«LA MUERTE TENDRÁ QUE ESPERAR», UNA NOVELA DE JAVIER VALENZUELA
La novela negra, el noir, se alimenta de la realidad, de la cara oculta, de lo más bajo del instinto humano, de las bajezas éticas. La muerte tendrá que esperar, que cierra la trilogía escrita por Javier Valenzuela con Tánger como telón de fondo, es un excelente ejemplo de ello.
Con gran habilidad rescata personajes de sus anteriores títulos tangerinos, enhebra un sinfín de historias muy actuales alrededor de una trama principal y ofrece así una visión panorámica de la corrupción que campa a sus anchas cada día ante nuestras narices: la del rey emérito, la de los bitcoins, la policial de las cloacas del Estado, la de los eventos deportivos, la de la prensa… Y es que Javier, como brillante periodista, ha sabido introducir cada una de esas cuestiones que nos han llenado de zozobra y de desilusión estos años. Sólo el profesor Sepúlveda, de nuevo, es de, entre los protagonistas, el que parece que intenta sobrevivir sin que nada le salpique, observando lo que sucede con una mirada distante y sarcástica.
Pero también ha sabido humanizar y retratar a todos los demás personajes, que se hacen cercanos. A veces, me he reído con algunas de sus descripciones porque, solo con el físico, ya se adivina de qué personaje público real nos está hablando. Los clava. En este punto me parece muy valiente por su parte que sean así de reconocibles, hace la novela más realista y creíble.
Como ya hizo en sus otras dos novelas, es fácil moverse por Tánger siguiendo su relato. Para quienes conocemos bien la ciudad, nos situamos en cada escenario con una facilidad pasmosa; para los lectores que no han estado nunca en Tánger, supongo que les abre el apetito por conocerla. Se huele Tánger en estas páginas. Javier conoce en profundidad a la ciudad y a su gente.
“…Orlov sonreía, nuevamente de modo manso y amistoso, y a Malika volvió a sorprenderle el gesto. Joder el bielorruso no siempre iba de tipo duro, también podía parecer humano. Él prosiguió:
-En fin, lo que me gustaría que le dijeras a tu chico es que ya no estoy en el L´Américain. Desde esta mañana, me alojo en un riad de la kasbah que se llama Saba´s House. Tiene muy pocas habitaciones, todas con nombres de celebridades. A mí me ha tocado la de Mick Jagger.
Malika le devolvió la sonrisa.
-¡Mick Jagger! No está nada mal. ¿Sabes que venía mucho por Tánger? Se enrollaba fumando kif y haciendo música con la orquestilla de un pueblo llamado Jajouka.
-Un pueblo rifeño, sí. Conozco la historia. Y si no la conociera, el museo que le tienen montado a los Rolling Stones en el Café Baba me la habría enseñado. Pero, bueno, tú dile a Messi lo que te he dicho. No voy a estar mucho tiempo en el Saba´s House. Es carísimo.
-Michael, ¿te puedo confesar una cosa?
-Por supuesto. Adelante.
-No entiendo por qué estás siempre cambiando de hotel.
-No es por mi gusto, Malika, puedes creerme -sonó el timbre de la puerta y ambos se giraron hacia allí. Bajo el dintel, una muchacha muy maquillada y con un hiyab fucsia miraba al interior con expectación. Malika le dijo en dariya que estaba cerrando y que podía volver mañana. La muchacha no insistió y se fue. Orlov volvió a mirar a Malika-. ¿Tú has visto una película que se llama The Bourne ultimatum?
-¿La de espías que rodaron aquí?
-Esa misma, con Matt Damon haciendo del espía Bourne. Pues si la has visto, recordarás su mejor escena: Bourne huyendo de unos sicarios por las azoteas de Tánger -Malika asintió en silencio, no tenía la menor idea de a dónde quería ir a parar el bielorruso-. Así me siento yo en esta ciudad, escapando como Bourne por las callejuelas y las azoteas.
-No exageres, Michael. Exagerar es cosa de nosotros, los latinos y los moros, no de vosotros, los eslavos o como os llaméis.
-No exagero, Malika. Mira, todos somos de alguna manera exiliados. Exiliados de nuestra infancia, de nuestra familia, de nuestra tierra, de los sueños que tuvimos… Yo tengo muchos de esos exilios dentro de mí, pero, además, me siento perseguido por ello…”
Sin duda, la corrupción es el gran tema de esta novela, y eso arrastra todo el lodo que enfanga la vida pública. Sin titubeos, retrata cómo funciona nuestra sociedad: el tráfico de influencias, las traiciones, los intereses de grupos corporativos, los engaños, la manipulación informativa… El dibujo se traza desde las capas más bajas, con sus aspiraciones de gloria (el personaje de Messi es un buen ejemplo), pasando por los poderes en la sombra (el comisario Romero), hasta los estratos sociales más inexpugnables, pero por ello sin duda más corruptos (el rey, los qatarís…). No deja títere con cabeza. Y deja un amargo sabor de boca al corroborarnos con esta novela que lo que huele a podrido es más profundo aún de lo que imaginamos. Javier Valenzuela está bien informado y se nota.
