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EL HOMBRE DE LA PLAZA, un cuento de la narradora larachense JOANA MÁRQUEZ

Pensaba cómo comenzar 2013 en mi blog, y de pronto, Joana, que siempre hace comentarios tan sugerentes en él, y que a veces me ha enviado sus relatos hasta ahora inéditos, me hace llegar otro nuevo, y al leerlo me doy cuenta de que éste es el texto que debe abrir el año, primero porque incorporo una voz nueva, aire fresco, y temas inéditos, y segundo porque es una narración tan bien escrita como comprometida, tan humana como desoladoramente bella. Y porque, leyéndolo, me han venido a la memoria imágenes de dos de mis películas favoritas: <Ladrón de bicicletas> (Ladri di biciclette) de De Sica y <Cinema Paradiso> de Giuseppe Tornatore. No sé si el efecto se lo producirá a otros, pero he visto en el personaje de su relato al protagonista de la primera y también al hombre que, en la segunda, gritaba: ¡la plaza es mía!

Por otro lado, siento como si le abriera la puerta a alguien que, por timidez, hasta ahora no se atrevía a hacer públicos sus escritos, y que al hacerlo no sólo creo que comparto con todos algo que merece la pena sino que, además, empujo a Joana al escenario para que nos haga disfrutar con sus creaciones. No tengo que decir que también lo hago porque ella es alguien muy especial para mí, una amiga que está ahí y que sé que no me fallará. Así que <El hombre de la plaza> es el primero que incorporo, y espero que sea el que dé inicio a una larga lista. De manera que pongamos el pie en la calle, adentrémonos en este nuevo año lleno de incertidumbres y acerquémonos a la plaza donde Joana nos va a relatar, como una cuentacuentos en medio del zoco chico, una de sus historias.

Sergio Barce, enero 2013

Joana Márquez

Joana Márquez, en The Dylan Thomas Centre, Gales

EL HOMBRE DE LA PLAZA

No quiero despedir este año sin dedicarte mis pensamientos. Te debo unas líneas a ti que tantas veces te vi en la misma plaza, con la mirada perdida, como esperando a alguien que marchó con la promesa de volver un día. Una mujer, o puede que un hijo…

Sin fallar a esa cita diaria, haga frío o calor, allí estás presente, vigilando y aguardando con la colilla aplastada entre los labios resecos, faltos de pronunciar unas palabras que tal vez ya se te olvidaron, o algún nombre que te duele recordar.

Te van pasando los días, Sigue leyendo

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