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VIRGINIA WOOLF Y LOS JUDÍOS

En el magnífico libro Siete mujeres (7 femmes), de Lydie Salvayre (El Desvelo Ediciones), con traducción de Marta Cerezales Laforet, leo estos párrafos que me hacen reflexionar muchísimo sobre la condición humana, tal y como le ocurre a Salvayre al llegar a este punto en su capítulo dedicado a su admirada Virginia Woolf:

«Entonces aparece Leonard Woolf.

Leonard ha conocido a Thoby (hermano de Virgina) y a todos esos jóvenes de buena familia en la universidad de Cambridge. Él procede del pueblo, o más exactamente de una familia que acaba apenas de emerger de la clase de los tenderos, y judía para más inri. Pero es brillante, y eso compensa.

Leonard, al acabar la universidad, se trasladó a Ceilán, lejos de lo que amaba. Ocupó durante seis años las muy aburridas funciones de gobernador, cazó el tigre, aprendió el tamil, asistió a ahorcamientos y fornicó con prostitutas, algo asqueado, sin embargo.

Cuando vuelve a Londres, Vanessa le invita a cenar y Virginia a compartir la casa donde vive.

A las dos, dice que sí.

Luego, envalentonado, pide a Virginia que se case con él. Virginia duda un momento ante ese tembloroso misántropo judío. Duda, tanto más cuanto que no siente por él ningún estremecimiento sexual, lo que le declara algo abruptamente. Como le dije el otro día, usted no me atrae físicamente, no siento ninguna atracción física hacia usted. Hay momentos -cuando me besó el otro día- en los que no siento más allá de lo que sentiría una roca.

Pero como por otra parte se da cuenta de que tiene otras muchas cualidades, Virginia, después de veinte debates interiores y cuatro noches de insomnio, acaba por aceptar. Tengo que confesarte algo, escribe a su amiga Violet Dickinson, me caso con un judío que no tiene un céntimo.

La mayoría de los que han estudiado la obra de Viriginia Woolf han cerrado púdicamente los ojos ante sus comentarios en relación con los judíos. Pero esos comentarios existen, y cualquiera que lea su Diario, puede descubrirlos.

Por ejemplo, en 1910, durante un crucero en Portugal con Adrian, se queja de cruzarse con un montón de judíos portugueses y otros objetos repugnantes. El 4 de enero de 1915, anota en su Diario: No me gusta la voz de los judíos; no me gusta la risa de los judíos. Más tarde reprocha a la madre de Leonard el pensar que sus hijos, esos judíos y judías aburridos y feos, son hombres y mujeres espléndidos, etc…

Yo hubiera podido decidir cerrar los ojos ante ese aspecto de Virginia Woolf. La admiración incondicional que le profeso hubiera podido conducirme a la negación más obstinada. Y hubiera podido pretender, con una mala fe de la que soy capaz, que las palabras de Virginia no querían decir lo que decían. Habría sido un error. Porque hubiera renegado de lo que, precisamente, Virginia Woolf me enseñó o me vuelve a enseñar: que los hombres tienen un corazón complicado, lleno de contrabando, que sus movimientos íntimos escapan a la razón, que sus disonancias interiores son a menudo misteriosas, desgarradoras las paradojas que les agobian, y laberínticas las combinaciones de su espíritu.

Virginia Woolf, que durante sus años jóvenes denigra a los judíos con frivolidad, se casa con un judío al que llama, afectuosamente, mi judío. No es la primera de sus contradicciones.

Pero hay que señalar que, en el grupo de Bloomsbury, el antisemitismo es, en cierto modo, normal, un tic del pensamiento, un reflejo tan mecánico como el de colocar el tenedor a la izquierda o decir gracias y hasta luego, un legado que no merece la pena discutir y que Virginia, que sin embargo se opone con fuerza a los pensamientos predeterminados, comparte, a nuestro pesar, con su entorno. Pero podemos estar tranquilos, Virginia Woolf lo volverá a poner en tela de juicio y se dedicará en sus escritos a criticar implacablemente los prejuicios que infectan su medio social. Y más aún, durante los años anteriores a la Segunda Guerra mundial, no dejará, al lado de Leonard, de tomar claramente posiciones antifascistas y hará esta declaración que será parte de su leyenda: Todos somos judíos. Con la llegada de Hitler al poder, Virginia, Leonard y la mayoría de sus amigos de Bloomsbury combatirán sin reserva el antisemitismo que, durante su juventud, habían odiosamente divulgado…»

 

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«INFIERNO Y PARAÍSO DE LAS ISLAS», UN LIBRO DE MIGUEL ÁNGEL MORETA-LARA

