Eso es lo que gritó alguien entre el público a mitad del concierto de despedida de Ennio Morricone: ¡Ennio, te queremos! Alguien tenía que decirlo, y lo hizo quien tuvo más arrojo de los asistentes. Pero todos lo suscribimos en ese instante. Cómo no querer a Ennio, si nos ha regalado las más hermosas composiciones de la historia del cine para que seamos un poco más felices. Eso ocurrió ayer en el segundo y último concierto de despedida en Madrid.
El pabellón del WiZink Center estaba lleno, unas 10.000 personas. Diez mil personas que escucharon y admiraron al maestro en un silencio reverencial durante casi tres horas de disfrute sólo interrumpidas por un descanso de veinte minutos. El tiempo voló. Y el concierto se nos hizo muy corto.
