Esta reseña, además de hacerme sentir francamente orgulloso de mi novela, está escrita mano a mano por dos excepcionales profesores: Mari Carmen Ocaña Heredia y José Luis Pérez Fuillerat.
Amén de la larga labor docente que ambos han desempeñado y desempañan, más que reconocida y alabada en Málaga, José Luis es también un poeta y escritor muy respetado, cuyas reseñas me parecen siempre aleccionadoras. Pero en esta ocasión lo ha hecho con Mari Carmen, añadiendo así a su matrimonio otro condimento más: el de críticos literarios o el de tertulianos novelescos. Y es que nunca pensé que mi nueva novela La emperatriz de Tánger daría juego para este inteligente diálogo que los dos entablan en una conversación llena de picardía, socarronería, gracia y buen saber. No sé, pero es de esas crónicas que merecen releerse una y otra vez.
Gracias a los dos. Confieso que les tengo mucho respeto, pero ahora mucho más cariño. Con esta reseña me han arrancado una sonrisa de felicidad.
¿Quién se va a resistir ahora a leer mi libro?
Sergio Barce, junio 2015
Mester de fantasía en la novela “La Emperatriz de Tánger”, de Sergio Barce
por José Luis Pérez Fuillerat, con ayuda de Mª Carmen Ocaña Heredia
Tócala otra vez, Sam. No sé por qué me ha venido a la memoria esa escena de la conocida película, Casablanca, una vez terminada la lectura de la última novela del escritor malagueño-larachense, Sergio Barce. Quizás sea por la soledad final de ambos protagonistas, Rick, en el filme de Michael Curtiz y, Augusto, en “La Emperatriz de Tánger”. En ambos casos, se da un aparente único plano, cuando en realidad contienen una multiplicidad de ellos. De tal manera, en la novela de Barce, que bien podría haber comenzado por ese final y, mediante un salto atrás, contar toda la peripecia de Augusto Cobos Koller, en la búsqueda de su “emperatriz”, es decir, de su novela.
Mi propuesta de comentario, in limine, va a ser mediante un diálogo entre dos lectores de la misma novela y casi al mismo tiempo, mi mujer, como lectora L-1, y yo, como lector L-2.
L-1. ¿Crees que se trata de una novela erótica, en la línea de esa saga de la escritora británica E.L. James, “Cincuenta sombras de Grey?
L-2. De ningún modo. Aunque el erotismo está presente en todos y cada uno de los encuentros entre Augusto y las diferentes mujeres de la trama, Esther, Carmen, Yamila, Irena y Miriam, creo que no se pretende que sea el leit motiv de la novela. Sí, en cambio, esa promiscuidad puede ponerse en paralelo con la mezcla o confusión intencionada entre lo real y lo ficticio, que es un continuum en la intención de todo novelista. En esta novela, la fantasía es un menester, un ejercicio intencionado que se desarrolla con gran habilidad por parte de Sergio Barce. Un pacto mutuo entre el creador y los personajes, Dios y las criaturas, de tal manera que, al saberse estas liberadas, colaboran con su creador en el proceso creativo y la conformación del universo narrativo.
L-1. Pero en esa mezcolanza de realidad y ficción, ¿sería imprescindible, que los lectores, conocieran quiénes fueron, en el mundo real, el profesor y cineasta Pablo Cantos, el escritor y músico Paul Bowles, su esposa Jane; el dramaturgo Tennesse Williams, el poeta larachense Dris Diuri, el novelista francés André Malraux; Chéjov, Max Aub, o un personaje tan cercano en el tiempo y en el espacio como Plácido Fernández Viagas, primer Presidente de la Comunidad Autónoma Andaluza?