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                                                                                 MARÍA OSTEN

“Otra mujer fascinante fue la escritora alemana María Osten (María Gresshöner, 1918-1942), perteneciente a la generación literaria de Joseph Roth y Anna Seghers. Estuvo en España junto a su compañero Mijaíl Kolstov (1898-1940), corresponsal de Pravda y agente de Stalin en España. María Osten también publicaría en la revista republicana El Mono Azul (dirigida por María Teresa León y Rafael Alberti) un reportaje titulado <Niños españoles> (16 de octubre de 1936). Cuando fueron llamados a Moscú, aunque María fue aconsejada por sus amigos Malraux y Koestler sobre la conveniencia de no regresar a la URSS, fueron ejecutados.

María Osten había sido amante, durante algún tiempo, del dramaturgo Bertolt Brecht (1898-1956), con el que se carteó hasta el final. Quizá fuese ella la que suministrara noticias sobre la entrada de las tropas franquistas en Málaga, en febrero de 1937, y el genocidio de la carretera de Málaga a Almería, por donde huía la población civil masacrada por la aviación y el cañonero del ejército golpista. Este trágico suceso es conocido como la Desbandá. Brecht estrenó en París el 16 de octubre de 1937 la obra Los fusiles de la señora Carrar, donde recogía este episodio. Ahora ya sabemos que Brecht contó con colaboradoras en la escritura de su teatro y de su poesía: siempre dijo que escribía por amor (más bien al amor de la pluma de esas mujeres, aunque luego firmara las obras como propias). Muchas -quizá todas- se deben exclusiva o parcialmente a sus amantes secretarias.

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                                                                           MARGERETE STEFFIN

Precisamente es el caso del drama Los fusiles de la señora Carrar, escrito en colaboración con otra mujer de grandísimo interés, la escritora, actriz y traductora (inglés, francés, ruso, sueco, danés…) Margarete Steffin (1908-1941) que murió de tuberculosis en Moscú, en tanto Brecht sería muy probablemente liquidado por la Stasi de Berlín Este mucho más tarde (según algunas versiones). Brecht supo tener siempre a su alrededor a una mujer muy apañada, diestra y generosa con la máquina de escribir, como otros intelectuales y escritores: Gregorio Martínez Sierra tuvo a María de la O Lejárraga, Juan Ramón Jiménez a Zenobia Camprubí, Mijaíl Bulgakov a Yelena Shilovskaia, Robert Capa a Gerda Taro…

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                                                                  MARGERETE BUBER-NEUMANN

Esta Margarete, que no llegó a estar en España (sino a través del drama referido), me lleva a otra: Margarete Buber-Neumann (1901-1989) que, casada con el comunista alemán Heinz Neumann, recaló por un tiempo en la España de la Guerra Civil. Cuando regresaron a la URSS, su marido fue ejecutado, pero con ella rizaron el rizo: condenada en un campo de concentración fue entregada posteriormente a la Gestapo, que la confinó en el campo de Ravensbrück. Allí amistó con otra mujeraza, la periodista y traductora checa Milena Jesenská (1896-1944), conocida por la relación epistolar que mantuvo con su paisano Franz Kafka. Milena no llegó a sobrevivir, pero Margarete, que contó su peripecia en Prisionera de Hitler y Stalin, le dedicó una biografía (Milena)…”

Este interesantísimo fragmento es solo una guinda de un sabroso pastel titulado Infierno y paraíso de las islas (El Desvelo Ediciones) de Miguel Ángel Moreta-Lara, libro al que ya me refería en un anterior post mientras lo leía. Y es que, una vez finalizada su lectura, uno es consciente de que se ha sumergido en un texto realmente fascinante.

Como los párrafos anteriores, hay en este volumen capítulos que me han desvelado decenas de secretos y de historias de las que, hasta ahora, era un absoluto ignorante.

Miguel Ángel abre el libro hablando de la escritora Judith Schalansky, nacida en 1980, y autora de Atlas de islas remotas: Cincuenta islas en las que nunca estuve y a las que nunca iré, y ya, con esta entrada uno se da cuenta de inmediato de que el libro va a ser un viaje fascinante. Primer libro que anoto para comprar, seducido por lo que Moreta-Lara cuenta de él. Pero, a medida qua avanzo en la lectura, anoto otro título para buscarlo, y luego otro, y otro más… Entonces me doy cuenta de que Miguel Ángel me está enredando con esos títulos que ha ido sacando de un baúl sin fondo, pero mágico. Junto a los libros, sus autores, en especial escritoras que han quedado, en muchos casos, en el olvido, pero con vidas tan interesantes que me quedo con ganas de saber más. Y me pregunto, leyendo lo que he leído gracias a Miguel Ángel, cómo es posible que yo no hubiera hallado antes tanta belleza.

