que Sibari es parte de mi familia, y de la historia de mi familia:  que Sibari se crió con mi abuelo, compañero de su padre, y que cuando de niño no iba al colegio era mi abuelo el que lo buscaba por las calles de Larache para llevarlo a la fuerza a su clase; que Sibari hizo de espía para él, y que a condición de que le dijera si mi madre se veía con mi padre, dónde y cuándo, le daba unas pesetillas, y cómo luego, jugando a dos bandas, se convirtió en la carabina de ellos, paseaba con mis padres y les sacaba las entradas de cine para que fuesen juntos, sin que se enterara mi abuelo… Luego, cuando yo era aún muy pequeño, él se encargaba de pasearme metido en el cochecito por el Balcón del Atlántico… 

No sé cuántas veces nos hemos sentado durante estos años en la terraza del Central para charlar, con un té humeante en la mesa… Recuerdo sus chistes, sus juegos de palabra, su ironía, su risa…

La diabetes le ha ido desgastando, se lo ha comido literalmente. Lo he admirado en estos años por su entereza, por la forma tan increíble, tan optimista, de enfrentarse a la pérdida de sus piernas, y por cómo se reía de ese destino injusto. Ahora que escribo estas líneas lo veo sonreír de nuevo, con su gorra calada hasta la frente.

Sibari siempre recordaba a mi abuelo con un cariño emocionado, y siempre le ha demostrado a mi madre un afecto especial. 

Esta mañana, Sibari ha dejado de asomarse al  balcón de su casa, junto a la Plaza, frente al Balcón del Atlántico. Hoy ha amanecido el cielo más gris que de costumbre, y el mar ruge embravecido con la rabia asomando en cada penacho de espuma. Es un día desapacible, traicionero. 

Sibari se ha ido dulcemente, durmiendo. Es como si anoche, cuando cerró los ojos, hubiera decidido descansar para siempre y no volver a abrirlos. No he podido decirle adiós como me hubiera gustado hacerlo, pero escribo estas líneas sentado en mi despacho, aún desconcertado por una noticia que no esperaba hoy, tratando de que mi despedida le llegue antes de que mañana sea enterrado. Me habría gustado acompañarlo. Pero lo haré desde la distancia, y recorreré tras su cuerpo las calles de nuestra amada Larache hasta su última morada.

Sibari, mañana pensaré en ti, como hoy no dejaré de hacerlo, e imaginaré que, antes de marcharte definitivamente arropado por ese cortejo de familiares y amigos, volverás a llevarme al Balcón y que nos asomaremos juntos al acantilado con la casa de mi niñez a nuestras espaldas, y que veremos el amanecer uno al lado del otro, un amanecer que volverá a ser espectacular. Luego, podrás continuar tu camino, que yo también te seguiré de cerca, con los demás.

No te vas solo, Sibari, te llevas nuestro cariño, un trozo de cada corazón de todos los que te hemos querido, de todos los que te queremos.

Adiós, Sibari. Cuando llegues allí,y aunque sé que lo harás aunque no te lo pida, dale un beso a mi abuelo.

28 de noviembre de 2013 – Sergio Barce 

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