«SANTA MARÍA DEL CIRCO», UNA NOVELA DE DAVID TOSCANA
“Aunque Balo salía disparado de su cañón gracias a un resorte, simultáneamente se hacía tronar una pequeña carga de pólvora. El ritual de encender la mecha, así como la explosión, el flamazo y el posterior olor a quemado le daban al espectáculo una mayor dosis de realismo. Su acto siempre iba antes de los trapecistas, pues se aprovechaba para ambos el tendido de la red; además, Balo debía preceder a los Cabriolé porque el espectáculo iba in crescendo, y un hombre disparado diez metros era poca cosa frente a tres hermanos dando mil piruetas por los aires. En un principio, Balo sólo se metía en su cañón, se detonaba la carga, volaba hacia la red y sanseacabó; pero don Alejo le reclamó que le pagaba demasiado como para entretener al público apenas diez segundos. Le habló de mademoiselle Zazel, una hermosa mujer lanzada desde un cañón de madera a una altura de doce metros, <y no caía sin riesgo en una red; no, señor, en lo más alto de su trayectoria era tomada por un trapecista>. Para Balo no había punto de comparación si era lanzada de un artefacto de madera, podía equipararse a un dardo o a una flecha, pero jamás a una bala. Don Alejo hizo hincapié en que el asunto no era cómo llamar el proyectil, sino que aquella mujer le estaba dando una lección de agallas. Balo aceptó rediseñar su acto, e involucró tanto a la Orquesta Festival como al anunciador. El percusionista se la pasaba con el sonsonete de tambor que en el ámbito circense indica el advenimiento de algo peligroso, en el ambiente procesal acompaña a un hombre al cadalso, y en cualquier situación termina con un golpe de bombo y platillo. En medio de la pista y entre cada tamborileo, Balo se despedía de algunos compañeros para insinuar al público su probable muerte; luego inclinaba el cañón mediante unas poleas, y hacia afuera rodaban tres balas con un diámetro muy inferior al del cañón. Hércules las recogía y realizaba un par de malabares torpes con ellas. Balo accionaba de nuevo las poleas para apuntar el cañón en un ángulo justo de sesenta grados. Subía una escalera y metía medio cuerpo. Su traje rojo de vivos naranjas era lo más vistoso del circo. El anunciador hablaba sobre los cientos de hombres que en la historia del circo habían muerto por intentar ese temerario acto y que, toda proporción guardada, en épocas remotas había sido una de las tácticas de guerra más importantes, pues para entrar en ciudades amuralladas, los guerreros visigodos eran arrojados con catapultas. <Jamás hubo hombres más valerosos que aquellos visigodos, y ahora sólo en Balo encuentran un igual.> Tomaba una antorcha de mango largo, él mismo encendía la mecha y se persignaba antes de desaparecer en la boca del obús. La mecha antigua tardaba entre cinco y diez segundos en consumirse; la nueva, tardaba cerca del minuto; en unos prolongaba la tensión, en otros provocaba impaciencia. Entonces la Orquesta Festival tocaba los acordes finales de la Obertura 1812, y el hombre bala, en medio de un tronido, una humareda y la total expectación del público, salía disparado hacia la red. Don Alejo se sintió más satisfecho con el acto, pues ya entretenían a la gente alrededor de cinco minutos; no obstante, siempre insistió en que hacía falta de veras arriesgar la vida y le sugirió a Balo prenderse fuego en la ropa o acomodar unas picas envenenadas bajo la parábola entre el cañón y la red. Balo no se atrevió a ni a una ni a otra cosa…”
Este párrafo pertenece a la novela Santa María del Circo, del escritor mexicano David Toscana. Con una prosa elegante, muy bien trenzada y un gran sentido del humor que preña toda la historia, nos relata la curiosa y estrafalaria historia de unos artistas de circo condenados por las circunstancias a vagar por páramos desolados hasta encontrar un pueblo fantasma donde deciden rehacer sus vidas.
Los personajes son fantásticos: Hércules, don Alejo, Balo, Mágala, Natanael, Narcisa, Barbarela, Mandrake, Fléxor… Incluso lo son sus nombres. Hilarante el día en el que deciden sortear las labores que desempeñará cada uno de ellos en el pueblo que han tomado casa por casa.
Se pasa bien leyendo a David Toscana. Y en esta historia, con ecos de Rulfo y de la novela mágica, también hay una aguda reflexión sobre la condición humana, sus miserias, sus pequeñas desilusiones y sus ingratas frustraciones. Me ha gustado mucho esta novela que me ha llevado a tierras inhóspitas para hacerme reír con las penurias de unos desgraciados sin futuro. Humor negro de la mano de buena literatura.
“…Prefiero las bibliotecas con libros de madera. Lucen más bonitos, son más fáciles de sacudir, en caso de incendio no se prenden tan rápido y, lo mejor de todo, no tienen páginas. Además poseen un mayor valor de reventa…”
Esto afirma uno de los personajes, una sentencia de lo más sarcástica saliendo de la pluma de un escritor. Pero así es Santa María del Circo, de David Toscana, publicada por Editorial Candaya, una novela a contracorriente, irreverente y original.