Pero siempre hay, además, tiempo para otras sub-tramas que nos dejan respirar algo de aire puro. El profesor Sepúlveda es quien muestra al menos algunos destellos de dignidad.
“(…)
-Antes de que hablemos de otras cosas, me gustaría hacerle una pregunta personal, si n o tiene usted inconveniente -Sepúlveda dio su venia con la cabeza-. Me pregunto por qué sigue usted aquí, profesor. Ya sé que su trabajo está aquí y que su pareja es de aquí. Pero supongo que usted podría trasladar a España sin muchos problemas tanto su trabajo como su relación. Así que lo que me interesa, ya me conoce, es la razón profunda de su apego a esta ciudad. La razón filosófica.
-No puedo responderle con nada original, comisario. Creo que me ha pasado lo mismo que a Bowles. En mis primeros años, disfrutaba sintiendo que esta ciudad tiene una magia especial. Luego pasé a conformarme con que aquí se viva y se deje vivir. Y, por último, fui envejeciendo y el mundo me fue gustando cada vez menos. Así que para qué voy a cambiar, no hay por ahí fuera nada que merezca una mudanza…”
No sé por qué, pero en este diálogo se me coló la voz de Javier Valenzuela pronunciando las palabras de Sepúlveda, como si fuera él quien me las estuviera leyendo. No es la primera escena en la que me ha ocurrido, en Limones negros ya la escuché, pero aquí, en esta declaración, era más nítida y clara.
Una novela, en fin, para pasar un buen rato de lectura noir, sin necesidad de escenas de violencia, porque la violencia en este caso es sutil y moral, pero igualmente demoledora.
La muerte tendrá que esperar, ha sido publicada por la Editorial Huso.
– «La muerte tendrá que esperar» bien podría ser un título para una película de James Bond.
– El sello «Tanger noir» con el símbolo estrella de Maroc -su estrella con sus cinco puntas representando los cinco pilares del Islam-, me podría dar la excelencia del contenido.
– Y ese hermoso rostro de mujer de los cincuenta, que me recuerda a alguna actriz, me hace pensar en la época bulliciosa y bohemia en que las madres de algunos de nosotros vivieron en ese inolvidable Tánger internacional.
Solamente puedo comentar estos tres puntos de una portada muy atractiva, magnífica.
Sobre el contenido -como aún no he leído la novela- solamente puedo comentar algo sobre el párrafo (que tú nos muestras, Sergio) en que Michael y Malika están dialogando sobre el exilio… «…todos somos de alguna manera exiliados. Exiliados de nuestra infancia, de nuestra familia, de nuestra tierra, de los sueños que tuvimos… Yo tengo muchos de esos exilios dentro de mí…»
Me ha hecho recordar a la escritora turca Elif Shafak diciendo «…no he olvidado a Estambul, lo llevo conmigo porque llevamos encima los lugares que amamos sin importar si estamos allí o no». «Tienes la melancolía del exilio…»
Encierran mucho estas frases.
Hace ya algunos años cuando leí «Tangerina» aún recuerdo al profesor Sepúlveda contestando a la pregunta del cónsul sobre si su padre trabajó allí y él le contestó: «No se equivoca, en el diario España»… entonces yo también asentí sonriéndome porque mi padre, Tangerino, también trabajó en el Diario España.
– «La muerte tendrá que esperar» bien podría ser un título para una película de James Bond.
– El sello «Tanger noir» con el símbolo estrella de Maroc -su estrella con sus cinco puntas representando los cinco pilares del Islam-, me podría dar la excelencia del contenido.
– Y ese hermoso rostro de mujer de los cincuenta, que me recuerda a alguna actriz, me hace pensar en la época bulliciosa y bohemia en que las madres de algunos de nosotros vivieron en ese inolvidable Tánger internacional.
Solamente puedo comentar estos tres puntos de una portada muy atractiva, magnífica.
Sobre el contenido -como aún no he leído la novela- solamente puedo comentar algo sobre el párrafo (que tú nos muestras, Sergio) en que Michael y Malika están dialogando sobre el exilio… «…todos somos de alguna manera exiliados. Exiliados de nuestra infancia, de nuestra familia, de nuestra tierra, de los sueños que tuvimos… Yo tengo muchos de esos exilios dentro de mí…»
Me ha hecho recordar a la escritora turca Elif Shafak diciendo «…no he olvidado a Estambul, lo llevo conmigo porque llevamos encima los lugares que amamos sin importar si estamos allí o no». «Tienes la melancolía del exilio…»
Encierran mucho estas frases.
Hace ya algunos años cuando leí «Tangerina» aún recuerdo al profesor Sepúlveda contestando a la pregunta del cónsul sobre si su padre trabajó allí y él le contestó: «No se equivoca, en el diario España»… entonces yo también asentí sonriéndome porque mi padre, Tangerino, también trabajó en el Diario España.
Un beso
Besos,Joana