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LARACHE vista por… LEÓN COHEN MESONERO

León Cohen

León Cohen Mesonero me ha enviado un nuevo relato. Esto se está convirtiendo en una especie de buena costumbra entre ambos, o quizá sea una hermosa y fretarnal competencia por narrar todo lo que sentimos por Larache. Sea cual sea la razón, el hecho es que recibir los escritos de León son una buena razón para mirar Larache desde su prisma. Esta narración que hoy reproduzco es su particular visión, nostálgica y llena de cariño, a uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad: el Jardín de las Hespérides.

Ya que hoy termina el Rosh Hashaná al anochecer del día, qué mejor que pasear por el Jardín de las Hespérides aferrados a las palabras de León Cohen.

Sergio Barce, septiembre 2011

“…donde río, mar y tierra concertaron sus nupcias estivales mientras Hércules era amamantado justo arriba, en la colina,  junto al Jardín de las Hespérides”.

Camisas Mojadas (León Cohen)

Jardín de las Hespérides de Larache

 El Jardín de las Hespérides

Lo recuerdo circunscrito por sus alrededores: a la derecha, el cementerio de Lalla Mennana, a su izquierda, el edificio de Correos, enfrente, el colegio de la Alianza Israelita y una especie de “fondak”, y en su flanco trasero, las murallas del Castillo de la Cigüeña. En él desembocaba la “Calle Guerisa” o Calle Gris, callejón éste que yo solía recorrer a menudo, pues comunicaba  la Calle Italia con la Avenida de las Palmeras, en realidad era una suerte de “bypass” para unir la Medina con el pueblo nuevo.  El jardín era lo que ahora se conoce como parque, más bien de poca extensión y corto recorrido, con árboles muy altos y en el centro una pequeña jaula de “titís”. Recuerdo sobre todo el olor a mono, que siempre me ha repugnado. Los niños que éramos, atravesábamos el parque para salir a la conocida como Cuesta del Aguardiente. De esta cuesta, casi todos los niños larachenses de la época presumen de haberse tirado con el carrito de madera con ruedas de rodamientos. Para ser sincero, yo no tengo constancia en mi memoria de haberlo hecho nunca, aunque sí que recuerdo a algunos chiquillos que lo hacían con gran habilidad, pues había que ser muy diestro para controlar una bajada de pendiente bastante pronunciada.

¿Qué no sabrá ese jardín de amores prohibidos u ocultos, de encuentros secretos a la luz de la luna, de contrabandeo? Imagino a Zohra y a Rachid o a Rebeca y a Yusito o a Loli y Joaquín, paseando por la noche, en busca de las manzanas doradas de la inmortalidad (fruto del huerto que cuidaban las tres ninfas griegas, llamadas Hespérides) o en busca de rincones ocultos, donde dar rienda suelta a su amor hecho de efímera eternidad. Ignoro las razones por las que siempre situé en mi imaginación infantil, el encuentro de despedida del padre de mi prima Flora, ingeniero de caminos, canales y puertos venido de Bilbao y de mi tío Yudá (ambos republicanos) en algún lugar del jardín, días antes del Movimiento. Uno se fue a Venezuela y el otro sería una víctima más de la guerra fratricida. ¿Qué mejor lugar para un encuentro clandestino?

León del Jardín de las Hespérides – foto de Javi Lobo

Y los dos leones de mármol, esa pareja de custodios que sustituyeron a Ladón, el dragón de cien cabezas que dejó la diosa Hera en la mitología griega, para proteger su Jardín: ¿Qué o a quienes no habrán visto pasear por la Avenida de las Palmeras? ¿Recordarán aquel 18 de Julio, los disparos y el movimiento de camionetas cargadas de milicianos o de rebeldes, cuando estos últimos trataron de tomar el Edificio de Correos? ¿Y aquel día de 1956 cuando se armó la de Dios es Cristo contra el Raisuni? ¿Y los desfiles de la Victoria? Aquellos dos leones de mármol a la entrada del Jardín eran un símbolo y al mismo tiempo unas estupendas posaderas que todos los niños de Larache y los menos niños, montaron, agarrados a sus crines cual Samsones diminutos e imaginarios.

  ¡Ah mi jardín de la primera infancia, de mis primeros saberes y de mis descubrimientos!

¡Jardín de los mil secretos y de los mil encuentros!  

¡Jardín de los misterios!

¡Jardín de los frutos prohibidos!

¡Cuántas veces te recorrí y cuantas veces he vuelto a recuperarte en sueños!  

                                                           León Cohen, 2011

León Cohen sobre uno de los leones del Jardín, 1982

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