Como siempre, mientras escribo, Paco me vigila en silencio. No sé qué pensará, tal vez que los humanos somos demasiado raros. Dentro de un par de minutos cerrará los ojos y se dormirá mientras sigo tecleando. A veces (quienes tienen gatos saben de lo que hablo), se acerca y se deja caer sobre ese mismo teclado en el que trabajo y no hay manera de que se mueva de ahí. Lo quito de en medio, y regresa una y otra vez silenciosa y sigilosamente para volver a tumbarse en el lugar de antes. Erre que erre.
Ya se ha dormido. Continúo escribiendo.
***