
Tanto en la Caseta de Balqis Casa Árabe, en la que Beatriz Ballesteros y su hermana Sara, junto a su madre, me acogieron con un entusiasmo y una alegría contagiosa, como en la de Librería Diwan, con Noureddine Bettioul y Said Bensellam a la cabeza, y Mar de apoyo permanente, que son como familia y que estuvieron allí vendiendo mi libro como jabatos, lo cierto es que me lo he pasado francamente bien, disfrutando de los lectores que se acercaron y se aventuraron a comprar mi nueva novela, y, sobre todo, de los muchos amigos que no sólo se llevaron ejemplares de La emperatriz de Tánger, sino también de Paseando por el Zoco Chico, El libro de las palabras robadas y Sombras en sepia. La verdad, no me puedo quejar.