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«MIL GRULLAS» (Sembazuru, 1949) de YASUNARI KAWABATA

Desde el día de su nacimiento se alimentaba allí y, desde el día que comenzara a ver, vería esa horrible mancha en el pecho de su madre. Su primera impresión del mundo, la primera impresión de su madre, sería esa horrible mancha, y ahí quedaría esa impresión, a lo largo de toda la vida del niño.

(…) Cuando recibió la nota que lo avisaba de que ella se proponía realizar la ceremonia del té como excusa para presentarle a una joven, la mancha flotó ante él una vez más y, puesto que la presentación la realizaría Chikako, se preguntó si la joven tendría la piel perfecta, una piel libre de la más leve marca.”

 MIL GRULLAS (Sembazuru, 1949) de Yasunari Kawabata.  Novela delicada y simbólica, su trama está construida alrededor de la milenaria ceremonia del té, y a través de ella Yasunari Kawabata nos habla del amor, del erotismo, de la sensualidad y del poder de la atracción y del deseo. Mientras que “El maestro de Go” (novela del mismo autor de la que ya hablé con anterioridad) es una obra elegíaca, en la que la muerte y el honor son el eje central, aquí Yasunari Kawabata, con su depurado estilo, nos sumerge en un mundo absolutamente desconocido para quienes no conocemos en profundidad la cultura japonesa. Cada gesto, las grullas del título (bordadas en un pañuelo es símbolo de longevidad, por ejemplo), cada taza de té (según su material y su color, tiene un significado diferente; así la jarra Shino de esmalte blanco y tenue rojo es utilizada para la ofrenda floral fúnebre), cada cita o cada palabra que se pronuncia (es una novela con mucho diálogo) encierra un mundo. Las ceremonias de té se van adueñando de la trama, son el asidero de los personajes, y las acciones de estos, envueltas en simbolismos, parecen depender absolutamente de aquéllas.

 “La señora Ota tenía al menos cuarenta y cinco años, unos veinte más que Kikuji, pero logró que él olvidara su edad cuando hicieron el amor. Kikuji sentía que tenía entre sus brazos a una mujer más joven que él.

Al compartir una felicidad que provenía de la experiencia de la mujer, Kikuji no sentía en absoluto la reticencia bochornosa de la inexperiencia.

Sentía como si fuera la primera vez que conocía a una mujer y como si por primera vez se conociera a sí mismo como hombre. Era un extraordinario despertar. Nunca había imaginado que una mujer podía ser tan enteramente dócil y receptiva, una pareja que lo acompañaba y, al mismo tiempo, lo inducía a sumirse en una fragancia tibia.

Kikuji, el solterón, a menudo se había sentido mancillado después de tales encuentros; pero ahora, cuando la sensación de contaminación debía resultar más aguda, sólo era consciente del tibio reposo.

Casi siempre quería hacer de su partida un momento brusco, pero hoy era como si por primera vez alguien estuviera cálidamente a su lado, y él se dejaba arrastrar de buena gana. Hasta entonces  no había visto cómo podía acompañar la oleada femenina. Al entregar su cuerpo a esa ola, sintió incluso una satisfacción que era como adormecerse en la victoria, el conquistador a quien un esclavo lava los pies.”

Es una novela curiosa por los códigos de conducta que se nos muestra: el de una sociedad japonesa respetuosa con sus tradiciones, capaz de convertir un tazón de té en todo un tesoro que pasa de generación en generación y cuya pérdida puede llevar a la desesperación o a la vergüenza. También hay poesía, y erotismo, y juegos de atracción y rechazo, junto a maquinaciones insidiosas, sin embargo, todo dentro de unas leyes ancestrales que han de ser cumplidas, casi veneradas.

tazón de té Oribe

 “Kikuji pensó en la mujer preparando té el día antes de su muerte.

Mientras medía la cantidad de té, una lágrima había caído sobre la tetera. Él había ido a buscar el tazón, ella no se lo había traído. Cuando él terminó el té, la lágrima ya se había secado.”

Novela preciosista, te envuelve por su ritmo casi invisible, una especie de baile lento, y es Kawabata el que te lleva en este baile porque desconocemos sus pasos. Sin embargo, te conduce como el maestro que es, y al final disfrutas de la danza, tal vez por su exotismo, sin duda por su calidad.

 “Cuando Chikako se ponía a discutir, echaba los hombros hacia atrás.