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                                                                    ISABEL OYARZÁBAL SMITH

Esos libros sobre islas y esos otros sobre barcos, esos autores malditos y no tan malditos, pero atrapados en sus mundos mágicos, la historia de tantos desarraigados y de tanto exiliado español (un tema al que Miguel Ángel le ha dedicado ya anteriores textos). Si hubiera que elegir de toda esta galería, me quedo con los capítulos que centra en los piratas, “Las locas de Lydie Salvayre” (ya he recibido el primero de los libros que me he visto en la necesidad de comprar: Siete mujeres), el dedicado a la increíble malagueña Isabel Oyarzábal o las páginas sobre Carmen de Burgos Colombine… Y también lo que cuanta sobre Malcolm Lowry y sobre Olivia Laing… En realidad, no sé, creo que me quedo con todo el libro.

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                                                              CARMEN DE BURGOS «COLOMBINE»

El final es muy curioso. Se cierra con el capítulo “Todos los coños el coño: un apunte de coñosofía ilustrada”. Y confieso que me he quedado ”encoñado”.

Pero también es un precioso homenaje a esas mujeres que crearon y lucharon pese a las circunstancias, que supieron vencer a una sociedad patriarcal y machista, a regímenes autoritarios, a hombres que las trataban de marginar… Y Moreta-Lara las recupera para nuestro disfrute y gozo.

Sergio Barce, octubre 2022

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«INFIERNO Y PARAÍSO DE LAS ISLAS», DE MIGUEL ÁNGEL MORETA-LARA

“En 1951 (Malcolm) Lowry hizo un esbozo de lo que él llamaba su obra en procesa, a la que puso el título global de The Voyage that Never Ends (<El viaje que nunca termina>). En este esquema aparecía <Novela marítima sin título>, <una total reescritura de una vieja novela más de duodécima clase, carente de originalidad y absolutamente innombrable de la que quisiera olvidarme>. Se refería, claro, a Ultramarina. Así era la literatura de Lowry, un único libro inacabable que reescribiría mientras alentara. El biógrafo Douglas Day compara su forma de trabajar con la de otro raro artista, el pintor Albert Pinkham Ryder (1847-1917) que -falto de habilidad técnica, como Lowry- no terminó nunca un cuadro.

(…) Malcolm Lowry era triplemente compulsivo, como bebedor, como viajero y como escribidor. Así quizá podríamos ilustrar su lenta, persistente y definitiva conversión en el mejor personaje de su obra más tortuosa, la de su propia vida de autodestrucción. Pero dejó una novela genial, Bajo el volcán, que tardó diez años en (re)escribir, de la que hizo cuatro versiones, que fue rechazada en 1941 por 13 editoriales, una novela que no ha dejado de ser valorada y analizada debido a las múltiples facetas de sus muchos niveles de lectura, una novela que ya está prefigurada -como dije antes- en el relato de iniciación que es Ultramarina, una künstlerroman (novela de formación) marina, donde su protagonista reclama la fuerza del mar para seguir viviendo:

<<En la nave reinaba un silencio de muerte, roto tan solo por el siseo del agua que caía en la oscuridad desde su flanco y que también formaba parte del silencio. Oh, Dios, Dios, ¡si la vida en la mar fuera siempre así! ¡Ojalá todo fuera mar abierto, viento galopando eternamente por la sangre, el mar y las estrellas!>>”

Todo este fragmento corresponde al libro Infierno y paraíso en las islas, de Miguel Ángel Moreta-Lara, que estoy leyendo. Es un compendio de anécdotas, vidas y, sobre todo, libros ambientados en la mar, de libros perdidos en naufragios, de autores obsesionados con paraísos y con océanos.

Desde la primera página no he dejado de subrayar títulos de obras que Miguel Ángel ha rescatado de no se dónde, pero que, tal y como él los reseña, contienen mil historias llenas de encanto, magia y mares misteriosos. Y, aunque solo llevo un tercio de este maravilloso libro, para quienes aman la literatura y desean descubrir nuevos horizontes, nuevos títulos, adentrarse en la vida y obra de autores fascinantes, y en los entresijos de novelas varadas en la orilla del olvido, la recomiendo vivamente. Es puro disfrute.

Infierno y paraíso en las islas ha sido publicada por El Develo Ediciones.

Sergio Barce, septiembre 2022

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