-Te estoy diciendo la verdad. Yo soy diferente de la señora Ota. En cuanto a tu padre, yo fui un caso de poca importancia. No veo razón para ocultar la verdad: yo, por desgracia, no era su pasatiempo favorito. Apenas comenzó, estaba concluido. –Miró hacia abajo-. Pero no me arrepiento. Él fue bastante bueno como para utilizarme después, cuando le convenía. Como la mayoría de los hombres, encontraba más fácil utilizar a una mujer con la cual había tenido un romance. Y así, gracias a él, desarrollé una sana y buena disposición al sentido común.”

Sergio Barce, agosto 2011

Yasunari Kawabata

 YASUNARI KAWABATA (1899-1972) 

obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1968.

Los párrafos transcritos de la novela están tomados de la edición de marzo de 2008,

publicada por Emecé Editores, y con traducción de María Martoccia.

 

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«EL MAESTRO DE GO» (Meijin) (1951) de YASUNARI KAWABATA

Igual que contemplar una película de Ozu o de Mizoguchi. Yasunari Kawabata narra con una elegancia y precisión decididamente conscientes para sumergirnos en la última gran partida de Go, celebrada en 1938. Lo hace así porque el juego de Go, tan extraño como insondable (salvo para los japoneses y algunos conocedores del mismo, por supuesto), lo exige. Cada movimiento de los jugadores, y también de quienes les rodean durante los meses que dura esa gran partida, visualizan de manera perfecta el ritual, el honor y, sobre todo lo demás, el arte que destila ese juego.

“Probablemente no se habría presentado de habérsela pasado por la cabeza la posibilidad de perder, y fue como si su vida terminara cuando la corona de la victoria cayó de su cabeza. Había seguido su extraordinario destino hasta el final”

Contrapone la esencia y la tradición del Maestro, que pone por última vez su título en juego, frente a un joven contrincante más visceral, práctico y moderno, que, sin embargo, representa la ruptura definitiva entre lo viejo y lo nuevo. Kawabata no puede disimular en su novela, sin embargo, su apego hacia el Maestro, su irrenunciable admiración por alguien que hizo de un juego una obra de arte, y aunque con gran respeto, nos muestra en el personaje del aspirante Otake la nueva cara de las cosas, este mundo artificial, en el que sólo impera el más fuerte, el más osado, la nueva cultura del vencedor por encima de cualquier otra valoración ética o moral.

“El Maestro había colocado el juego a nivel de obra de arte. Era como si la tarea, semejante a una pintura, hubiera sido manchada en el momento de mayor tensión. Ese juego de negro contra blanco, de blanco contra negro, tenía el designio y las formas de una creación artística. Tenía el vuelo del espíritu y la armonía de la música. Todo se desvirtuaba si sonaba una nota en falso… La obra maestra de un juego podía arruinarse por la insensibilidad de sentimientos de un adversario”

Cada frase, cada palabra, está escogida al milímetro. La aparente inacción de algunos de sus pasajes es impostada, el verdadero movimientos es tan sutil como la manera de caminar de una geisha. Los movimientos de las fichas, descritos con procelosa delectación (se nota que a Kawabata el juego de Go le hipnotizaba), es como la visualización de una batalla heroica. El sufrimiento de la esposa del Maestro es un claro paralelismo del que sufrían las mujeres de los guerreros de antaño (imagino incluso algunas escenas de “Ran” de Akira Kurosawa).  Yasunari Kawabata cincela, igual que un escultor, una biografía ficticia hasta modelar la figura que se proponía, es decir, la magnificencia del Maestro, su derrota que no es derrota, su final trágico y, sin embargo, honroso porque su cincel ha pulido las aristas y logra que el lector se ponga de parte de ese viejo que lucha contra lo ineludible, sentimos su dolor, su confusión final, y le arropamos.

 

Sergio Barce, febrero de 2011

(Los fragmentos de  la novela los he tomado de la edición de “El maestro de Go” publicada por Emecé Editores, 2010, con traducción del japonés de Amalia Sato)

  Yasunari Kawabata (1899-1972). Escritor japonés, cuya primera novela fue “La bailarina de Izu” (1927). Según parece, Kawabata tuvo una infancia trágica, era insomne y leía constantemente (había estudiado en la Universidad Literatura Inglesa y Japonesa), y pese a que era una persona solitaria, se convirtió en el escritor japonés más popular de su tiempo. Sus títulos más conocidos son “La casa de las bellas durmientes” (1961), “Lo bello y lo triste” (1964), “Mil grullas” (1949) o “País de nieve” (1935). En el año 68 fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura, y cuatro años después se suicidó.

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